"Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios [...]"
Y justamente hoy revisaba el último post en el blog de Yoani Sánchez, Tierra arrasada, en el que nos dice que el Domingo hizo un periplo por la provincia de Pinar del Río, y concluye, crítica, que "La indefensión del ciudadano ante estos eventos climatológicos es apabullante. Un martillo cuesta prácticamente el salario de un mes y disponer de tablas y clavos es un lujo del que pueden hacer uso unos pocos. Sólo queda una opción cuando llegan los ciclones: evacuarse y dejar las pertenencias más voluminosas a merced del temporal. Lo más difícil de procesar para los que queremos ayudar es la ausencia de un camino civil que haga llegar las donaciones a las víctimas. Las estructuras de distribución del Estado no pueden despojarse de la indolencia y la mala organización que muestran en el resto de las actividades económicas. El camino de las Iglesias es escogido por muchos, pero le falta infraestructura y personal para llegar a todas partes". Esta crítica aguda y severa me trae a la mente tantas tragedias en las que, por tratarse de países con otros sistemas políticos y económicos, el problema es justamente la solución que plantea ella. Por ejemplo, en el caso peruano se quiso reconstruir el Sur afectado por el terremoto del año 2007 recurriendo a la experiencia y al empuje del sector privado, pero esto no ha funcionado tampoco, lo que se debe a muchos factores, entre los que se podría destacar que el sector privado se moviliza con un combustible, legítimo además, que es el lucro; algo similar pasó en la tragedia vivida en Nueva Orleans, donde ni siquiera la mayor potencia del mundo pudo atender efectivamente las consecuencias de esa situación. En ese sentido, la solución, aparentemente, es esquiva, pues cualquier opción tiene fisuras importantes.
Independientemente que, frente a las tragedias, aparentemente da lo mismo estar hacia la derecha o hacia la izquierda, pues el dolor humano y la miseria de los afectados es lo que se aprecia evidente y haciendo sombra a la justicia y la solidaridad, lo que sí comparto con Sánches es una conclusión contundente: "todas las posibilidades han sido desmontadas a lo largo de años en que los ciudadanos cubanos hemos perdido nuestra autonomía ante un Estado sobreprotector y autoritario". Y esto ya lo observaba, para Cuba, el desaparecido historiador Alberto Flores Galindo, cuando se quejaba de la hipertrofia que afectaba al Estado en ese país caribeño, en el que por combatir un capitalismo salvaje, se pasó a un estatismo estrangulante. Y nuevamente esta blogger cubana me sorprende con sus palabras, pues se resultan aplicables a cualquiera de nuestros países: "la iniciativa más viable es el envío de dinero en efectivo, por parte de los familiares emigrados, a sus parientes en Cuba". Y, en realidad, creo que nuestros países pueden hacer mucho más desde dentro.
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