Respeto y admiro a César Hildebrandt, quien me parece uno de los intelectuales de mayor peso en el Perú. Y entre los periodistas, relamente, uno de los pocos críticos.
Sin embargo, sus excesos son lamentables. Y el de ayer, en su artículo ("Méndigo" aprista) en el diario La Primera es solo muestra de que él y Martha llevan en la sangre común más que el amor al castellano y a la cultura. También circula en sus venas ese mal de un país como el Perú: el racismo, el profundo desprecio contra las culturas originarias y sus gentes, que tienen que batallar en condiciones lamentables contra una dominación polifacética, que ha logrado arrebatarles no solo el derecho al idioma, sino que, además, los proscribe al nivel de discapacitados del lenguaje, cuando se trata del castellano.
Sin lugar a dudas, ayer, a Hildebrandt se le salió el criollo.
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