Esta canción de Silvio Rodríguez, que puede parecer un poema de amor de pareja, es en realidad un poema de amor a la humanidad, con la mística que en los 70' se mantenía respecto a las posibilidades del progreso a través de la tecnología y la ciencia. Se inspiró en la hazaña del primer cosmonauta (astronauta) latinoamericano y cubano, Arnaldo Tamayo Méndez, quien a bordo de una nave rusa, la Soyuz-38, realizó en 1980 un viaje al espacio exterior. Su letra está llena de metáforas aguerridas y de profunda esperanza en el futuro.
Pero yo,
quiero ser de noche el dueño
de los ojos, de la altura,
y he de fundir la montura
para galopar mi sueño.
Volaré,
tengo que domar el fuego
para cabalgar seguro
en la bestia de futuro
que me lleve a donde quiero.
La fe desmesurada en ese futuro al que se arribaría por el progreso ha sido cuestionada desde una perspectiva humanista, pudiendo citar como ejemplo a Ernesto Sábato, físico eminente que reunció a la ciencia, quien ha afirmado que el progreso es, contradictoriamente, profundamente reaccionario. EL calentamiento global, la inminente crisis y escasez del agua, son una muestra de que ese futuro prometido, amenaza con escapársenos de las manos. Quizá la especie humana es fiel a su naturaleza.
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