El sikuri que he colgado arriba, titulado Sapaq'ollo, es de una belleza profunda e inasible. Para los creyentes, creo que su perfección artística podría ser la muestra de la existencia de Dios; para los no creyentes, inocula, seguramente, la certeza en sus dudas. Pero, también, es la muestra de las obras de que es capaz el ser humano, en su afán de pequeño Dios de este mundo.
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