Creo que el mayor sueño para todos es el lograr ser y considerarnos ciudadanos del mundo, liberándonos así del peso de las fronteras, liberándonos del fanatismo absurdo que nos inoculan los diversos chauvinismos. Sin embargo, ese ideal es muy lejano aun y, en países con una conformación tan plural y desarticulada, con mayor razón incluso.
Hace unos días me encontré, casi en simultáneo con dos artículos periodísticos de mucho interés para mí. Destaco primero, el de Martín Tanaka, titulado Los discursos sobre la peruanidad, publicado en La República, en el cual se señala que en el Perú cohabitan dos discursos respecto a "lo peruano", un discurso oficial, venido a menos, que señala que "la esencia de lo peruano sería una nación criollo-mestiza, cuyas élites habrían, a pesar de las dificultades y de los errores, conducido al país evitando su desbarrancamiento", y un discurso (más de sentido común) alternativo, "que considera que la verdadera raíz de la peruanidad es andino-mestiza, y que hemos padecido de élites irresponsables y corruptas, que son las culpables de nuestro atraso". Según Tanaka ambos discursos requieren ser repensados en su validez, pues estarían desfasados en relación con un mundo globalizado, con el fenómeno de la migración y estarían mostrando su reduccionismo frente a cuestiones como el éxito de Kina Malapartida (la boxeadora) o el Museo de la Memoria.
Sobre este particular, quiero señalar que hoy en día "lo peruano" goza de popularidad, pues nuevamente sentimos como país (aunque no sé a qué conglomerado humano exactamente agrupe esta palabra) que estamos en ruta hacia el desarrollo y el éxito. Empezó con el boom de la "comida peruana" y de nuestra "bebida de bandera"; continuó con éxitos eminentemente comerciales como el de Machupicchu (o como pronuncian el grueso de habitantes de la ciudad de Lima, Majchupichu) en el concurso de nuevas maravilla del mundo. Otros éxitos fueron el de Sofía Mulanovich, de Damaris Mallma (aunque en el caso de ella, siempre enfatizaban que había obtenido el premio en la categoría de música folklórica), de Kina Malpartida. Si nos vamos un poco más atrás, habría que hacernos fans también del astronauta peruano, aquel militar de apellido Noriega o el doble campeonato futbolístico obtenido por el Cienciano. Pero, me parece, esa percepción se basa, primero, en una asfixiante necesidad de sabernos importantes, de sabernos capaces de algo trascendente; por tanto, cualquier éxito, por remoto que sea, hay que destacarlo en su peruanidad. En segundo lugar, creo que esas ansias populares son de carácter más bien epidérmico, pues se sigue soslayando los temas de fondo: aplaudimos hasta el cansancio la victoria de Machupicchu, pero seguimos ninguneando a las poblaciones kechua hablantes o simplemente las relegamos a un acontecimiento anecdótico como el de la recientemente galardonada Magaly Solier, si comparamos su éxito con el de la directora Claudia Llosa (miembro de una familia exitosísima, además). O en todo caso, amamos Machupicchu como vestigio del pasado y, por tanto, "amamos" también todo lo humano vivo relacionado con ello, en la medida que no trascienda el presente, al menos no como opción alternativa de peruanidad.
Entonces, creo que hay mucho de fatuidad en este repentino peruanismo a ultranza que elogia y lanzas vivas al perú por cualquier logro o todo éxito (ver, por ejemplo, el Utero de Marita, blog ultranacionalista cuando de éxitos se trata). Y claro, disentir no es bueno, salvo que sea cool.
El otro texto que quería destacar es uno que apareció en La Prensa de Bolivia. En él se señala que una encuesta patrocinada por el Fondo para la Democracia de Naciones Unidas (Undef, en inglés) "revela que el 68 por ciento de los bolivianos se considera mestizo frente al 62 por ciento de la población que en el Censo de 2001 declaró su pertenencia a alguna de las etnias bolivianas". Asimismo, "solamente el 20 por ciento dice ser indígena-originario y el 5 por ciento se autoidentifica como blanco". Sin embargo, los resultados informan que el 44% de los encuestados dicen sentirse parte de algún grupo originario. Es decir, los bolivianos no ven como contradictorio el ser mestizo y pertenecer a alguna cultura indígena. Por ello, un estudioso habría observado que no se haya incluido como alternativa "mestizo de origen aymara", por ejemplo.
Frente a estos resultado, sería interesante hacer un análisis sobre qué sucede en nuestro país, donde una encuesta de este tipo sería interesante, dándole el más amplio nivel de especificidad a las identidades étnicas. Quizá de ese modo, podríamos conocer realmente si "lo peruano" se construye a pesar de una base seguramente del todo heterogénea.
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