martes, 11 de noviembre de 2008

"Dioses" en Lima

El segundo largometraje de Josué Méndez, la película Dioses, ha merecido por lo menos tres premios hasta el momento, dos a nivel nacional y uno fuera del Perú. Y la crítica está siendo, hasta donde he podido leer, bastante amable, considerando además que contó con el apoyo de Stephen Frears, afamado director británico de cine.

Pues bien, yo voy a dar simplemente mis impresiones luego de la visualización del film:
  1. Me parece una buena película, aunque me gustó más por algunos pasajes muy logrados, desde un punto de vista psicológico antes que sociológico.
  2. Se dice que esta película constituye un gran retrato del estilo de vida de la "clase alta" limeña, además, de que, dentro de ese contexto se aprecian a diferentes grupos sociales dentro de una misma casa y en una suerte de ghetto, en una exclusiva playa. En realidad no lo sé, no sé si esa "clase alta" es o no es así. Es más, los más osados han señalado que se trata de una suerte de "Un mundo para Julius" del siglo XXI.
  3. Sin embargo, me da la impresión que se ha trabajado mucho sobre la base de estereotipos, que bajan la calidad de esta película en momentos como, por ejemplo, el de la reunión religiosa de las "señoras", escenas a través de las que quiere ponerse en evidencia lo contradictorio de la fe religiosa y las relaciones entre la "gentita" y su servidumbre. Otro momento de evidente —y hasta grotesco— estereotipo es el de la visita de Elisa (Maricielo Effio) a su madre, en el que aflora "el barrio" o el callejón; creo que habría sido más inteligente y hasta natural el que no se recurra a esos "tipos sociales" (por emplear una categoría weberiana) tan disímiles, sino que podría haberse explotado de mejor manera la profusa escala de grises que entretejen nuestra sociedad; así, Elisa podría haber sido, mejor, una chica de clase media, simplemente, sin recurrir al maniqueo recurso de la "abuela" andina.
  4. Tres personajes me mostraron certeza en la propuesta de Méndez: Elisa, Diego y Andrea. En el caso de Elisa, me gustaron mucho las escenas en que establece con el público una comunicación gestual que nos informa de su incomodidad con la situación, con las personas que la rodean, su ajenitud, su esfuerzo por ser como ellos, sus disfuerzos. La idea de que fuera arequipeña, me insinuaba un origen clasemediero que habría sido enriquecedor para su rol, pero esto empobreció con la pesadilla en la que se aparecen su madre y su abuela en casa del magnate.

  5. En el caso de Diego, este es el personaje más complejo y rico. Lo atormenta el deseo incestuoso —lo más dramático, comprendido por su hermana y a la vez fuente máxima de sus deseos— que lo lleva a explorar el deseo sexual con Andrea, su hermana. El sentimiento de culpa lo mina, pero no al punto de derrotar su lascivia. Incluso me queda la duda, aunque no haya mayor sustento para ello, de si no habrá sido él quien embarazó a su propia hermana. Su relación con todos es la de un niño al que nadie toma en serio y a quien su padre imagina distinto y, en realidad, desprecia, porque lo considera "una mierda". Todos lo palmean, todos quieren al niño que es, pero todos lo ignoran, a pesar de lo que de algún modo protege a una de las sirvientas del acoso de uno de sus amigos. Su hastío con esa vida fofa, encuentra en la cocina, entre la servidumbre, un refugio o una boya que de alguna manera lo salva. Claro, complaciente con el estereotipo, este muchachito que descubre el mundo real de la mano de Nelly, la más vieja de las empleadas domésticas, termina señalando su derrotero profesional y de vida: psicólogo o sociólogo.
  6. El caso de Andrea (la hermana de Diego) es también interesante. Padece de esa enfermedad del mundo moderno según Milan Kundera: el aburrimiento. Y necesita sensaciones extremas para sentirse viva. Su realidad la aniquila, ella quiere ser otra, no quiere su vida, no quiere eso que es. En el caso de Nelly, me llama la atención pues muestra la resignación de una persona con su situación, algo así como la serena quietud del siervo, que justifica la actitud de los patrones y que, a pesar de todo, manifiesta que el señor es bueno. Claro, cuando puede hablar a solas con la otra empleada lo hace en kechua y se da un espacio para la crítica a esa gente.
  7. Creo que el gran ausente en esta historia, como en casi todas las que se cuentan desde Lima, es la clase media provinciana, esa que pudo estar representada por Elisa. Esa es una veta riquísima y aún no explotada en la búsqueda por entender nuestra sociedad.
Termino con una reflexión que hace el propio Josué Méndez: "Yo siento que existe una urgencia por tratar este tema, una importancia en mostrar cómo la miseria moral, y no sólo la miseria económica, está presente en mi sociedad, y cómo ésta no es característica exclusiva de las clases más humildes, sino mas bien el dilema mismo que nos define a todos e impide que nuestra sociedad evolucione hacia una más inclusiva, acogedora y sincera".

lunes, 10 de noviembre de 2008

No más capitalismo

Se ha publicado un comunicado titulado ¿NUEVO CAPITALISMO? del que también informa Juan Torres López. Este comunicado está firmado por los intelectuales Federico Mayor Zaragoza, Francisco Altemir, José Saramago, Roberto Savio, Mario Soares y José Vidal Beneyto.
Destacar algo que creo que es muy importante: se trata de un llamamiento ético y moral a la humanidad, con la finalidad de construir una sociedad distinta, más justa. No se trata de un anuncio de un hecho ineluctable por venir o un acontecimiento que llega como ley histórica, no. En otras palabras, se trata de un imperativo moral.
Señalan los firmante que "ahora debemos ser 'rescatados' los ciudadanos, favoreciendo con rapidez y valentía la transición desde una economía de guerra a una economía de desarrollo global, en que esa vergüenza colectiva de inversión en armas de 3 mil millones de dólares al día, al tiempo que mueren de hambre más de 60 mil personas, sea superada".
En fin, ante la evidencia de que el sistema en el que vivimos está en crisis, sería importante lograr que los gobiernos opten por salvar a la ciudadanía del mundo, antes que a los causantes de este mundo inequitativo.

sábado, 8 de noviembre de 2008

Destino

Empezó el camino, ya no recuerdo hace cuánto tiempo;
recuerdo, sí, el miedo acorralándome,
miedo antiguo, miedo como el que sentí
aquella mañana de agosto
en un río de la selva cusqueña
cuyas aguas me iban devorando, hambrientas,
y del cómo, de la nada, surgió aquella roca inefable
en la que me puse de pie y volví a ver el color azul del cielo:
despedí, irreverente,
el llamado de un visitante, por años, convocado.

Miedo, sí, como aquella madrugada de febrero,
en la implacable región de Chumbivilcas,
enfrentando mi soledad, sorprendido
por la única visión fantasmagórica —falsa, además—
que he tenido. Claro está, la parálisis
se extendió breves minutos,
pero el halo del misterio se hizo más grande.

Han pasado años y millas recorridas, seguramente.
El negro de mis cabellos ha cedido al color de la ceniza,
pero el miedo ha cobrado visos de absoluto y de eternidad;
mis pies encallecidos no lograron doblegar
el pavor de las tardes adivinando el futuro,
es más, el terreno perdura ignoto todavía,
y así aguardo resignado la artera emboscada,
más temprano que tarde,
de los designios dictados
—dios, quimera dormida—
que atraparán los pocos sueños que aun cargo en la alforja.



Derik Latorre Boza

viernes, 7 de noviembre de 2008

¿Quién mató a la llamita blanca?

Por Guillermo Salas, supe que la película boliviana ¿Quién mató a la llamita blanca? se encontraba completa en Youtube. Por tanto, pude verla y aunque coincido casi completamente con el análisis que él hace de la película, me parece importante destacar algunas cosas:
  1. Se trata de una aguda mirada, llena de ironía y autocrítica, del país del sur. No se trata de culpar a un grupo y exculpar a otro, sino que es propiamente tratar de entender cómo son y por qué. No se trata de una mirada autocomplaciente, a pesar de que, al final, los tortolitos, esos delincuentes héroes que protagonizan la historia, resultan victoriosos y se convencen de enderezar sus ya bastante torcidas vidas.
  2. El narrador es el que traza el hilo conductor de la historia y, como todo en ella, inicia su participación con una frase demoledora: "El paraíso del subdesarrollo". Aparecen, en ese momento, imágenes de protestas con toma de carreteras, quema de neumáticos, algo que no debe parecernos muy ajeno a los vecinos del país del altiplano, a pesar de que, como en el caso del Perú y a decir de la CADE, seamos un país "de primera". "Las reglas solo las respetan los cuadrados", principio básico de nuestra anomia. Y la paradoja mayor: "Estamos en crisis, sin embargo festejamos de todo y de nada [...] ¡qué viva el carnaval!, ¡qué viva la fiesta!, pero no nos unimos para nada".
  3. El propio narrador, refiriéndose a ciertos funcionarios públicos, manifiesta que sigue funcionando aquellas máximas éticas ancestrales: Ama Sua, Ama Qella, Ama Llulla, aunque algunos prefieran A Miami.
  4. Es una muestra de las tirantes relaciones entre "qollas" y "cambas", una de las formas de división de ese país.
  5. Irónico que el Jefe de la Policía que persigue a los tortolitos se refiera que es lindo sacarles la "injundia" a estos maleantes y mejor si son estos indios cochinos o peruanos. Cuando años atrás estuve en la ciudad de La Paz, había ese concepto venido a menos de los peruanos, como los autores de múltiples delitos. Se burlan también de los argentinos, representados por los Hare Krishna.
  6. Ahora, el suceso que da título a la película (el atropello por los tortolitos de una llamita blanca, hecho del cual los lugareños de ese paraje altiplánico culpan al Míster Bolivia, Duston Larsen, hijo de un terrateniente gringo radicado en Santa Cruz, y gringo él mismo) es una cuestión anecdótica, casi intrascendente en la película. Y solo dejan imágenes estereotipadas que, al final, no aportan gran cosa al film.
  7. Lo que me llamó la atención y creo que le da ese aire "cool" a esta historia es la casualidad que conduce a los tortolitos hacia su objetivo y los va salvando de una captura inminente y hasta los enfrenta con ellos mismos (ella resulta embarazada en una relación extra pareja). Todo es muy casual, desde el robo que sufren de todos los neumáticos del minibus que les dieron (y que luego es informado como dato a la policía, para su captura), por ello roban ellos otro minibus azul y, siempre relax, hacen un pago al Tata Illimani, Apu mayor de La Paz. Luego, mientras la policía les sigue los pasos, se dan un tiempito para participar en una fiesta, en la que también sus captores participarán; o en la persecusión en el Chapare, que no concluye con su captura porque el carro de los policías se queda sin gasolina. Y así, una serie de casualidades.
  8. Otro pasaje que me hace pensar mucho en lo que sucede en nuestros países es la que se desarrolla en el mercado de Cochabamba, donde aquello de que "el cliente tiene la razón" es falso, pues le imponen al comensal (el tortolito) la comida no como la pidió sino como se la sirvieron.
  9. La crítica que hacen de la religión católica es también frontal y, sin embargo, amena. Este es un tema que me parece que puede explotarse más.
  10. Hay problemas, y no pocos, en la calidad de la actuación. Es un asunto que falta afinar.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

El racismo otra vez en boca de todos

Ganó Barack Obama y es hoy el primer presidente negro de ese país y, en vista de que está de moda otra vez el racismo y hasta su superación como tara humana (el diario La Prensa de Bolivia, irónicamente, tiene como editorial principal en su edición de hoy que Obama rompe supremacía blanca y es el nuevo presidente de EEUU, como si en ese mismo país no se estuviera viviendo un proceso similar con el Presidente Evo Morales), los medios en el Perú empiezan a abordarlo. El Comercio ha publicado hoy un artículo titulado Racista ¿yo?. En él se dan resultados de alguna encuesta realizada por la Universidad de Lima y se tiene, por ejemplo, que el 75,6% de los peruanos creen que los peruanos (como si fueran otros) son racistas, mientras que cuando la pregunta es si uno mismo se condiera racista, el 89,9% responde que no. Una contradicción flagrante que busca ajenizar la responsabilidad y que, en realidad, mantiene el patrón del racismo peruano: su naturaleza encubierta. Un dato francamente alentador es que entre los menores de 27 años, el racismo es catalogado como el peor problema del Perú en un 5,8%, porcentaje que resulta destacable si se lo compara con otro grupo etáreo que va desde los 28 hasta los 70 años. Como lo creía González Prada, quizá es hora de que la juventud resuelva los problemas que los adultos no pudimos o no quisimos afrontar.
Por último, llama la atención el que se hayan impuesto multas importantes (mayores a S/. 100 000,00) por prácticas racistas a diferentes discotecas. La pregunta que debiera responderse es si esas multas se pagaron o, como suele suceder en nuestro país, solamente engrosan los anaqueles de las cuentas por cobrar.

lunes, 3 de noviembre de 2008

"Ensayo sobre la ceguera" y "Blindness"

La novela "Ensayo sobre la ceguera" de José Saramago construye un escenario sobrecogedor en el que, por la propia ausencia de visión, los seres humanos hacemos "de los ojos una especie de espejos vueltos hacia dentro, con el resultado, muchas veces, de que acaban mostrando sin reserva lo que estábamos tratando de negar con la boca" (p. 25), a tal punto que quizá sea exacto aquello que alguno de los personajes (en esta novela no importan los nombres) dice: "De esa masa estamos hechos, mitad indiferencia y mitad ruindad" (p. 40). Especulo que puede ser ese mismo entorno de salvajismo y de caos el que subyace el "Informe para ciegos" de Ernesto Sábato, en "Sobre héroes y tumbas". Y, en medio de ese escenario caótico, lo puro que hay en nuestra humanidad lucha, incesante, por sobrevivir, por no sucumbir en el piélago de mugre y egoismo.

Las 329 páginas de la novela de Saramago han sido adaptadas en 120 minutos en su versión cinematográfica, con el título de Blindness, cuyo director Fernando Meirelles, ha tenido la osadía y, además, la versatilidad necesaria para hacernos ver la ceguera peculiar que ataca esa ciudad, ese "mar de leche" que no es como la ceguera común, caracterizada por la oscuridad y, por tanto, la ausencia de luz, sino todo lo contrario, una ceguera luminosa y blanca. Y creo que la sensación que deja al espectador la película es la que se resume en la sentencia del médico oftalmólogo en el libro: "la muerte no es más que el efecto de una desorganización", para luego concluir, ante la pregunta de cómo podría organizarse una sociedad de ciegos para que viva, "Organizándose, organizarse ya es, en cierto modo, tener ojos" (p. 297).

El escenario es tenebroso, realmente. Es la guerra por la supervivencia, guerra entre las personas que necesitan socializar, guerra contra los hedores y la podredumbre, guerra contra uno mismo, guerra entre quienes se aman, como el conflicto que viven el oftalmólogo y su mujer, la única persona inmune a la ceguera (aquella que justamente no estimó los riesgos ante el posible contagio). Llega el momento en que él, ciego, siente rabia por la dependencia absoluta respecto a su mujer (vidente) y ésta, a su vez, con el peso de cargar con una ceguera colectiva y ser la única que ve los horrores que los ciegos generan sin ver. Es justamente ella, la que no entiende, por cuanto no está ciega, "que una persona se acostumbra a todo", porque podría incluso haber dejado de ser persona (p. 228) y puede, a pesar de ello o quizá por ello, continuar. Como si no existiera límites para lo malo o el mal.

Es hermosa la escena en que, luego de voluntariamente haberse prostituido por alimentos para su grupo, las mujeres retornan con una de sus compañeras moribunda en brazos y ya muerta le dan abluciones conjuntas que las purifica también a ellas. Hermosa escena, profunda y tierna. En esa escena, como se lo comentaba a mi compañera, entendí la fortaleza femenina y la verdad de la superioridad maternal, que se nos ofrece como regazo en esos momentos de flaqueza. En la película, el rol de esta mujer lo tiene Julianne Moore, que lo desempeña con maestría actoral. Y una de las escenas en que resulta evidente esto es cuando la chica de las gafas oscuras (la prostituta, ya sin las gafas, claro está), en busca de ternura, hace el amor con su esposo, quien se olvida, en el frenesí que lo envuelve, de que es justamente su mujer la única persona que podría verlo, como sucede efectivamente.

El libro es una angustia que se extiende por el tiempo que tome su lectura, al igual que la película es un angustiante recorrido de dos horas; vale la pena precisar que en la película se logra dar vida al anonimato absoluto que caracteriza el libro, pues, según en deseo de Saramago, no se puede siquiera identificar en qué ciudad se filmó. Desconcertante.

Ahora bien, en el libro hay un substrato político que puede sospecharse y que en la película pasa completamente desapercibido. Así, cuando en la novela se dice que "Los ciegos están siempre en guerra, siempre lo han estado" (p. 198), aunque los invidentes puedan tomarlo a mal (a tal punto que organizaciones de ciegos estuvieron planteando un boicot contra la película), me parece que debiera leerse en comunión con el final: "Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, Ciegos que ven, Ciegos que, viendo, no ven" (p. 329). Un llamado a la reflexión de este mundo en el que suceden tantas atrocidades previsibles, que pudieron prevenirse o resolverse, pero que, ciegos, como humanidad, somos incapaces de ver.

La novela tiene un evidente contenido filosófico y, aunque no desde una perspectiva precisamente optimista, nos enfrenta con lo que es la realidad, ajena a esperanzas y sueños: " a fin de cuentas lo que está claro es que todas las vidas acaban antes de tiempo" (p. 222). Y a pesar de esa dura evidencia, nos quedan resquicios de humanidad que se muestran, tenues, paradójicamente en nuestras flaquezas, "menos mal que todavía somos capaces de llorar, el llanto muchas veces es una salvación, hay ocasiones en que moriríamos si no llorásemos" (p. 104).

Post Escriptum: Una crítica, no sé si a la propia película o, más bien, a la reproducción en la sala a la que asistí, es el corte abrupto entre el inicio de la epidemia (cuando ya el médico se ha vuelto ciego) y el inicio de la cuarentena decretada por el gobierno; no hay una vaso comunicante y solo se entiende cuando la voz del narrador (como dicen los huachafo, "en off") va explicando esto. Me parece que podría haberse logrado un mejor tránsito, recurriendo a algún vaso comunicante visual, antes que el puramente narrativo y ex post.

sábado, 1 de noviembre de 2008

Todos los Santos y el Día de los Muertos

El 1 de noviembre se celebra, de acuerdo al calendario católico, el día de Todos los Santos. Pero, empezando también ese día y hasta el 2 de noviembre, se celebra el día de Los Muertos, celebración de origen prehispánico, que ha sido reconocida incluso como Patrimonio de la Humanidad. Esta fiesta, la de Todos los Muertos, es conocida como mexicana y hasta centro americana. En Sudamérica es conocida esta fiesta en Brasil y, cerca de nosotros, en Bolivia, donde existe el culto a las Ñatitas, pero no ha logrado mayor difusión en su versión peruana —hoy, por ejemplo, el diario El Comercio informaba que "limeños recuerdan a los muertos con música, comida y cerveza".

Y es que, claro, en el Perú la competencia está sesgada oficialmente a favor de lo que es el Halloween y el Día de la Canción Criolla, que se celebran el 31 de octubre. De ese modo, tanto el día de Los Vivos como el de Los Muertos, no alcanzan sino resonancia como costumbre marginal, popular.

En el caso mexicano existe, en esta fecha, una costumbre casi futurista: el juego de la pelota encendida, que le da en la yema del gusto a la exigencia lúdica de estos tiempos: adrenalina al máximo. Algo de eso debiera darse entre nosotros, a fin de apuntalar lo mejor de nuestras costumbres hacia el futuro y no ser las víctimas pasivas de la penetración cultural.

Veía un reportaje en el que en un distrito de la gran Lima, salieron muchos niños y adolescentes a "protestar" contra la celebración del Halloween pues es una costumbre "pagana" y hasta "demoníaca". Pues bien, esa protesta es un disparo contra uno mismo e instigada por los prejuicios evidentes del catolicismo. En todo caso, creo que debiéramos ser capaces de recrear el Halloween y, de alguna manera peruanizarlo, sin ser absorbidos por éste.

E insumos para ello tenemos muchos. Hoy, día de Los Vivos, quiero dejar testimonio visual de dos recuerdos que aun palpitan en el Cusco: la wawa de pan (algo que regalan a las niñas) y el caballo de pan (regalo de los niños). Aun recuerdo vívidamente cómo sufría al ir comiéndome ese pan, empezando por las patas, hasta devorarlo por completo. Era, en todo caso, una pena sabrosa e irresistible.