Tiembla la tierra a mis pies,
ahora que buscaba,
a tientas,
un lugar donde reposar.
Estoy exhausto.
Quiero huir, salvarme,
temo que sea el fin del mundo.
No es vesania, no…
¿Y mi nido?
¿Lo olvido?
“Vuela, vuela”, dicta una melodiosa voz.
Muy fácil para ser real, pienso.
Alas que me ofrecen vuelo,
un espejo que me devuelve una sonrisa.
¿No será un espejismo, más bien?
El camino recorrido es extenso,
la mochila que sostienen mis hombros adoloridos pesa más;
hace tiempo temía el devenir de este tiempo entonces futuro,
hoy lo vivo, lo amo, lo sufro
—salvaje bestia enjaulada—.
Alas que me ofrecen vuelo y olvido,
el espejo me refleja,
ahí estoy yo, menos triste, mejor, hermoso.
Insisto, ¿no será un espejismo, nada más?
A tientas camino, ciego;
no es vesania, no…
Es dolor y esperanza,
es quebranto y amor,
también cansancio, claro está.
Y buscaba, por ello, una posada,
un refugio desde el cual implorar por mi nido
—protegedlo, oh, tú, poderoso—,
pues la voz del corazón
me indica que atravesamos tinieblas,
y la tierra tiembla bajo mis pies
y yo no quiero huir;
temo, sin embargo, el fatídico devenir.
Derik Latorre Boza
Lima, enero de 2009
lunes, 2 de febrero de 2009
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