jueves, 12 de febrero de 2009

Anticlericalismo


Es complicado estar a contracorriente y, más aún, cuando esto implica cuestionar elementos religiosos que la gente, de manera poco racional, asume como absolutos. La fe es uno de esos aspectos que la gente —al menos de boca para afuera y en países como el Perú con más evidencia— asume como intocables e inmaculados.



La mejor expedición por terreno religioso la tuve gracias al libro de un ateo, José Saramago, El evangelio según Jesucristo. En esa novela muestra a un Cristo entrañable y admirable en su humanidad. Gracias a un último post del propio Saramago, titulado, Vaticanadas, me di cuenta que mi anticlericalismo tiene sustento y, además, es completamente justificado. Transcribo ese post:



"O vaticanerías. No consigo ver a los señores cardenales y a los señores obispos trajeados con un lujo que escandalizaría al pobre Jesús de Nazaret, apenas cubierto con su túnica de pésimo paño, por muy inconsútil que fuera y seguramente no lo era, sin recordar el delirante desfile de moda eclesiástica que Fellini, genialmente, colocó en Ocho y Medio para su y nuestro disfrute. Estos señores se suponen investidos de un poder que sólo nuestra paciencia ha hecho perdurar. Se dicen representantes de Deus en la tierra (nunca lo han visto y no tienen la menor prueba de su existencia) y se pasean por el mundo sudando hipocresía por todos los poros. Tal vez no mientan siempre, pero cada palabra que dicen o escriben lleva por detrás otra pegada que la niega o limita, que la disimula o pervierte. A esto ya muchos más o menos nos habíamos habituado antes de pasar a la indiferencia, cuando no al desprecio. Se dice que la asistencia a los actos religiosos va disminuyendo rápidamente, pero me permito apuntar que también es menor el número de personas que, aun no siendo creyentes, entran en una iglesia para disfrutar de la belleza arquitectónica, de las pinturas y esculturas, de todo ese escenario que la falsedad de la doctrina que lo sustenta al final no merece.


Los señores cardenales y los señores obispos, incluyendo obviamente al papa que los gobierna, no están nada tranquilos. Pese a vivir como parásitos de la sociedad civil, las cuentas no les salen. Ante el lento aunque implacable hundimiento de este Titanicque es la iglesia católica, el papa y sus acólitos, nostálgicos del tiempo en que imperaban, en criminal complicidad, el trono y el altar, recurren ahora a todos los medios, incluyendo el chantaje moral, para inmiscuirse en la gobernación de los países, en especial aquellos que, por razones históricas y sociales, todavía no han osado cortar las amarras que sieguen atándolos a la institución vaticana. Me entristece ese temor (¿religioso?) que parece paralizar al gobierno español siempre que tiene que enfrentarse no sólo a enviados papales, sino también a los “papas” domésticos. Y digo todavía más: como persona, como intelectual, como ciudadano, me ofende la displicencia con que el papa y su gente trata al gobierno de Rodríguez Zapatero, ese que el pueblo español eligió con entera conciencia. Por lo visto, parece que alguien tendrá que tirarle un zapato a uno de esos cardenales". No le quito ni le agrego una palabra.



En otro post, Saramago cita a Hans Küng, un teólogo suizo, quien dijo una verdad que los hechos demuestran a cada momento: “Las religiones nunca han servido para aproximar a los seres humanos los unos a los otros”.

2 comentarios:

Amazilia Alba dijo...

Aqui tenes el soundtrack perfecto para este post
http://epursimove.blogspot.com/2009/01/entre-mi-coleccin-de-msica-encontr-esta.html

Anónimo dijo...

Gracias, años que no escuchaba a La Polla records