Rafael Echeverría ha publicado un libro digital titulado Ontología del Lenguaje, en el que, citando al filósofo Wittgenstein, afirma que "imaginar un lenguaje es imaginar una forma de vida" (en Investigaciones filosóficas). Desde que, en la Universidad escuché alguna vez esta cita, la idea me ha perseguido, pues, sobre esa base, debe entenderse que un idioma no solo es un idioma, sino que es propiamente la esencia de esa sociedad; en palabras de Echeverría, "Lo social, para los seres humanos, se constituye en el lenguaje. Todo fenómeno social es siempre un fenómeno lingüístico". De ahí que, para el caso del kechua, no me ha parecido nunca tan fácil el aceptar que se trata de un idioma arcaico, en extinción (sobre este particular, es interesante analizar las ideas que se han construido en torno a este fenómeno, como puede ser el artículo de Sandro Venturo, citado por Guillermo Salas). Y es que el kechua, como idioma hablado por miles sino millones de personas, constituye en sí mismo una manera de ver el mundo, una perspectiva del mundo que resiste una opresiva presión cultural de por lo menos 500 años y, sin embargo, no ha desaparecido, aunque tampoco se ha desarrollado (al menos en el Perú) más allá de las fronteras rurales o urbanoandinas y, muchas veces, dentro de ámbitos más bien domésticos. Por ejemplo, en el caso del Cusco ciudad, la pérdida del kechua como idioma es notoria.
Ahora bien, el kechua se encuentra en medio de un enfrentamiento entre diversas corrientes de pensamiento, empezando por la discusión entre trivocalistas y pentavocalistas, tratando cada cual de imprimirle un sesgo, que constituye una negación de la rica pluralidad de este idioma en que, por ejemplo, cosa rara, el agua puede denominarse "unu" o "yaku". Y por esas disputas muchas veces estériles, se pierde la ocasión, más bien, de un desarrollo y actualización del idioma, algo indispensable si se quiere lograr su pervivencia. Sobre este particular, sugiero se revise el artículo titulado El guaraní: nada que envidiar a otros idiomas, en el quese señala, entre otras cosas muy interesantes, que "Varios lingüistas paraguayos critican a aquellos que, desde las instituciones, están elaborando un ‘guaraní científico', que no se corresponde con el que se utiliza en la calle ". Y el guaraní es hablado por el 90% de la población paraguaya, nada menos.
En ese sentido, lo que debe apreciarse es que Echeverría, comentando el libro Hunger of Memory, del norteamericano Richard Rodríguez, nos dice que el autor advierte al lector que ese es un libro sobre el lenguaje, "En el nos cuenta su experiencia de crecer como niño en un hogar de habla hispana y de la profunda transformación personal que le significa el ingreso al mundo de su escuela de habla inglesa [...] nos muestra como el mundo de la escuela inglesa va moldeando en él una nueva identidad" (p. 209). Por ello, "se ha convertido en un fuerte opositor a forzar la educación bilingüe en el sistema escolar norteamericano. Plantea que la educación bilingüe no facilita la plena integración del inmigrante a los juegos públicos de la sociedad norteamericana [...] El bilingüismo, sostiene Rodríguez, atrasa el proceso de integración social del inmigrante total y mantiene bolsas de ciudadanos de segunda clase" (p. 210).
Esta interesante cita, traída a nuestro contexto, pareciera ser el sustento de un comportamiento social bastante extendido entre los migrantes campesinos, que aparentemente buscan dejar de lado su idioma natal, aun a costa de quedar acéfalos. Sin embargo, la experiencia en nuestro país, con un criterio de imposición del castellano, no ha dado resultado positivo para nada.
2 comentarios:
hola derik, aqui visitando tu blog, interesante tu post, me gustó la cita "Todo fenómeno social es siempre un fenómeno lingüístico"...un abrazo.
Hola Ítalo, gracias por tu comentario y que gusto que te des un tiempo de visitarme. En cuanto a la idea detrás de la cita, es algo que, en efecto, sucede, pues todo existe, de alguna manera, a través de su exteriorización comunicativa. Un abrazo
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