domingo, 15 de agosto de 2010

La Mamacha Carmen de Paucartambo

Es raro lo que siento, pues, primero, me defino como un agnóstico (resulta inaccesible al entendimiento humano el conocimiento de lo divino). Sin embargo, la fe en la Virgen del Carmen de Paucartambo, en la tradición católica con la infiltración de cultos más bien prehispánicos, me resulta sobrecogedora. Extraña sensación, de verdad.




Este pequeño post lo escribo, con bastante desfase, después de la lectura del post respectivo de Yuri Boluarte (aprovecho para en una breve digresión felicitar a Yuri por haber recibido el Cargo de su Danza, lo que, el próximo año, le impedirá bailar, pero le exigirá durante los siguientes 12 meses, preparar con denodado esfuerzo todos los detalles para lograr una bonita fiesta, que permita el compartir de sus "muyuqmasi").



En ese post, Yuri plantea un tema importante: el de dos fiestas paralelas. La primera, la fiesta de aquellos que solamente van por los aspectos festivos (específicamente de juerga y desenfreno); para ellos, la festividad es el espacio perfecto en el que confluyen la necesidad lúdica en extremo y la oferta excesiva del placer; el condimento bucólico adereza esa combinación explosiva. Las calles de Paucartambo vomitan esa realidad, en cada esquina repleta de adolescentes y jóvenes ebrios, aturdidos o exaltados por alguna sustancia psicotrópica, inundadas de orines y mierda que contrastan su cotidiana limpieza y simplicidad, aturdida en su originalidad cultural por los estrambóticos parlantes de algún visitante desubicado.

La segunda fiesta es la de los bailarines y devotos. Esta fiesta es la de la Mamacha Carmen, por supuesto. La más importante, como nos dice Yuri. Es de ella, en la intimidad que he podido conocer, que quiero escribir esta vez.

De las primeras veces que estuve en Paucartambo y, específicamente, en la Fiesta de la Virgen recuerdo el atrevimiento e ironías de los Qollas, la elegancia del Qapaq Negro y del Contradanza, la fuerza del Majeño. Pero, me acuerdo también del desprecio hacia el "indio" entre la gente más devota de la festividad, cuestión que, siendo comprensible por tratarse de una tara que se arrastra por siglos, resulta repudiable por completo, más aun cuando una de las fuentes de esa tradición (la más importante) es justamente la andina. Ahora, en Paucartambo de 2010, volví a estrellarme con ese lamentable lado oscuro: un danzante, probablemente devoto, empujaba con desprecio, como si se tratara de un animal, a una mujer campesina. Me volvió al recuerdo aquella palabra kechua que oía de niño en esta misma festividad: hatary. La dirigían incluso los Maqtas contra campesinos sentados como espectadores en la fiesta. Claro que la actitud de esos danzantes, incluidos los Maqtas otra vez, era hasta humilde y suplicante cuando se trata de un foráneo. Una versión andina de la centroamericana "Maldición de Malinche". Años después quise ver en el Qapaq Qolla la defensa no solo de la cultura, sino por sobre todo de la gente. Hoy me doy cuenta que exageré en la ilusión.

Entonces, concordando con Yuri en la apreciación de esas dos fiestas en paralelo, creo que la verdadera, la que se mueve por los hilos incomprensibles de la fe, es una muestra de la riqueza cultural de la zona y, por sobre todo, de la riqueza humana en ese sector, a pesar de los desencuentros humanos y culturales. El resultado es magnífico.




Claro que hay diversos grupos de danzas y de "costumbres" o deformaciones más bien. El Qapaq Negro es una danza linda, hermosa, elegante (mi hermano Amílcar la bailó muchos años y dejó de hacerlo solo cuando se fue a radicar a Suiza). Sin embargo, hoy, siendo de las más numerosas está conformada por personas que debieran haberse "jubilado" muchos años atrás de la danza. La danza es, incluso en el caso de festividades religiosas, un despliegue estético, de belleza. Y, normalmente, el clímax de la belleza se encuentra en los años de la juventud. Creo, por tanto, que en una danza como esta, aunque en otras también, se hace necesario un relevo generacional (esto entre los Qollas lo denominaban como "Golpe", figura a través de la cual un grupo más joven irrumpía en la sempiterna organización de la danza, para innovarla y renovarla).

El Qapaq Negro ha llevado a una dimensión intolerable, el ejercicio festivo del poder (o de su ilusión), durante esos cuatro o cinco días de la fiesta. El Caporal, un atorrante e insignificante ser social minúsculo cobra en esos días un protagonismo descomunal, pues, prácticamente, organiza el funcionamiento social del pueblo con sus poses de beato. Este año, por ejemplo, para la bendición de la Virgen en el Puente, hubo que aguardar el tiempo que a él se le antojó hablar y cantar ante la Virgen, contrito, todo bondad. Una actitud deplorable, pues comulga los puntos de vista más conservadores con el desprecio a la gente más humilde y la sobonería hacia los encumbrados.

Pero, además, esta danza organiza hoy unas muy grandes y notorias fiestas en las que, por supuesto, los invitados principales son solamente personas de "alcurnia" y muchos visitantes foráneos. Malinche en pleno.

Entonces, en Paucartambo, además del despliegue de color y ritmos hermosos, se da también el despliegue de las taras y complejos sociales que hacen que las propias danzas estén construidas sobre los compartimentos sociales que caracterizan la sociedad cusqueña, por la que puede apreciarse una marcada estratificación. Lo cierto es que las danzas que se encuentran en la base, como pueden ser el Kachampa, los Chuqchus, el Panadero, el Sijlla, hacen denodados esfuerzos por permanecer activos y por lograr que algún devoto asuma el Cargo del próximo año. Mientras tanto, las danzas, las menos, que se encuentran hacia la cúspide de esa pirámide, tienen "Carguyoq" previsto por varios años por delante; entre estas danzas, la primera es el Qapaq Negro, seguida por el Saqra, la Contradanza. Las demás danzas van ubicándose a continuación. Es más, la gente que quiere ser parte protagónica de esta fiesta, al sentir la exclusión de las danzas más "nobles", se ha visto forzada a hurgar en la historia y rescatar danzas desaparecidas o, simplemente, a inventárselas (Danzaq, Chunchacha, Negrillo, Kanchis, etc.).

El caso del Qapaq Qolla es realmente llamativo, pues son quizá los danzantes que, de alguna manera, se "mezclan" con el pueblo y comparten también los excesos de los espectadores. Y, a pesar de ello, es la cuadrilla predilecta de la Mamacha en el decir popular. En ella, salvo el caso de un danzante perteneciente a la familia más vinculada con la danza, es requisito indispensable el hablar y entender el kechua, para poder bailarla. Es más, creo que esta danza muestra de la manera más transparente el verdadero ser de la fiesta: culto a la Mamacha Carmen, primero, culto al ser humano y el compartir de los seres queridos, segundo. Una visión de integridad.
Ahora bien, en la Revista Somos del diario El Comercio, Milagros Leiva ha publicado un artículo titulado "Paucartambo al rojo vivo", una simpática crónica de viaje y vivencia de la fiesta de la Virgen del Carmen de esteaño. No obstante que en dicho artículo se reconoce el rol que cumple en esa fesividad mi abuela, doña Haydeé Sivirichi, lo cierto es que comete también una serie de apreciaciones exageradas, propias quizá de alguien que no ha tenido mayor experiencia de vida que en la capital. Así, por ejemplo, señala que el camino desde Cusco a Paucartambo es una "trocha", justamente ahora que, al menos, se ha anchado; recordarán quienes han recorrido esa ruta el tiempo en que habían días de ida y días de vuelta. ¿Qué era en ese tiempo esta carretera?
El aislamiento de este pueblo al que se refiere Leiva es cierto, pero no exclusivo, pues así viven la mayoría de las provincias del Cusco, aisladas (pónganse a pensar en la segunda ciudad del Cusco, Quillabamba). Y no creo que los habitantes de Paucartambo tomen como "milagro" de la Mamacha Carmen el que Telefónica haya instalado este año su primera cabina internet (el año pasado ya había internet, pero incluso este año la comunicación telefónica era sumamente deficiente), sino que palmo a palmo siguen trabajando por salir de esa situación, incluso hoy que la "gente decente" se queja de la presencia voluminosa de migrantes de Sicuani o de Puno. Quizá este momento se está viviendo una nueva ola en las relaciones del Cusco con los habitantes del Qollao, con los descendientes de aquellos comerciantes en que se inspira la danza del Qapaq Qolla.