lunes, 19 de diciembre de 2022

Cantos de sirena

 

Quise sumergirme en tus profundidades,
pero siento que me ahogo en el piélago
de tu silencio;
un día me atrajiste a las grietas espléndidas y
oscuras de los arrecifes entre tus piernas,
seguí, seducido, las notas de tus cantos. 

Quedé atrapado, ciego y enloquecido.

Fueron tus cantos de sirena,
esos silbidos que aún hieren mis oídos
como látigos invisibles.
Este hombre del frío y de las nieves eternas,
pretendió un día sumergirse en la infinitud 
de tus mares,
doncella del desierto y
de los valles cálidos junto al mar del norte,
pero me perdí en tu fondo tibio y húmedo,
esa posada que hoy añoro
no solo con nostalgia sino hasta con codicia;
quizá fue en esa caverna,
tórrida y húmeda,
en la que extravíe mi rumbo,
atrapado en las ciénagas al final de tus muslos.

No puedo salir, aunque no esté ahí.

Y después de mis pesadillas,
cuando despierto y no respondes mis llamados
de náufrago, sé que soy el peregrino
que anhela
beber de tus labios, de las aguas de tu cuerpo,
ese rehén al que, sin embargo,
niegas, juguetona, una sola mirada, una sola palabra.
Desde entonces, deambulo en este desierto abrasador.

Siendo yo de allá arriba, de las punas y los glaciares.

Tienes que saber, sin embargo, que no sé cómo ni por qué,
un día tus cantos, sirena, serán inaudibles
y, entonces, como un Ulises resurrecto y atado al mástil de mi barco, 
lograré el retorno a mi nido,
huiré a pesar de la magia de tus cantos.