viernes, 10 de octubre de 2008

La felicidad de algunos, la tragedia de muchos

La BBC hace referencia a un estudio del Banco Mundial que "muestra que una de las raíces de este problema de desigualdad de ingreso corresponde a las condiciones de las personas al nacer: desde la raza y el género hasta el lugar de nacimiento, incluyendo la ocupación y nivel educativo de los padres". Además, indica el estudio que, entre los países con menos oportunidades, se encuentran Bolivia y Perú, en Sudamérica. Y la conclusión de ese informe es que, para atender esta problemática, las políticas públicas deben focalizarse en los sectores más desfavorecidos.

Sin embargo, la pragmática política neoliberal no duda en contradecir sus propios "principios" cuando de asegurar y maximizar sus ganancias se trata (y por lo tanto minimizar sus pérdidas). De ese modo, se ha procedido a las medidas de salvataje del sistema financiero de los países del primer mundo sin ningún tipo de pudor, destinando inimaginables cantidades de dinero a trata de arreglar los tremendos problemas generados por la codicia de esos grupos de poder. Pero, por si eso fuera poco, me encuentro hoy con lo que afirma Guillermo Giacosa en su columna: "El lunes abrí la edición digital del New York Times y me encontré, en primer lugar y como una excepción a las desgracias que se anunciaban, la imagen de un hombre feliz. Su nombre es Richard Fuld y su tarea, hasta hace muy poco, era conducir un gigante de 158 años llamado Lehman Brothers hacia una incesante acumulación de riquezas. Y Richard es feliz no porque haya podido cumplir esa meta sino, precisamente, por lo contrario, por haberla frustrado. Sus políticas transformaron Lehman Brothers en un Titanic de tierra y hundieron los sueños acumulados por más de un siglo y medio. Él, como pasajero privilegiado, se salvó para el resto de su existencia pues recibirá, por su desastrosa labor en el cargo entre 1993 y 2007, una indemnización de casi 500 millones de dólares. No es una cifra espectacular si se tiene en cuenta que, en el último año en el cargo, el afortunado señor Fuld ganó 45 millones de dólares. Eran otros tiempos, que seguramente no volverán, en los que un ejecutivo podía ganar más de trescientas veces el sueldo de un trabajador ordinario". Creo que cae a pelo el cómic que publicó en su Web Juan Torres Lopez, recogiéndolo de La OPinión de Málaga, del 9 de octubre.


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