En la revista Cambio de Colombia me encontré esta tira cómica, pero con un contenido dramático y muy real a la vez.
Empecé a leer la novela La balsa de piedra de Saramago y de ella la sensación que me queda por la humanidad no es de las mejores. Peor aun luego de haber leído, en la misma revista Cambio, el artículo Radiografía del turismo sexual en Cartagena, en el que se hace un recuento del flagelo de la pobreza de mucha gente que habita los barrios marginales de esa "Ciudad Heróica" que, aunada a la violencia que atraviesa ese país, empuja a su gente a seguir caminos terribles. "Se trata de asentamientos de origen ilegal, carentes de servicios públicos básicos como acueducto y alcantarillado, en donde el desempleo y la malnutrición son escandalosamente altos".
La crónica narra que un taxista es el mejor guía para los turistas sexuales, pues le ofrece la ciudad en pleno: "'Puedo conseguirle lo que usted quiera amigo, yo sé que usted debe estar buscando chicas. Le puedo conseguir chicas muy bonitas y voluptuosas inmediatamente'. ¿Cuánto cuesta? le pregunto: 'Es muy barato, dice él'. ¿Niñas jóvenes?".
Y esta realidad es tan cruda que concluye que "Algunas madres de estas comunidades ubican el involucramiento de niños en el comercio sexual dentro del contexto de la pobreza absoluta en que viven sus familias: el ingreso adicional que los niños traen a casa puede ser significativo, incluso crucial para el presupuesto del hogar. En algunos casos, las madres animan activamente a sus hijos a involucrarse en el comercio sexual; en otros, simplemente lo aceptan tácitamente".
Los niveles de degradación de la especie más desarrollada de la naturaleza son francamente de horror.
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