Entiendo que esta es la última novela escrita por Fernando Ampuero. La leí, prácticamente, en una jornada intensa. Debo decir que a Ampuero tuve un acercamiento muy importante, cuando leía tres de sus libros anteriores: Caramelo verde (1992), Malos modales (1994) y Bicho raro (Campodónico, 1996). Me gustó su estilo, ligero sin llegar a ser frívolo, y su temática siempre urbana, limeña, además. Entre las cosas que más recuerdo es su mirada impiadosa de esos personajes carcomidos por la mediocridad, empleaditos bancarios, como diría alguno de sus personajes.
Pues bien, esos antecedentes más el título sugerente y hasta confrontacional de este su último libro, fueron para mí una tentación irresistible. Pero he salido bastante decepcionado, pues me encuentro con una trama facilista, la historia casi mágico real de Noemí, una prostituta de alto vuelo durante el fujimorato, emergida de la más dramática pobreza, y que le cuenta al otro protagonista, Luis Alberto, un joven vendedor de enciclopedias (¿?) de clase media empobrecida y que anhela ser escritor, su historia, altamente sexualizada. Entonces, el libro es efectista, pues más de una 60% de su contenido está relacionado con la intensa vida sexual de Noemí, comenzando por la relación casi incestuosa con su padrastro, quien, al ser descubierto por su mujer, otra prostituta, madre de Noemí, huye. La chica, obsesionada con llegar a tener los senos más grandes, solicita el apoyo de su hermano Jeremías, quien se presta a ello, iniciándose esta vez una relación incestuosa y duradera. Luego la muchacha aprovecha la ubicación de su casita, en un apartado lugar de Piura y al borde de la carretera, para satisfacer los apetitos de diferentes camioneros, dándose el gusto y además cobrando por ello. Además, la hermana mayor de Noemí es también una mujer ardiente, aunque de un nivel intelectual limítrofe. Obviamente, la lectura está altamente cargada de este condimento que facilita todo.
Sin embargo, con una lectura atenta nos damos cuenta que la historia está apenas hilvanada y se construye sobre estereotipos evidentes. Empiezo por señalar, por ejemplo, el hecho de que Noemí y Jeremías son mellizos e hijos de su madre con un cliente suyo italiano, que les ha legado el porte y la belleza, además de unas pocas palabras en italiano. Así, llega a decir que estos mellizos, a pesar de su pobreza y de ls dificultades de su vida, "No criaban complejos ni resentimiento como tanto migrante que anda por ahí. Ellos eran guerreros de sonrisa franca, encorajinados, y estaban saliendo adelante". Parece ser que Ampuero no admite la idea de progreso de los migrantes, salvo en los casos excepcionales en que una sangre distinta los ayuda; un prejuicio rudimentario y totalmente desfasado, pero típico de una sociedad como la peruana, en la que se recurre al nexo con el extranjero como tabla de salvación a nuestra desgracia.
Es más, continuando con los estereotipos que sustentan esta novela, se supone que Luis Alberto es un muchacho clase mediero (vive en la zona más fea de Miraflores, Santa Cruz), empobrecido, sin embargo puede darse el lujo de visitar una vez a la semana a la ramera y solo para escucharla,. Claro, vendiendo encilopedias gana un dinerito que le solventa esos gastos.
La historia (que es la historia de la Puta Linda) parece, con las distancias del caso, la historia de Natacha, pues fantasea con el espectacular ascenso social de una persona desde la más grave pobreza hasta ser parte del entorno de los hombres más poderos de la década de los noventa. El final (la muerte de Luis Alberto) tiñe con un sesgo melodramático la historia.
En todo caso, ni término de comparación con el libro de García Márquez titulado "Memorias de mis putas tristes".
En todo caso, un libro entretenido, aunque fácilmente prescindible.
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