lunes, 17 de mayo de 2010

El tiempo y la muerte

Publico un poema reciente, que he escrito en una situación ajena por completo a mí y que, por tanto, me deja la sensación de que es el anuncio de una verdad inminente:


El tiempo y la muerte


Agua que discurre sin piedad,
no importa la fortaleza de los puentes,
la amplitud de las orillas,
no importan; finalmente, arrasa con todo,
a pesar del amor por los tiempos calmos,
sus corrientes erosionan la piel,
los recuerdos, las mejores horas,
las palabras, aquellas indispensables
para seguir caminando.

El final es sabido.
El final llega cuando llega.
Ni el llanto, ni la fe alcanzan
a la hora en que cae la viga
más poderosa que conocimos;
aun así, debemos seguir el viaje.

Mi mente desenfrenada ha anunciado finales
desde el principio,
una y otra vez, con vesanía y terror;
sin embargo, hoy el anuncio
se da en medio de una viscosa serenidad.
Señal trágica.
Agua que discurre sin piedad,
agua que arrasa las piedras
más vigorosas,
las amadas,
las odiadas,
aquellas que nos dieron soporte
o nos hundieron,
aquellas que nos sirvieron de base,
aquellas,
simplemente todas.

Lima, mayo de 2010

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