Hoy pude leer un artículo muy interesante de Edmundo Paz Soldán: Del racismo latinoamericano y sus demonios. En él afronta un tema que es crucial en Latinoamérica: la existencia de ciudadanos de primera, segunda y tercera categoría, en nuestros países y también en el subcontinente.
Para esto, recuerdo mucho un trabajo que presenté en un curso que llevé en la Universidad con Guillermo Rochabrún y que no le gustó. A mí, en cambio, ese trabajo me pareció el resultado de un despliegue importante de reflexiones antiguas y recientes. En él quise mostrar cómo se estructuraba la sociedad en el sur andino peruano y, específicamente, en el Cusco y sómo se podía encontrar esa estructuración en la propia fiesta de la Virgen del Carmen de Paucartambo. Así, trataba de mostrar que aquella división de "clases" muy difundida en las ciencias sociales no resultaba suficiente, pues debía combinarse con una división en una suerte de "castas" étnicas. Rochabrún es un brillante profesor e intelectual y la nota que me puso me generó una profunda tristeza, pues fue un trabajo que a mí me significaba mucho.
Pues bien, muchos años después me encuientro con este artículo en el que encuentro muchas reflexiones que me recuerdan las mías de aquella oportunidad.
Paz Soldán afirma que "Lo irónico de toda esta situación [la discriminación racista que sufrió durante su estadía en Argentina] era que yo fuera víctima del racismo. Provenía de una familia de clase acomodada de Cochabamba, en los valles bolivianos, y jamás había sufrido racismo ni ningún tipo de discriminación en mi país. Por supuesto, lo que sentí en el extranjero me hizo pensar mucho en lo que había visto y oído en Bolivia. Un amigo me lo había dicho alguna vez: “Para haber nacido en Bolivia, hemos tenido suerte”. Un país con mayoría indígena, un país en el que esa mayoría no había tenido derechos hasta la revolución de 1952. Pertenecíamos al estamento minoritario con poder político, económico y social, e intuíamos que las cosas debían cambiar, pero, mientras más tarde ocurrieran esos cambios, mejor". Estas ideas las plantea también en su novela Palacio Quemado. Y es que, claro, los habitantes "mestizos" de estos países hemos tenido esa "suerte" a la que se refiere el amigo que cita Paz Soldán, pero tenemos también la desgracia de tratar de "blanquearnos" más; eso se desprende también de lo que dice este escritor. Siempres hay alguien a quien discriminar, pero hay alguien que nos discrimina.
Y es que este continente ha tenido este problema de maner tan dramática que vale la pena citar lo que nos plantea Paz Soldán: "Hacia fines del xix, muchos intelectuales comenzaron a preguntarse por qué al continente le costaba tanto encontrar la ruta de la modernidad. Como una respuesta salvífica, apareció el discurso de la degeneración [...] Los intelectuales hispanoamericanos hicieron suyo este discurso muy rápidamente, ya que daba validez científica a prejuicios raciales que existían en el continente desde la colonia, y explicaba fácilmente las causas del atraso". Esto lo hemos vivido en el Perú y aunque ahora no recuerdo datos más precisos, sí recuerdo algunos escritos sumamente racistas que eran el resultado de "concienzudos" análisis de los intelectuales de la época. ¿Cuándo surgió este problema el subcontinente? Difícil pregunta, pero me parece que, en este punto, Paz Soldán lanza una respuesta totalmente ligera y autocompaciente en su "blanquitud": "Aunque la leyenda negra ha convertido a los españoles en creadores del racismo en América Latina, lo cierto es que éste ya estaba ahí, en las relaciones entre diferentes grupos indígenas de todo el continente". ¿Ese "racismo" puede compararse al fenómeno que se inició con la invasión española de América? No creo.
Creo que ese punto de partida lo necesitaba para llegar a la conclusión que, de alguna manera, quería llegar:
"En Bolivia, la elección de un presidente indígena en 2005 hizo pensar a muchos analistas que permitiría la superación de los viejos prejuicios, la discriminación y el racismo que marcaron la historia del país. Evo Morales fue elegido con un apoyo considerable de las clases medias, tradicionalmente reacias a cederle el poder a los indios. En su discurso de asunción presidencial, Evo se acordó de los 500 años de abusos y de explotación, pero tranquilizó a los que recelaban de él al decir que no buscaba ningún tipo de revancha.
"La luna de miel duró poco: el proyecto político de Evo y su partido, el MAS (Movimiento Al Socialismo), es de clara índole etno-populista, y afirma la supremacía de la mayoría indígena a la vez que rechaza a la región amazónica del país (en la que se encuentra enclavada Santa Cruz, la ciudad más próspera de Bolivia). Los deseos de autonomía de esta región oriental chocaron con la resistencia de un Gobierno deseoso de un sistema económico en el que el Estado vuelva a ocupar el lugar central, y por ello desconfiado de la iniciativa empresarial de Santa Cruz. La demonización del Oriente por parte de Evo y su Administración ha producido una mayor polarización nacional y una exacerbación del racismo desde ambas partes".
Y es que, como él mismo nos lo advierte desde el comienzo, los cambios se saben necesarios, pero los fgrupos acomodados lo que quieren es que se demoren lo más que sea posible. Y si algún impertinente los empieza a apurar, entonces está aguando la fiesta a estos sectores. Lo que las sociedad genéricamente llamdas "mestizas" quisieran es no perder el control de los cambios que se avecinan. Por ello, Paz Soldán concluye:
"Las cosas están cambiando rápidamente. Los indígenas están conquistando su dignidad a la fuerza, los grupos tradicionalmente excluidos han conseguido tener representatividad, aunque eso no significa que la discriminación o el racismo hayan desaparecido. Los que antes eran racistas lo siguen siendo, sólo que ahora cuidan más sus palabras y se aseguran de decir ciertas cosas sólo ante gente de confianza; los excluidos, los que antes no eran racistas, están aprendiendo a excluir, a discriminar. La revolución de Evo triunfa, aunque el coste, las heridas en el consciente y en el inconsciente, parece excesivo. Un país de por sí dividido está aprendiendo a dividirse aun más.
"Bolivia muestra en extremo lo que ocurre en todas partes del continente: mientras más se globaliza el mundo, mientras más nos conectamos, parecería que se hace más urgente defender las particularidades locales. Quizás ésta sea una forma de defender una identidad propia: abroquelándose más y más ante lo otro, aunque lo otro muchas veces sea alguien tan cercano como nuestro vecino, nuestro compatriota".
Pero las cosas en Bolivia y también en nuestros países se siguen moviendo. Así, hoy se publicó un artículo de Rubén Atahuichi en el diario La Prensa de Bolivia, en el que manifiesta que a no ser que ocurra una calamidad política, "a las 18.00 del domingo la televisión estará anunciando la reelección de Evo Morales, quizás con una cifra mayor al 50 por ciento". Sería importante preguntarse si ese 50% de electores son solamente indígenas y si Evo ha perdido la confianza de los sectores medios de Bolivia".
Atahuichi continúa:
"Han pasado casi cuatro años desde que Morales conquistó el mando del país con una votación histórica, de la que ninguno que dice ser demócrata puede jactarse en estos lados. Quienes ganaban elecciones con el 23 por ciento eran paladines de la democracia, aquél es un “dictador” o “autoritario”. Cambios, cambios…
"Un campesino o un indígena tienen la misma condición que un “ciudadano”; tienen su espacio en la oficina o son bienvenidos en ella. Son del Estado y, por tanto, éste se ocupa de ellos (cuando Hugo Bánzer era mandatario, Branko Marinkovic y una decena de empresarios se refregaban las manos en la Cámara de Senadores mientras se aprobaba la Ley Especial de Reactivación de Empresas). Eso ha cambiado. Ahora los atendidos con privilegio son otros, la mayoría".
Y qué nos diría Paz Soldán de lo que señala el mismo Atahuichi: "¿Se imagina usted a Jorge Quiroga echar al Embajador de EEUU? ¿Recuerda que algún mandatario haya citado a su interlocutor extranjero en la madrugada? Que el funcionario de la Casa Blanca Thomas Shannon le cuente. Tuvo que ir a las 05.00, luego de llegar en la víspera, para reunirse con Morales".
Habrá que preguntarse si, en efecto, esto es propio de un líder que quiere, simplemente, voltear la tortilla, como si del famoso sueño del pongo se tratara. Creo que no. Creo que se está pensando, más bien, en la trascendencia de este tiempo.
Y en el mismo sentido ha escrito Guillermo Giacosa un artículo en el que le pide a Mario Vargas Llosa despreocuparse de Bolivia. Así, Giacosa nos informa que: "Según la Comisión Económica para América Latina (Cepal), en su Estudio económico de América Latina y el Caribe 2008-2009, publicado en julio, “el PBI registró un incremento de 6.1%, es decir, 1.5 puntos porcentuales más que en el 2007”, y “el incremento de la actividad económica se tradujo en un descenso de la tasa de desempleo que pasó del 7.7% al 7%”. Asimismo, señala el informe, el sector público no financiero registró un superávit equivalente al 3.2% del PBI. Al cierre de 2008, las reservas internacionales netas en poder del Banco Central de Bolivia alcanzaron un nivel histórico extraordinario: 46.3% del PBI. El Banco de Reserva de ese país tiene actualmente más de 8,000 millones de dólares. Nunca antes ningún gobierno boliviano había visto tanta plata junta".
Y claro, lo que faltaba: "Estos avances se han logrado a pesar de algunas medidas que usted calificaría de “populistas”, tal como el aumento del salario mínimo público y privado del 12% en el 2009, la entrega de bonos a favor de las madres gestantes, así como de las niñas y niños menores de dos años, los cuatro pagos de 120 bolivianos a las futuras mamás correspondientes a la asistencia para cuatro controles prenatales, y un pago de 120 bolivianos para el parto en instituciones designadas, así como un control posnatal y el pago a la madre en doce cuotas de 125 bolivianos para doce controles bimestrales integrales de salud".
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