miércoles, 12 de diciembre de 2012

Transiciones en América Latina y en el Perú: de los gobiernos miliatres hacia la democracia política


Este es el cuarto ensayo que se tuvo que elaborar como parte del desarrollo del curso Procesos políticos en el Perú y América Latina siglo XX, que dicta el profesor Piero Corvetto en la Maestría en Ciencia Política de la PUCP.


1.   Concepto

Los procesos de transición política a los que se refieren las lecturas, están referidos al paso (largo y complejo) de lo que O’Donnell denomina como “Estado Burocrático Autoritario” hacia la democracia política. Por transición debe entenderse, entonces, el intervalo que nos lleva de un régimen político a otro. Sin embargo, para precisar el concepto, en el caso de las lecturas analizadas, este intervalo tiene un inicio en el final de un régimen autoritario y se dirige hacia un régimen de democracia política; por tanto, se trata de un camino hacia algo mejor (democracia política) y que tiene como sustrato la idea de progreso político.



Durante la segunda mitad del siglo XX, se presentaron en América Latina una serie de interrupciones de los regímenes democráticos protagonizadas por las Fuerzas Armadas que, en casi todos los casos, asumieron el ejercicio del poder y del gobierno, aunque en alianza con ciertos sectores de la civilidad. En ese sentido, es importante cuando Cardoso plantea como características de estos regímenes el que se le otorgue al Estado un rol central en la toma de decisiones y el control político directo de las Fuerzas Armadas, aunque dejando que el sector privado desarrolle las actividades económicas, dentro del nuevo contexto de inserción en la economía mundial y bajo el esquema conocido como “de sustitución de importaciones”. Por tanto, las Fuerzas Armadas, como corporación, y los grupos sociales dominantes (las “burguesías” cada vez más presentes por los importantes procesos de industrialización llevados a cabo), asumen el ejercicio del poder político, las primeras, y el poder económico, las segundas.  Es más, estos períodos de gobiernos autoritarios tienen como característica común, según Cardoso, que dinamizaron la transición de una sociedad tradicional y capitalista a una sociedad de masas internacionalizada en lo económico.

Por tanto, estos regímenes políticos se caracterizaron por asumir, en lo político, formas cercanas al fascismo; mientras que, en lo económico, pretendieron darle un impulso dejando esto a la actividad privada.
Como decía antes, la transición a la que se refieren los textos analizados es la que va desde un régimen autoritario y burocrático como el descrito hacia lo que se conoce como democracia política. Para esto, O’Donnell precisa que estamos ante un Estado Burocrático Administrativo cuando el sector popular se encuentra excluido del quehacer político; además, las instituciones políticas propias de la democracia no existe o apenas subsisten formalmente y restringir la participación en el aparato estatal a determinadas cúpulas. Basta que cualquiera de esos elementos se desvanezca, para que el Estado deje de ser uno de carácter Burocrático Autoritario; pero eso no significa que la transición hacia la democracia política haya concluido. Es más, O’Donnel plantea la idea que en este tipo de transiciones el punto de partida es uno situado en el Estado Burocrático Autoritario, pero el punto de llegada es incierto, pudiendo ser uno de esos puntos la democracia, pero no necesariamente, pues incluso podría darse el caso que se llegue a un régimen de mayor nivel de autoritarismo aun.

Es más, respecto a qué se entiende por democracia política también se genera una profunda discusión, toda vez que dicho concepto podría, para unos, restringirse al contenido normativo de dicho concepto (que incluye la competencia por el acceso al gobierno, el respeto de los derechos humanos de primera generación, es decir, fundamentalmente los derechos civiles), mientras que, para otros, debería también incluir la búsqueda y la vigencia de los derechos de segunda generación (sociales y económicos). O’Donnel plantea que la transición tiene que ver con el primer alcance del concepto.

2.   Análisis comparativo de la transición en el Perú y el caso de Uruguay

Perú

El análisis comparativo se hará a partir de los textos de Guillermo O’Donnell (Notas para el estudio de procesos de democratización política a partir del estado burocrático-autoritario), de Fernando Henrique Cardoso (¿Transición política en América Latina?) y de Julio Cotler (Intervenciones militares y transferencias del poder a la civilidad en el Perú).

Cardoso plantea en relación con el Perú que, a diferencia de los demás regímenes burocrático autoritarios, el ejército planteó una visión nacionalista; los demás ajustaron su visión como engranajes de la economía internacional dominada por las grandes corporaciones y, por tanto, no le imprimieron el componente de nacionalismo que sí se habría dado en el Perú.

En esa línea, Julio Cotler afirma que la relativa autonomía de las Fuerzas Armadas peruanas con respecto a la oligarquía se empezó a gestar a finales de la década de los cincuenta, pasando por el golpe de 1962, tendencia que culminó con el golpe de Estado de 1968 (sobre este último, Guillermo Nugent ha sostenido que Velasco liquidó el gamonalismo y que, por ello, los sectores conservadores lo aborrecen hasta hoy).

Cotler plantea el inicio de estas transiciones en el gobierno de Odría, el mismo que había desarrollado un gobierno autoritario en lo político, pero que generó una apertura a la inversión extranjera. Este gobernante convocó a elecciones en 1956 y el Apra inició lo que se denominó al “convivencia”, como consecuencia de haber soslayado sus principios nacionalistas y antimperialistas originales, lo que le costó una serie de cuestionamientos y renuncia de militantes. La situación que se vivía permitió que emergiera como líder político el arquitecto Fernando Belaúnde Terry, quien planteaba ciertos postulados reformistas (respecto fundamentalmente de la propiedad agraria y el tratamiento de las inversiones extranjeras); por su parte, estas tendencias reformistas también afectaron a las dos instituciones más representativas del país: la Iglesia y el Ejército, que eran sostén fundamental del régimen oligárquico. Toda esta situación desencadenó el golpe de 1962, etapa que concluyó con las elecciones de 1962, en las que salió elegido Presidente Belaunde, quien fue bloqueado en su ejercicio gubernamental por la alianza parlamentaria APRA-UNO. Esta situación generó que no pudiera llevar a cabo diversas reformas ofrecidas lo que generó un malestar en la sociedad y se inició un fuerte endeudamiento público. La situación se agravó y se generó el temor de un nuevo golpe militar, lo que dio lugar a un reacomodo político por el cual se conformó la alianza entre Acción Popular y el Apra.

En 1968, las Fuerzas Armadas, lideradas por el General Velasco, dieron un nuevo golpe de Estado que, siguiendo la línea de los militares reformistas de 1962, quisieron darle un contenido más social a su gobierno. Como se ha dicho antes, este golpe liderado por Velasco tuvo un carácter fundamentalmente nacionalista y llevó adelante una serie de reformas, con sustrato en las Fuerzas Armadas entendidas como una gran corporación, lo que fue su fortaleza, pero a la larga también su mayor debilidad, pues no tenía una forma de comunicación con la sociedad y, especialmente, con los sectores populares. El Apra, encabezado por Haya de la Torre, dio una suerte de tregua al gobierno, toda vez que este estaba implementando en buena cuenta, las medidas de su agenda política original. Sin embargo, en la medida que pasaba el tiempo y la crisis económica empezaba a afectar a los peruanos, se proscribieron las organizaciones políticas, pero esto no cortó la movilización de muchos sectores, afectados por la crisis económica y la incapacidad de manejo económico de los militares.

En 1975, Morales Bermúdez depuso a Velasco, iniciando la segunda fase del gobierno militar. Este nuevo líder pensó encontrar alguna forma de generar comunicación y confianza con los sectores sociales, pero no lo logró, pues la crisis económica afectó mucho la situación social y, a pesar de las medidas autoritarias, como la declaración de un estado de emergencia prolongado, los sectores sociales siguieron movilizándose. Se implementaron una serie de medidas económicas, coordinadas con el FMI, lo que le dio algún oxígeno al régimen. Sin embargo, el descontento social seguía manifestándose.

Ya desgastado el régimen militar, en 1977, se anuncia que se convocaría a una Asamblea Constituyente, primero, y, luego, a elecciones generales para Presidente y Parlamento. En este punto, vemos que se inicia la transición hacia la democracia política, por causas extrínsecas derivadas de la actividad social de protesta contra el régimen y la cierta inviabilidad del régimen, además del consenso de la mayoría de los militares de que era necesario dejar el gobierno, lo que le da también un contenido intrínseco a esas causas. En ese contexto de transición y ya cuando se convoca a las elecciones para la Asamblea Constituyente, el Apra con Haya de la Torre se constituye en el protagonista de la oposición, al plantear una tregua al gobierno para que atienda el tema económico que afectaba al país, mientras la Constituyente se dedicaba a la elaboración de la Constitución. Esto le permitió generar una alianza con el gobierno. Me genera dudas el calificar a esta oposición como “oportunista” o como “democrática”, esto fundamentalmente por los antecedentes inmediatos de la actitud política de este partido, primero, de abandonar sus originales banderas políticas, y, segundo, por las alianzas impensables que asumió con sectores como el régimen de Odría y la UNO.

Ahora bien, me parece muy interesante para describir este periodo de transición política el que Cotler plantee que la Asamblea Constituyente fue una suerte de medio de catarsis para los sectores sociales movilizados, promoviendo el progresivo cambio de régimen político. Es más, siguiendo lo que O’Donnell plantea, esta transición se habría dado en los mejores términos que aseguren su camino hacia la democracia política, pues no se habrían afectado los “intereses fundamentales” de las Fuerzas Armadas y tampoco las de los grupos dominantes, pues, a pesar de haberle dado un contenido más social a la Constitución, esta siguió manteniendo el criterio de mercado.

Contrariamente a lo que se esperaba, en las elecciones convocadas para 1980, muerto ya el líder aprista, y con las pugnas en ese partido, quien ganó las elecciones fue el mismo derrocado por el régimen que ahora salía, Belaunde.

En ambos momentos importantes de esta transición, las izquierdas participaron totalmente divididas, pues existían sectores más moderados y también otros extremistas. Para el año 1980 participaron, pero su porcentaje de votos se redujo. Aunque Cotler no habla de este particular, el Gobierno de Belaunde, que continuaba desde mi punto de vista con la transición, se vio en medio de un contexto complejo, pues irrumpió desde el mismo día de las elecciones la violencia política ejercida por el Partido Comunista del Perú liderado por Abimael Guzmán Reynoso. Por tanto, dicha transición se habría enfrentado a los duros y blando del Estado Burocrático Autoritario, pero también a la oposición maximalista y, además, a este grupo al margen del sistema democrático y que se alzó en armas.

Uruguay

Coincidentemente a lo que sucedió en el Perú entre 1968 y 1980, la interrupción del régimen democrático en este país dura un periodo de doce años (1973-1985). La tradición democrática de Uruguay era un asunto bastante consolidado.

Ahora bien, creo que, independientemente de ciertas semejanzas, hay más diferencia entre los procesos comparados, toda vez que en el caso de Uruguay la irrupción de las Fuerzas Armadas se dio de manera soterrada y no directa como en el caso del Perú y a partir de algunos sectores del Partido Colorado. Se valió de connotados líderes políticos civiles a los que encumbró como “fantoches”; el únco presidente militar fue el General Álvarez. Sin embargo, se proscribió en algún momento a los dos partidos que monopolizaban el panorama político uruguayo (el Blanco y el Colorado).

Asimismo, fueron los militares los que buscaron su legitimación en el poder a través de la Constitución que se elaboró en el año 1980 y que se sometió a un referéndum en el que no recibió el respaldo popular. La actividad política no desapareció del todo, pese a las proscripciones. Es más, también se suscitó un fenómeno guerrillero que las Fuerzas Armadas sofocaron con asesinatos y desapariciones también.

La crisis económica afectó también el régimen cívico-militar y fue una de las causas de que se iniciara, desde los sectores blandos del gobierno, una búsqueda de la transición.

La izquierda fue proscrita de manera específica para no participar en los procesos electorales, aunque después volvió a la arena política y aceptó participar de las negociaciones.

Para las negociaciones que desembocaron en las elecciones de 1985, se generó un espacio de negociaciones de las que se excluyeron los extremistas de ambos lados

3.   Reflexiones  en torno a la situación del Perú con posterioridad a 1980

La caracterización que hace O’Donnell para las transiciones desde los Estados Burocrático Autoritarios hacia la democracia política me parece muy interesante y muy útil incluso para analizar la más reciente transición del régimen fujimorista. Esto me ha generado algunas dudas respecto a la duración de la transición, pues, ¿podríamos decir que la transición hacia la democracia política ya concluyó en ese caso?, ¿o podemos decir más bien que la transición política se sigue desarrollando? Me refiero a esto, por el hecho de que hoy, de manera semejante a lo que sucedía en el año 1980, el actual gobierno parece estar entre dos “fuegos”; por un lado, los representantes del movimiento fujimorista, quienes siguen reivindicando el gobierno de Alberto Fujimori y, por el otro lado, el MOVADEF, movimiento que reivindica al senderismo, militarmente derrotado, pero que aun subsiste. Es decir, en el contexto actual, aparentemente, podríamos tener un devenir distinto al de la democracia política que al menos formalmente vivimos hoy, pudiendo racalar en un neofujimorismo, lo que generaría el desarrollo de un régimen no precisamente democrático. Si bien es cierto el contexto político, social, económico es diferente, lo que sucede es que esa amenaza está ahí, como permanentemente presente y ha llegado a constituirse en el presente en la segunda fuerza política del Parlamento.

Esto, desde mi punto de vista, muestra que el proceso de transición iniciado con la renuncia de Alberto Fujimori y la elección por el Parlamento de Valentín Paniagua no habría concluido, pese a que, desde entonces, se han producido tres procesos electorales. La democracia parece en este contexto pender de un hilo.

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