miércoles, 20 de julio de 2011

Paucartambo y la cusqueñidad

A Yuri, muyuqmasiy, agradeciendo las
atenciones y su cariño en el Cargowasi de Contradanza.


A Amílcar, wayqey, por nuestro reencuentro, lleno
de coincidencias y discrepancias, de nostalgia, de esperanza.


A Tatiana, sonqochallay, por el compartir de estos cinco días
intensos de peregrinación y celebración, parte de nuestro camino.


Tatiana, mi compañera, y yo viajamos a Paucartambo, una vez más, para celebrar la Fiesta de la Mamacha Carmen. Llamativa coincidencia, elegí como libro de viaje el titulado "Las élites cusqueñas", de José Tamayo Herrera y de Eduardo Zegarra Balcázar. Coincidencia, pues esta vez mi percepción de la Fiesta y su entorno ha sido más positiva que el año pasado, y, por su parte, los autores de ese libro nos presentan, más humanizadas y, por tanto, menos acartonadas, a las élites cusqueñas del siglo XX y XXI.

Esta vez, en Paucartambo, me encontré cosas muy positivas, como, por ejemplo, la contratación por parte de la Municipalidad Provincial de Paucartambo de mujeres, fundamentalmente campesinas, que escoba y recogedor en manos, se pasaban todo el día limpiando la pequeña ciudad de las agresiones, conscientes o inconscientes, de los miles de visitantes que llegan a la festividad entre el 14 y 18 de julio. En líneas generales, más allá de la constante agresión de la contrahigiene, estas mujeres, ganándose algún ingreso económico, aportaron muchísimo en el mantenimiento del pueblo en condiciones casi impecables, incluso en la callecita sin nombre que era un excusado público y hediondo hasta la fiesta pasada.

El tema de la seguridad también fue enfocado de manera muy adecuada. La propia Municipalidad Provincial ha montado su Serenazgo, para lo cual ha reclutado jóvenes lugareños que recorrían en grupos de dos o tres las callecitas del pueblo, aun en las horas de mayor congestión. Asimismo, había otro grupo de Serenos, mejor uniformados y apertrechados, que, según me dijeron, habían sido enviados por la Municipalidad Provincial del Cusco. Y, por último, un importante destacamento de la Policía Nacional del Perú. Sin perjuicio de que el pueblo volvió a ser un enorme bar, las borracheras y los borrachos no generaron mayores incidentes.

Otro tema que creo es importante destacar es el de la mejora sustancial de la presentación de varias danzas antes consideradas menores; una de esas es la de los Panaderos, danza en la que han incursionado diversos jóvenes, varones y mujeres, que le ha impreso un aire renovado a esa danza que antes era sumamente vulgar y simple; las jovencitas que bailan hoy, al momento de presentarse en El Alba, sin trajes, lo hicieron muy bien vestidas, con mucha femenidad, elegancia y hasta sensualidad. Es más, tuve la oportunidad de apreciar su coreografía completa y me dejó gratamente impresionado, por la calidad de sus bailarines, especialmente unas dos parejas, así como por la vestimenta, especialmente de las mujeres.



Una impresión similar me dejó el Wayra, danza que ya el año pasado había notado bastante más sofisticada que en años anteriores. Es decir, más y más danzas pugnan, pacíficamente, por ganarse un espacio en esa festividad que hasta hoy es manejada o conducida por un grupo oligopólico, en el que podría señalarse a danzas como el Qapaq Negro, el Saqra, el Majeño, la Contradanza, debiendo añadir para los aspectos fundamentalmente religiosos al Qapaq Qolla y al Qapaq Chunchu. Hoy encontramos danzas que muestran mucha riqueza en sus vestuarios y también en sus coreografías, como el Danzaq, el Negrillo, las Chunchachas, los Paukartampus, los PanaderoS. Esta correlación de fuerzas, seguramente, quebrará en un futuro no muy lejano incluso las "preferencias" de la Mamacha Carmen por algunas danzas de hoy. En hora buena, pues la cima aletarga la dinámica de quienes permanecen mucho tiempo en ella.


Sin perjuicio de lo anterior, insisto que la Fiesta debe albergar a los creyentes y también a los no creyentes, pues hay mucha gente que llega, más que por un fin místico, con un afán estético; lamentablemente, con la cantidad de visitantes que abarrotan Paucartambo esos días, es imposible que alguien pueda apreciar todas las danzas, con su despliegue coreográfico completo. Tendría que seguir a cada una de esas danzas y visitarlas en su Cargowasi. Pero no todos son invitados. Y en las calles, envuelto en el torrente humano caótico, no puede apreciarse con comodidad esas danzas. Por ello, justamente, debería abrirse un espacio en el que las Danzas, aunque esto quiebre la rígida tradición, se presenten a una hora exacta, de manera sucesiva, para un público que disfrutará del espectáculo. El lugar podría ser el Estadio de la provincia, donde bastaría que se instalen un tabladillo y, de ser el caso, algunas tribunas. Lo importante sería darle comodidad a los espectadores los que estarían dispuestos a pagar el precio razonable que se establezca, lo que a su vez permitiría que la Municipalidad genere algunos ingresos económicos. Como parte de la tradición, se instalan en la Plaza del pueblo unas graderías que este año se comerciaron, por parte de la Municipalidad, a S/. 5 para poder ver la Guerrilla. Creo que la hora de la Guerrilla podría ser un espacio de tiempo en el que se abra, además, un escenario alternativo que permita que las danzas que no participan en ella, sí ofrezcan el espectáculo para todos los espectadores que no estén interesados en un espectáculo que cada vez más veo repetitivo y poco artístico como es la guerrilla. Personalmente, acudiría con gusto, desde antes de la hora fijada incluso, al lugar donde se concentraran, de manera sucesiva, las danzas para apreciarlas.


Otro tema que debiera repensarse es el de la visita al Cementerio. Creo que ese espacio, como este año por los lamentables accidentes que se sucedieron en la carretera Cusco Paucartambo, debiera ser de mayor intimidad para aquellos que quieren recordar, con tristeza y/o con alegría, a sus muertos. Me parece excesivo el espectáculo que se ha tejido en torno a ese espacio, en el que, por las cantidades de visitantes, se ha perdido hace mucho tiempo el respeto a la sacralidad del espacio y todo el mundo pisotea las tumbas sin el menor cuidado, haciendo de esta visita algo casi bufonesco. La trivilalidad que se respira en ese ambiente parece contagiar incluso a los danzantes que están más atentos a las cámaras fotográficas y filmadoras que a las ceremonias propiamente. Por respeto a sus (nuestros) muertos, el espectáculo este debiera dejarse de lado.

Un tema anedcótico que me llamó poderosamente la atención fue la "denuncia" que una pariente hizo en el entorno familiar: "están repartiendo cerveza vencida". Me pareció, inicialmente, un comentario de mala onda por los anticuerpos que despiertan los mayorazgos. Sin embargo, este asunto pude comprobarlo personalmente. Esto sí resulta lamentable, pues muestra que existe, por lo menos, una negligencia grave por parte de los organizadores e incluso de los comercializadores de esos productos que, en aras al desarrollo de un negocio, no pierden la oportunidad de lucrar aun poniendo en riesgo la salud de mucha gente. En todo caso, creo que es un asunto que debiera vigilarse con mayor atención el próximo año.

Como colofón, quiero destacar la belleza del espectáculo que presentaron los niños que bailan contradanza. Estéticamente fue muy logrado y esto me dio el convencimiento de que no podemos, como país, como región, como provincia, perder las oportunidades que nos dan nuestras propias capacidades, nuestra propia diversidad. Como espectáculo, más allá de si esos niños bailan por fe o por darles gusto a sus padres o, simplemente, por deseo propio, la coreografía que presentaron fue magnífica. ¿Por qué no podría crearse, sobre la base de las danzas paucartambinas, una Escuela de Danza para niños por lo menos?, ¿podemos siquiera imaginar lo que significaría esto? Creo que el potencial de esa diversidad, si se encamina a su enriquecimiento, a su mayor dinamismo en su divulgación en niños, es inconmensurable. Recuerdo aquello que decía José María Arguedas: en cultura, en arte, no tenemos por qué imitar a nadie.



Finalmente, esta vez, en un arranque de optimismo, he vuelto a imaginar que, probablemente, Paucartambo es para el Cusco un espacio en el que, con toda la carga de prejuicios, de esperanzas, de búsquedas, que unen y dividen a los cusqueños, vamos hallando la oportunidad para dar forma a esa identidad, a esa cusqueñidad, que suele ser tan esquiva y abstracta, pero que de alguna manera cohesiona a los nacidos en ese espacio geográfico llamado Cusco.