Por Guillermo Salas, supe que la película boliviana ¿Quién mató a la llamita blanca? se encontraba completa en Youtube. Por tanto, pude verla y aunque coincido casi completamente con el análisis que él hace de la película, me parece importante destacar algunas cosas:
- Se trata de una aguda mirada, llena de ironía y autocrítica, del país del sur. No se trata de culpar a un grupo y exculpar a otro, sino que es propiamente tratar de entender cómo son y por qué. No se trata de una mirada autocomplaciente, a pesar de que, al final, los tortolitos, esos delincuentes héroes que protagonizan la historia, resultan victoriosos y se convencen de enderezar sus ya bastante torcidas vidas.
- El narrador es el que traza el hilo conductor de la historia y, como todo en ella, inicia su participación con una frase demoledora: "El paraíso del subdesarrollo". Aparecen, en ese momento, imágenes de protestas con toma de carreteras, quema de neumáticos, algo que no debe parecernos muy ajeno a los vecinos del país del altiplano, a pesar de que, como en el caso del Perú y a decir de la CADE, seamos un país "de primera". "Las reglas solo las respetan los cuadrados", principio básico de nuestra anomia. Y la paradoja mayor: "Estamos en crisis, sin embargo festejamos de todo y de nada [...] ¡qué viva el carnaval!, ¡qué viva la fiesta!, pero no nos unimos para nada".
- El propio narrador, refiriéndose a ciertos funcionarios públicos, manifiesta que sigue funcionando aquellas máximas éticas ancestrales: Ama Sua, Ama Qella, Ama Llulla, aunque algunos prefieran A Miami.
- Es una muestra de las tirantes relaciones entre "qollas" y "cambas", una de las formas de división de ese país.
- Irónico que el Jefe de la Policía que persigue a los tortolitos se refiera que es lindo sacarles la "injundia" a estos maleantes y mejor si son estos indios cochinos o peruanos. Cuando años atrás estuve en la ciudad de La Paz, había ese concepto venido a menos de los peruanos, como los autores de múltiples delitos. Se burlan también de los argentinos, representados por los Hare Krishna.
- Ahora, el suceso que da título a la película (el atropello por los tortolitos de una llamita blanca, hecho del cual los lugareños de ese paraje altiplánico culpan al Míster Bolivia, Duston Larsen, hijo de un terrateniente gringo radicado en Santa Cruz, y gringo él mismo) es una cuestión anecdótica, casi intrascendente en la película. Y solo dejan imágenes estereotipadas que, al final, no aportan gran cosa al film.
- Lo que me llamó la atención y creo que le da ese aire "cool" a esta historia es la casualidad que conduce a los tortolitos hacia su objetivo y los va salvando de una captura inminente y hasta los enfrenta con ellos mismos (ella resulta embarazada en una relación extra pareja). Todo es muy casual, desde el robo que sufren de todos los neumáticos del minibus que les dieron (y que luego es informado como dato a la policía, para su captura), por ello roban ellos otro minibus azul y, siempre relax, hacen un pago al Tata Illimani, Apu mayor de La Paz. Luego, mientras la policía les sigue los pasos, se dan un tiempito para participar en una fiesta, en la que también sus captores participarán; o en la persecusión en el Chapare, que no concluye con su captura porque el carro de los policías se queda sin gasolina. Y así, una serie de casualidades.
- Otro pasaje que me hace pensar mucho en lo que sucede en nuestros países es la que se desarrolla en el mercado de Cochabamba, donde aquello de que "el cliente tiene la razón" es falso, pues le imponen al comensal (el tortolito) la comida no como la pidió sino como se la sirvieron.
- La crítica que hacen de la religión católica es también frontal y, sin embargo, amena. Este es un tema que me parece que puede explotarse más.
- Hay problemas, y no pocos, en la calidad de la actuación. Es un asunto que falta afinar.
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