Gracias a un post de
Amazilia Alba, he podido conocer al artista ocabambino Porfirio Ayvar, en quien puedo ver la misma preocupación por atender la demanda que antes empezaron a satisfacer diversos artistas andinos como el Duo Gaitán Castro, Alborada, Uchpa, por solamente citar algunos: la modernización de la canción andina e, incluso, su urbanización, si se quiere apostar a futuro. Esto llegó a su máxima expresión con la banda Uchpa que, además, empezó tocando en el denominado "circuito vernacular" donde, a pesar de tratarse de un público plural generacionalmente hablando, recibió buena acogida. Y en el caso del público que se aprecia en los videos de Porfirio Ayvar colgados en ese post, se puede notar también que, aunque esencialmente juvenil, hay también personas que ya no podrían, aunque se extienda la cuerda en demasía, ser consideradas jóvenes, cronológicamente al menos. Y eso es algo bastante llamativo, al menos en sectores urbanos más occidentalizados en los que la división generacional se presenta de manera algo más marcada.
Por otro lado, Amazilia escribe que a ella no le gusta mucho el huayno misti [sic] "por su temática de amores contrariados y tristes" y esta afirmación me da pie para hablar de algo que siempre me ha perseguido. Aprecio la literatura y dentro de ella la poesía. La poesía es diversa, pudiendo darse versiones poéticas abstractas en su construcción metafórica (como César Vallejo entre nosotros, o Tomas Eliot) o versiones "más sencillas" y directas (como Pablo Neruda o Gustavo Adolfo Becquer). Lo que destaco de ese quehacer artístico es su inefable logro en la construcción de la belleza, independientemente de la forma. Cito algunos versos para tratar de ilustrar lo que digo:
"Amada, en esta noche tú te has crucificado
sobre los dos maderos curvados de mi beso;
y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado,
y que hay un viernes santo más dulce que ese beso".
(César Vallejo)
"Yo observo: «¡Nuestra amiga sentimental, la luna!
O quizás (es fantástico, confieso)
puede ser el globo del Preste Juan
o una vieja y abollada linterna colgada en lo alto
para alumbrar a los pobres viajeros en su angustia».
Y ella entonces: «¡Cómo divagas!»".
(Thomas Eliot)
"Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos".
(Pablo Neruda)
Podrá nublarse el sol eternamente;
Podrá secarse en un instante el mar;
Podrá romperse el eje de la tierra
Como un débil cristal.
¡todo sucederá! Podrá la muerte
Cubrirme con su fúnebre crespón;
Pero jamás en mí podrá apagarse
La llama de tu amor".
(Gustavo Adolfo Bécquer)
Simplemente, con esta cita arbitraria de versos de estos poetas, quiero mostrar que la belleza no tiene una única forma de expresión. Y el amor ha sido uno de los temas más recurrentes en las artes en general, lo que no le quita por sí mismo nada.
Sin embargo, en el caso de la canción andina y, con especial énfasis en el huayno, se da también una profunda variedad, dentro de la cual el tema amoroso y la tristeza y melancolía han sido el monotema, especialmente en esa vertiente más comercial a la que asociaría con mayor propiedad el uso del término "vernacular", en la que, al igual que en cualquier versión comercial del arte, importa más el marketing del producto más que su calidad; en esos huaynos, por ejemplo, se han trabajado con gran simpleza las letras, prácticamente a un muy básico nivel:
"Qué lindos son tus ojos
Qué dulces son tus labios
Hermoso chico eres tú
De lindos ojitos negros".
(Dina Páucar)
"Quien no para en las cantinas
tomando una cervecita
quien no vive una decepcion
quien no llora por un amor".
(Sonia Morales)
La crítica oficial del arte, especialmente limeña y criolla, equiparan música andina con estas expresiones vernaculares. Eso es totalmente errado, pues frente a ello, tenemos otras variantes del huayno:
"Yo no soy la piedra dura, que con el cincel se labra,
ni soy como el acero, que se funde con la fragua.
Yo soy el agua de puna, que labra la cordillera,
y cuando hay avenida, abre surcos donde quiera".
(Duo Arguedas)
"Lloraré en silencio, negra,
hecho pedazos, mi amor herido,
al leer tu última carta,
donde me dices ya no te quiero.
La culpa yo no la tengo,
si el quererte fue un delito [...]"
(Sonia Yasmina, intérprete)
Siempre he creído que la canción es el resultado de la combinación de música y poesía y, por ello, me parece muy importante el que se trabaje mucho las letras de una canción. Creo que la actualización de la canción andina implica un trabajo más profundo a nivel de las letras, en kechua o en castellano, un acercamiento más artístico, independientemente del tema que es adjetivo. Esto no puede pasarse por alto. Y en este aspecto, la música ayacuchana ha mejorado muchísimo también. Y estas letras no pueden persistir excluxivamente en ambientes bucólicos que no describen un Perú más bien mayoritariamente urbano.