El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define por filantropía al "Amor al género humano" y entiende por filántropo a la persona que "se distingue por el amor a sus semejantes y por sus obras en bien de la comunidad". El concepto que define estas palabras es, en principio positivo, aunque también, desde una visión de mayor compromiso social con una sociedad distinta, más justa, se cuestiona una actitud de este tipo, pues no busca remover las raíces del problema, sino que pretende atacar los síntomas, su expresión.
Pues bien, ayer paseaba por el Centro Comercial Jockey Plaza y me di con la sorpresa de la abundante publicidad de la campaña "Buena Onda" de la UNICEF, cuyo propósito es la ayuda a miles de niños peruanos. Claro, un bien elogiable y, sin lugar a dudas, digno de apoyo.
Sin embargo, me llamó mucho la atención que en las gigantografías (no sé si es el nombre exacto de esos afiches publicitarios gigantes) que nos invitan a ponernos buena onda, aparecen, a todo color y enormes, bellos y radiantes, casi todos muy blancos y rubios o, por lo menos, castaños, los personajes de la farándula peruana, los rostros de los famosos; en un recuadro de dimensión mucho menor, en blanco y negro, en fotografías casi opacas o deslucidas, a parecen los niños pobres, a los que, filántropos ellos, quieren ayudar, claro, rostros oscuros, niños desdentados, con evidencia totalmente diferentes a los de sus benefactores.
Seguramente podrán decir que se trata de un recurso de marketing, arte publicitario y hay que lograr el objetivo allá en el Jockey. No obstante, creo que es una muestra más del racismos y de la discriminación, de la perseverancia de los estereotipos.
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