Es cierto que los países requieren de inversiones privadas, extranjeras y nacionales, para lograr su camino al desarrollo. Es cierto que esas inversiones requieren de un ambiente de estabilidad para que se asienten. Pero los mitos que los neoliberales han impuesto en el Perú como dogmas de fe y que los ciudadanos nos tragamos sin mayor queja, una vez que se hacen evaluaciones comparativas se deshacen como hielo bajo el sol.
Hoy Humberto Campodónico publicó un artículo en La República en el que nos informa que "La UNCTAD, organismo de Naciones Unidas con sede en Ginebra, ha elaborado un ranking que incluye varios temas claves en la relación con el capital extranjero. En este ranking con calificación de 1 (lo más bajo) a 5 (lo más alto), Perú tiene la calificación de 5 (la más alta) en 4 de los 5 rubros".
Continúa señalando que "en el 'trato nacional al capital extranjero', los países industrializados (PI, EEUU, Canadá, Japón y Australia) tienen un puntaje de 2.8, mientras que los países en desarrollo (PED, China, Rusia, Chile, Malasia, Tailandia, Filipinas, Indonesia, entre otros) tienen 2.5. Perú es campeón con el máximo de 5 puntos y lo mismo sucede en la no discriminación a empresas extranjeras, en las leyes sobre repatriación del dinero invertido y convertibilidad de la moneda, así como en las leyes relacionadas con la expropiación de bienes extranjeros y su compensación".
Además, debe tomarse en cuenta que la cuestión de fondo "es que el trato nacional al capital extranjero es siempre un tema de negociación en los acuerdos comerciales que se rigen por el principio de la reciprocidad de la OMC: se otorga el trato nacional si el otro país también lo hace (o si otorga una concesión que el país juzga equivalente)". Sin embargo, en el caso del Perú, "el trato nacional al capital extranjero ya está en la Constitución", con lo que los países de los que son nacionales los inversores no tienen ningún incentivo para negociar.
Estas reflexiones me hicieron recordar la entrevista que el jueves le hizo Rosa María Palacios a Alfredo Barnechea, quien decía que había que buscar, para lograr el despegue del país, el punto medio entre la visión de los neoliberales y la izquierda arcaica. Barnechea, al ser preguntado por la periodista, le precisó que el Perú ya había vivido, en su historia republicana, hasta dos momentos de gran bonanza económica: la época del guano y lo que se denomina como República Aristocrática. Y a pesar de la gran bonanza, solo quedó al Perú una nueva élite de millonarios, pero no un futuro mejor. ¿Qué hacer para que no se r`pita esto en un momento extraordinario como el del presente? Recuerdo también lo que se ha dicho de la ciudad boliviana de Potosí, que en el pasado fue la ciudad más rica de la América Latina y hoy es una ciudad pobrísima dentro de un país igualmente pobre.
Habría que lograr que los inversionistas generaran, además de sus impuestos, algún valor agregado intangible para el Perú.
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