Nicolás Lynch escribe hoy en La República un artículo muy profundo sobre la esperanza. Dice en una parte: "Esto es muy significativo para alguien de mi generación, que surgió a la vida adulta y a la vida política en la década del 70, signada por la esperanza en que podíamos aspirar a un mundo mejor. Esta esperanza, más allá de las convicciones íntimas, había pasado de moda. Es más, luego de haber visto en una sola vida dos modelos de desarrollo y dos formas de entender el mundo, la solidaria de nuestra juventud y la individualista de nuestra vida adulta, parecía casi imposible que pudiéramos volver a ver, atisbos siquiera, de una nueva vuelta de tuerca".
jueves, 9 de octubre de 2008
Un aniversario más de la muerte del Che Guevara
Se podrá estar a favor o en contra de los ideales que motivaron al médico cubano argentino Ernesto Che Guevara a dejar de lado una vida común y corriente, dedicándose por entero a luchar por ellos; pero creo que lo innegable es que es si no la mayor figura del siglo XXI una de las más importantes personalidades de la historia universal.
La misma canción, en versión de Buena Vista Social Club.
La misma canción, en versión de Buena Vista Social Club.
martes, 7 de octubre de 2008
Del gran ventrílocuo y los títeres
Juan Torres López ha publicado este video que resulta francamente absurdo, pero no por ello menos real. En sus palabras: "Se trata de dos intervenciones parlamentarias. Una, la del Primer Ministro australiano John Howard el 18 de marzo de 2003; otra, la del primer Ministro de Canadá Stephen Harper un par de días después. Las dos, apoyando a Estados Unidos y justificando la guerra de Irak. Pero lo realmente impactante es que ¡¡las dos intervenciones son exactamente iguales!!Luego dicen que hablar de un poder imperial dominando el mundo es una paranoia". ¿Será que el mercado razona igual en supuestos iguales?
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lunes, 6 de octubre de 2008
¿Qué está en crisis en el mundo actual?
Ayer, en un restaurante, mientras contemplaba a mis hijos en los juegos que instalan para los niños, dos niños, quizá hermanos o primos, salieron y se acusaron mutuamente ante la ¿madre?, de haberse agredido. La madre sentenció que se iban y, como comentario final, manifestó que en lugar de pelear entre ellos, juntos debían cuidarse de los demás. Esto me llamó a reflexión, pues es esa forma en la que estamos socializando en este "mundo globalizado", viendo en los otros, en el prójimo, un agresor en potencia, del cual defendernos, nunca alguien con quien debiéramos practicar la solidaridad, sino por el contrario competidores y, por tanto, enemigos.
La crisis financiera actual, que tiene lecturas distintas, me parece a mí —debo confesar que, al menos, la idea me ilusiona— el principio del fin del "capitalismo salvaje" (aunque este concepto sea redundante). Claro, eso no significa negar que el mercado es el mejor sistema de asignación de recursos, pues la competencia real, en efecto, hace que mejoren la calidad y el precio en la oferta, siempre en relación, claro está, con la demanda. Sin embargo, estos últimos veinte años fueron la muestra palmaria de la "reificación" del mercado, a tal punto que ese cuasi "ser" tiene prácticamente emociones, sensaciones, ya que puede estar viviendo un ambiente de confianza y las cosas van bien, pero si empiezan sus nervios, la cosa se empieza a poner mala. El mercado goza, el mercado sufre, el mercado padece resfríos, el mercado tiene alegrías.
Entonces, la idea es que a la relación libre entre la demanda y la oferta (el mercado) no se le otorgue un carácter cuasi divino, que lo independice de las relaciones sociales y menos que estas últimas se supediten a sus designios, pues ese mercado es el resultado, más bien, del permanente interactuar social. Si asumimos lo contrario, es claro que la "selección natural" se aplicará a todos los aspectos de las relaciones humanas, pues, incluso en la socialización entre niños, las víctimas de la reificación mercantil, enseñaremos a nuestros hijos que el otro no es más que un competidor, un enemigo, al que —si quiero tener éxito— tengo que derrotar y, si puedo, destruir. La competencia es útil en la medida que sea medio para mejorar nuestro rendimiento, pero pierde su carácter de incentivo cuando deviene en un fin en sí misma.
Es quizá eso lo que también puede concluirse luego de ver los filmes "Ciudad de Dios" y "Tropa de Élite". Estas dos películas brasileras, muestran las situaciones extremas que se viven en el Brasil, pero también, de alguna manera, en nuestras sociedades. Claro, esto siempre y cuando no hagamos un análisis con anteojeras políticas e ideológicas, sino, más bien, con un criterio realista.
En "Ciudad de Dios" estamos en un ámbito de ausencia total del Estado, vacío regulatorio que llenan las pandillas de narcotraficantes con sus propias reglas. Es la ley de la jungla de cemento, vence el más fuerte, el más salvaje; siguiendo las leyes económicas, todos buscan maximizar, dentro de su contexto, sus beneficios y ello puede ser logrado si copan los mercados de la droga, que tienen elevada demanda (aquí habría que abrir una línea de debate sobre la penalización o la legalización del consumo y el tráfico de drogas). Esa selva reclama también un pacificador, aun a costa del miedo, y por tanto aparece Zé Pequeño, con su fuego infernal, desde niño, como predestinado a ser el mayor criminal de la favela. Pero ahí está también Buscapé, el niño que no quiere ser arrastrado por ese torbellino de violencia y que quiere escapar de ese mundo a través de la fotografía, objetivo que, al final, logra, entre otras cosas, porque no tiene la capacidad para vivir esa guerra perpetua. Y él es testigo privilegiado de ese infierno, en el que la corrupción de los aparatos estatales, como la policía, juega un rol central.
En el caso de "Tropa de Élite", se trata de la mirada desde el otro lado, sin actitudes de beato ni nada por el estilo. ¿Cómo se combate ese submundo de los traficantes en el que confluyen además hijos de la clase media y alta de la sociedad, así como muchos policías? El statu quo es agobiante y tres jóvenes reclutas de la policía se enfrentan a esa dura realidad, pues ellos quieren cumplir con su deber: desde lograr la reparación de los vehículos de la policía, cuestión casi imposible, pues "alguien" roba los motores por partes; hasta tratar de limpiar la afectada imagen de quienes en teoría garantizan el orden y la seguridad en nuestras sociedades, precisando que si bien existen policías corruptos, no es menos cierto que hay muchos policías que quieren hacer bien su trabajo. La monstruosidad del sistema, sus redes tejidas por años, lustros o siglos, van cerrando las posibilidades a estos reclutas, hasta que Matías, el más idealista de ellos, sucumbe —al menos aparentemente— al pragmatismo tirano de la BOPE. Algo así como la absoluta regulación de las relaciones humanas, su control milimétrico para lograr el orden y la justicia, sin importar los medios a los que se recurra.
Hago un paralelo con nuestras vidas reales: la gente está entre dos fuegos: el de las grandes corporaciones privadas, por un lado, y el del Estado, como megacorporación, por el otro. Muchas veces, esos fuegos se unen, simplemente para asegurar su pervivencia. Ese es el sistema que rige y del cual, aparentemente, no hay escapatoria posible.
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sábado, 4 de octubre de 2008
No te va a hacer pobre a ti, pero sí rico a mí
El comic de la portada de El Otorongo, suplemento cómico de Perú 21, del día 3 de octubre,es simplemente genial. Muestra al tío Sam cual mendigo criollo.

jueves, 2 de octubre de 2008
Entrevista al ex Presidente Carlos Mesa, de Bolivia
Es muy interesante escuchar a este ex Presidente (entrevistado para el Diario El Tiempo de Bogotá), pues hace un análisis objetivo y ponderado de la situación en su país. Coincide, dice, con Vargas Llosa en señalar que Evo Morales habría exacerbado el racismo, pero, en realidad, él sí aprecia la verdadera dimensión del problema (profundo racismo), aunque vea que la solución no es voltear la tortilla; lo que no comparto con él es que el actual gobierno boliviano esté pensando en voltear la tortilla, más bien veo que ese gobierno puede marcar la posibilidad de reconciliar, realmente, a todas las sangres que conviven en Bolivia. Pero ello implica medidas de empoderamiento de quienes antes eran meros sujetos pasivos.
No hay cómo desconocer la legitimidad del gobierno de Evo, eso lo admite Mesa aunque mantenga una posición sumamente crítica respecto al gobierno. Eso es democracia.
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miércoles, 1 de octubre de 2008
La última de Varguitas
Mario Vargas Llosa, uno de los escritores a los que he leído más y quizá al que más admiro, sin perjuicio de que utiliza su arte para transmitir, implícita y a veces explícitamente, su ideología, consagra a todos los vientos el credo del neoliberalismo, del que es un ardoroso y fiel sacerdote. Y esa su fe desmedida y ciega hace que pueda decir cosas como la que recoge el diario El País: "el escritor ha desmentido que Morales sea un indio como se ha presentado en Europa y ha subrayado que se trata de 'un criollo latinoamericano típico, un mestizo hispanohablante, que está acabando con Bolivia, creando problemas monstruosos con la cuestión racial, que antes no existían al nivel de ahora'". Es decir, para el autor de un libro profundamente racista como Lituma en los Andes, que resulta ser la lectura de un país que no comprende, como si se tratara de un cronista de los primeros que llegaron a este continente desde España, el racismo lo ha creado el Presidente Evo Morales. Tamaño absurdo y propio de alguien que, como el paisano del escritor, me refiero a Bedoya Ugarteche, el columnista del diario el Correo, llora aunque soterradamente el que se haya liquidado en el Perú una época en la que la condición de los hombres originarios del Ande era el resultado de una mirada subestimadora de la élite "blanca" o, más bienm blancoide. Y es eso lo que en Bolivia se está intentando realizar ahora, liquidar los rezagos de una feudalidad tan presente aún. Claro las poblaciones originarias han tenido logros y avances en ese país que son indiscutibles, a tal punto que hoy están disputándole el poder a esa élite minoritaria.
Casualmente, Antonio Zapata en su columna de hoy manifiesta que el dictador Velasco Alvarado "Es el único presidente que quiso cambiar el orden social en oposición a los Estados Unidos y al poder económico local. Por ejemplo, Leguía se enfrentó a la vieja oligarquía, pero gozó del apoyo de un grupo alterno de millonarios. Por el contrario, a Velasco no lo quiso nadie en la clase alta. La reforma agraria y las nacionalizaciones de recursos naturales fueron resistidas por todos los poderes establecidos. Por ello, los periodistas de derecha lo odian visceralmente hasta hoy. Es la otra cara de la moneda del miedo que le inspiró a la oligarquía peruana. Estuvieron a punto de perder el país". Y a pesar del fracaso económico que se dio debido al procedimiento por el que se optó para desarrollar la reforma agraria, significó un paso adelante en la democratización de las relaciones sociales entre el Perú criollo y esa mayoría andina de las poblaciones originarias. Claro, eso es justamente lo que más le duele a quienes perdieron aquella vez y, por ello, que hoy están ecaminados en ese proyecto denominado "Contrarreforma".


Lo irónico es que hoy los cambios más importantes se están desarrollando en regímenes democráticos y en un contexto de mayores niveles de integración de los países de la región.
Volviendo a Vargas Llosa, en el mismo artículo publicado en El País, se señala lo siguiente:
"Preguntado por la situación de crisis mundial, iniciada en los Estados Unidos, este liberal a ultranza ha reconocido encontrarse 'desgarrado' entre sus principios y la realidad, a la vez que sostenía que 'un liberal jamás debería aceptar que los pobres contribuyentes salvaran a las empresas codiciosas que han acabado en la ruina'.
Sin embargo, el problema ahora es que 'estas instituciones no quiebran solas y parece indispensable el intervencionismo para salvar a los náufragos. A los liberales esta crisis también debe llevarnos a revisar la idea de que a menor Estado, mejor funcionamiento de la sociedad'. Ha concluido, respecto a esta cuestión, que es una "insensatez" alegrarse por lo que está ocurriendo y por suponer que esto acabará con el capitalismo. 'Lo que nos arruinará es a todos'". Habría que contestarle, en palabras del protagonista de una de sus novelas favoritas: "Sancho, si los perros ladran, es señal de que avanzamos".
Sin embargo, el problema ahora es que 'estas instituciones no quiebran solas y parece indispensable el intervencionismo para salvar a los náufragos. A los liberales esta crisis también debe llevarnos a revisar la idea de que a menor Estado, mejor funcionamiento de la sociedad'. Ha concluido, respecto a esta cuestión, que es una "insensatez" alegrarse por lo que está ocurriendo y por suponer que esto acabará con el capitalismo. 'Lo que nos arruinará es a todos'". Habría que contestarle, en palabras del protagonista de una de sus novelas favoritas: "Sancho, si los perros ladran, es señal de que avanzamos".
Bueno, el golpe y la puesta en evidencia de los dogmas del credo neoliberal, han sido contundentes. Es más, habrá que ver como sigue todo esto.
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