Uno de los autores cúspide de aquella corriente es el economista Gary Becker, quien pretendió demostrar que prácticamente todo en la sociedad puede explicarse y analizarse desde un enfoque económico. Cuestiones tan humanas —pero que encierran decisiones racionales— como el matrimonio, el control de natalidad, el crimen, la discriminación, la prostitución, pueden ser evaluadas desde una perspectiva costo-beneficio. Y, claro, en esta mirada, no tienen juego los criterios éticos o espirituales. (Me permito efectuar una digresión, al señalar que Bullard participó en alguna edición de la desaparecida revista Debate, en un debate respecto al aborto y, contrariamente a lo que esperaba, defendió una cómoda posición conservadora sobre este tema, frente a una aguerrida representante de alguna ONG feminista).
Pues bien, hoy me encontré en Perú 21 una nota respecto a una joven estadounidense de 22 años, que está subastando públicamente —a través de internet— su virginidad, con el objetivo de pagar su educación universitaria (este tipo de noticias, es cierto, suele aparecer con cierta frecuencia, pero igual me interesa comentarla). Y, desde una visión beckeriana del asunto, ella tiene mucha claridad en su razonamiento: "Vivimos en una sociedad capitalista ¿Por qué no debería poder capitalizar mi virginidad?", esperando que la subasta le permita lograr el mágico millón de dolares.
Pues bien, se informa también que la hermana de esta muchacha, es prostituta, con el fin de pagarse también los estudios universitarios.
Sin perjuicio de que, fríamente, el análisis de Becker es racional, lo cierto es que en la vida del ser humano cuentan también otros aspectos, no materiales, más bien espirituales, éticos, por los que no puede admitirse esta lógica de salvajismo contemporáneo de las transacciones. Y aquí no juega el tema religioso, o la actitud beata ante la vida (que quede claro que si la prostitución es una opción que se toma libremente, creo que no tiene porqué cuestionarse), sino simplemente reinvindicar valores humanos, que nos debieran convencer de que no podemos, como sociedad, condenar a tanta gente a perder su humanidad, por lograr lo que a otros no les reputa un costo mayor o esfuerzo. La pobreza es esa "enfermedad" social que hasta hoy la sociedad no quiere curar.
De ese modo, el análisis económico debiera tratar de explicar lógicamente la pobreza y buscarle, pragmática y equitativamente, una solución. Asignatura desaprobada y absolutamente pendiente.
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