miércoles, 25 de noviembre de 2009

Mis impresiones sobre Caín

He terminado de leer la novela Caín, de José Saramago (ver post anterior). Su lectura me ha generado emociones contradictorias, perturbadoras. Desde su inicio. La dedicatoria es magnífica: "A Pilar, como si dijera agua". El agua que es, normalmente, vida, pero también puede ser muerte. Como el amor, aquel que describe el huayno ayacuchano, aquel que nos tiende una emboscada, "si duermo sueño contigo, si despierto pienso en ti". Y algo de eso podemos encontrar en esta novela, una historia de un amor profundo por aquello que nos fue arrebatado y de la manera más cruel.
Es esa la idea que subyace al primer encuentro de Caín con Dios, cuando este le increpa que ha matado a Abel, frente a lo cual Caín acepta el hecho, pero le dice "el primer culpable eres tú, yo habría dado mi vida por su vida si tú no hubieses destruido la mía, Quise ponerte a prueba, Y quién eres para poner a prueba lo que tú mismo has creado, Soy el dueño soberano de todas las cosas, Y de todos los seres, dirás, pero no de mi persona ni de mi libertad" (p. 39). Caín amaba a su hermano, pero el rechazo de dios le urdió una trampa de arrebato que no pudo eludir, "maté a abel porque no podía matarte a ti, pero en mi intención estás muerto, Comprendo lo que quieres decir, pero la muerte está vedada a los dioses" (p. 40).
Estas líneas son el el resumen de la obra, es decir, el conflicto de Caín con Dios, su perpetuo vagar, su rechazo hacia el creador que no muestra el carácter misericordioso que le atribuimos, que permite y hasta se regocija en el sufrimiento de quienes dice amar. Así concluye el propio Saramago que la historia de los hombres "es la historia de sus desencuentros con dios, ni él nos entiende a nosotros ni nosotros lo entendemos a él" (p. 98).
Volviendo al protagonista, creo que es importante preguntarse si Caín es libre. Y mi respuesta es que no sé. En boca de alguno de sus personajes, Saramago dice "Que estamos todos en manos de dios, o del destino, que es su otro nombre" (p. 143). Si Dios existe, entonces es poco probable aquello del "libre albedrío". Sin embargo, creo que lo que puede afirmarse es que Caín sí ha aceptado su "destino", "si su destino le está esperando aquí, por muy amargo que pueda llegar a ser, y eso siempre se sabe cuando es demasiado tarde para cambiar, no le queda otro remedio que afrontarlo. Como un hombre" (p. 53). Esto es algo común a la obra de Saramago, quizá a su propio pensamiento: lo que va a suceder, sucederá de todas maneras.
El "destino" de cada uno puede ser un camino profundamente accidentado, pero en el trayecto nos encontramos con mesetas y valles que nos permiten un caminar gozoso, una cierta felicidad o, como planteaba Benedetti, una tregua. Caín manifiesta que para él "nunca habrá alegría, caín es el que mató a su hermano, caín es el que nació para ver lo inenarrable, caín es el que odia a dios" (p. 156). Pero, quizá, lo que le sucede a Caín cuando llega a los dominios del rey Noah y es convocado por su esposa, Lilith, para satisfacer sus demandas eróticas, es justamente esa posibilidad de conocer la esquiva alegría. Las escenas que construye Saramago en torno a esta relación, que trasciende largamente una aventura simple, son de una hermosa y profunda sensualidad, que nos lleva a imaginar a esa yegua insaciable que monta y es montada por el macho inocente pero vigoroso que es Caín. Esas noches y días interminables de placer y de comunión de los cuerpos se termina cuando Lilith se queda embarazada. Caín entiende que es el momento de partir. Su descanso ha terminado y debe volver a recorrer esa historia de atrocidades divinas sin atisbo de compasión y solo entendidas como una devastadora demostración de su omnipotencia, que en realidad no es tal, pues se muestra más bien como una demostración demasiado mortal del poder que tiene.
Ahora bien, el viaje que emprende Caín es un viaje no solo a través del espacio, sino también a través del tiempo, en presentes simultáneos, hacia el pasado o hacia el futuro. Un juego permanente con el tiempo y el espacio. Esto le da un particular sabor a la historia.
De tal modo, cuando Caín se encuentra a Abraham dispuesto a sacrificar a Isaac, su único hijo, solo porque Dios le pidió ese sacrificio como muestra de su fe, Caín se ve como un ser humano sensible y en búsqueda de actuar con libertad. Así, sin entender la actitud genuflexa y absurda de Abraham afirma que "Lo lógico, lo natural, lo simplmente humano hubiera sido que abraham mandara al señor a la mierda, pero no fue así" (p. 88). Caín tuvo que salvar a Isaac de ese absurdo sacrificio. Claro que Abraham intenta su defensa diciendo que "La idea fue del señor, que quería la prueba, La prueba de qué, De mi fe, de mi obediencia, Y qué señor es ese que ordena a un padre que mate a su propio hijo [...] Y si ese señor tuviera un hijo, también lo mandaría matar, preguntó Isaac, El futuro lo dirá [...] Si tú hubieras desobedecido la orden, qué habría sucedido, Lo que el señor suele hacer es mandar la ruina o una enfermedad a quien le falla" (p. 91). Terribeles conclusiones. Este pasaje me recordó su novel El evangelio según Jesucristo, en el que el mismo Jesús le increpa ciertas cosas a su Padre, pero finalmente el Padre ya tomó ciertas decisiones y no da marcha atrás, no solo en el sacrificio de su hijo, sino de toda la humanidad.
Aquello del "temor a dios" como principio básico de la fe sustenta esta pavoroso modo de entender a un dios supremo y todo bondadoso, pero capaz de haber permitido y hasta lanzado las matanzas que narra el libro. Por ello, es impactante la forma en que Caín le reclama a Dios por mayor transparencia, aunque también concluye que es sordo frente a quienes más lo necesitan.
El pasaje más estremecedor en la pugna de Caín con Dios es aquel que se da luego de las "pruebas" a Job: "Qué sabes tú del corazón de job, Nada, pero sé todo del mío y algo del tuyo, respondió caín, No creo, los dioses son como pozos sin fondo, si te asomas a ellos ni siquiera conseguirás ver tu imagen, Con el tiempo todos los pozos acaban secándose, tu hora también ha de llegar" (p. 168).
Como conclusión, la construcción de la historia es muy interesante y uno se prende del libro. Lamentablemente, los capítulo 12 y 13, referido a la historia de Noé y su arca, que le ponen fin a la historia y al libro, me parecieron bastante deslucidos. Creo que el libro no se merecí ese final, demasiado obvio, simple y casi banal.

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