martes, 3 de febrero de 2009

¿Pagarías más por transportarte en una combi?

Wilfredo Ardito ha publicado sus Reflexiones Peruanas Nº 237, con el sugerente título de "El tablista madrugador". Aunque comparto algunas de las ideas que pone en blanco y negro, discrepo con la mayoría de sus conclusiones que me parecen sustentadas en prejuicios.
Empiezo señalando que la famosa "Chinita" de las combis fue popularizada por los propios cobradores en una lucha a muerte en el mercado del transporte público para ganar pasajeros entre esa masa de usuarios de bolsillos vacíos. Ese mercado, me parece, es uno de los mayores problemas de nuestra sociedad. Ya me referí en un post anterior a este asunto. Pero quiero insistir en que es un problema mayúsculo y la expresión más clara de la anomia que afecta nuestra sociedad. Y creo que el primer problema es que, de la alternativa inicial que significó la introducción de estos vehículos al transporte público, que, a diferencia de los autobuses, en las combis se podía ir comodamente sentado, pagando algo más y con mayor celeridad, se ha tornado en casi el único medio de transporte existente. Por tanto, los beneficios iniciales han ido variando con el tiempo y ahora se han difundido las combis denominadas "techo alto" en las que, además de los ya no cómodos sino apretados pasajeros que van sentados, van, como en verdaderas latas de sardinas, más apretados aun, pasajeros que a penas entran de pie, pero que aceptan esas duras condiciones de transporte. ¿Justifica pagar siquiera 10 céntimos más por ese aterrador servicio? Mi opinión tajante es de que no (aunque quizá también el nivel de la oferta sea ese, justamente por la poca solvencia de los consumidores, cuestión que nos lanzaría a un círculo vicioso). Entonces, el tablista al que alude Ardito es simplemente uno más de esos usuarios, con melena y un aire de frescura y que tiene que usar ese medio porque quizá no tiene, como la mayoría que practica ese deporte, movilidad propia.
En suma, no creo que sea que los pasajeros quieran pagar lo menos por el servicio sino que se busca un estandar en la ecuación tarifa y calidad de servicio. Cuando Ardito hace referencia a que se llega a tales extremos que incluso un pasajero es capaz de quitarle el sitio al cobrador, creo que la mirada es sesgada, pues habría que preguntarse si sería justo que ese pasajero vaya de pie. Nuevamente, mi respuesta es que no. Claro, podrá decirse que el chofer de combi y el cobrador son víctimas de un sistema perverso; sin embargo, eso no justifica que se privilegie a estas por encima de las otras víctimas, los usuarios. La idea de "dar un sol más" es un planteamiento filantrópico que pretende ser solución a un problema público de carácter estructural. Y esa no es la solución, al menos no una solución real.
Lo cuestionable de las conclusiones de Ardito no le quita mérito a afirmaciones certeras como esta: "Muchas personas que dependen totalmente de huachimanes, empleadas o personal de limpieza, no son capaces de brindarles un trato digno". Esto es completamente cierto. Pero discrepo con la conclusión que sigue: "La explotación y la mezquindad terminan generando un círculo vicioso: pagar mal y poco a los guachimanes o las empleadas del hogar lleva a que no tengan ninguna motivación, realicen su tarea con desgano y en cuánto puedan se marchen". ¿Qué es pagar bien?, ¿una familia de clase media debe, para "pagar bien", pagar lo mismo que paga una familia de clase alta?, ¿cuánto es pagar bien? Nuevamente, esta conclusión, aunque sobre una base cierta, se encamina por un ámbito totalmente endeble y nuevamente de naturaleza filantrópica. Y otra vez puede concluirse que el problema es estructural: ¿es justa una sociedad en la que el servicio doméstico o empleos como el del guachimán son la única alternativa para la supervivencia de una persona?, ¿es digno que sean una "opción" de vida? La perversidad de nuestro sistema llega a tal punto que el contar con servicio doméstico es posible incluso en sectores sociales de bajos ingresos, es decir, se ha democratizado a tal punto que es posible encontrar personas que paguen (y lo más triste es que haya personas que tengan que aceptar esas condiciones) S/. 200 o S/. 250, remuneraciones completamente devaluadas incluso en comparación a la remuneración mínima vital (o mortal). No obstante, será justa una remuneración de S/. 500 o S/. 600 por eos servicios. ¿Es justa la remuneración de un profesor (que estudió muchas veces cinco años en la Universidad) que no llega a los S/. 1 000?
Insisto que estos problemas son de carácter estructural y no pueden afrontarse con soluciones filantrópicas que, a la larga, endulzan el dolor de la vida como lo hace una limosna para un mendigo.

2 comentarios:

Wilfredo Ardito Vega dijo...

Estimado amigo,
para nada me molesta que los tablistas tengan cabello largo. Sí me molesta la gente que es mezquina con quienes trabajan, que no les pagan lo que deben, que se demoran, que maltratan a los más débiles y actúan con prepotencia.
Saludos desde Urubamba,
Wilfredo

Anónimo dijo...

Y eso lo comparto plenamente, no lo dudes. Disfruta esa ciudad cálida y ese cielo azul, eterno.