Este es el cuarto ensayo que se tuvo que elaborar como parte del desarrollo del curso Procesos políticos en el Perú y América Latina siglo XX, que dicta el profesor Piero Corvetto en la Maestría en Ciencia Política de la PUCP.
1. Concepto
Los procesos de
transición política a los que se refieren las lecturas, están referidos al paso
(largo y complejo) de lo que O’Donnell denomina como “Estado Burocrático
Autoritario” hacia la democracia política. Por
transición debe entenderse, entonces, el intervalo que nos lleva de un régimen
político a otro. Sin embargo, para precisar el concepto, en el caso de las
lecturas analizadas, este intervalo tiene un inicio en el final de un régimen
autoritario y se dirige hacia un régimen de democracia política; por tanto, se
trata de un camino hacia algo mejor (democracia política) y que tiene como
sustrato la idea de progreso político.
Durante la
segunda mitad del siglo XX, se presentaron en América Latina una serie de
interrupciones de los regímenes democráticos protagonizadas por las Fuerzas
Armadas que, en casi todos los casos, asumieron el ejercicio del poder y del
gobierno, aunque en alianza con ciertos sectores de la civilidad. En ese
sentido, es importante cuando Cardoso plantea como características de estos
regímenes el que se le otorgue al Estado un rol central en la toma de
decisiones y el control político directo de las Fuerzas Armadas, aunque dejando
que el sector privado desarrolle las actividades económicas, dentro del nuevo
contexto de inserción en la economía mundial y bajo el esquema conocido como
“de sustitución de importaciones”. Por tanto, las Fuerzas Armadas, como
corporación, y los grupos sociales dominantes (las “burguesías” cada vez más
presentes por los importantes procesos de industrialización llevados a cabo),
asumen el ejercicio del poder político, las primeras, y el poder económico, las
segundas. Es más, estos períodos de
gobiernos autoritarios tienen como característica común, según Cardoso, que
dinamizaron la transición de una sociedad tradicional y capitalista a una
sociedad de masas internacionalizada en lo económico.
Por tanto,
estos regímenes políticos se caracterizaron por asumir, en lo político, formas
cercanas al fascismo; mientras que, en lo económico, pretendieron darle un
impulso dejando esto a la actividad privada.
Como decía
antes, la transición a la que se refieren los textos analizados es la que va
desde un régimen autoritario y burocrático como el descrito hacia lo que se
conoce como democracia política. Para esto, O’Donnell precisa que estamos ante
un Estado Burocrático Administrativo cuando el sector popular se encuentra
excluido del quehacer político; además, las instituciones políticas propias de
la democracia no existe o apenas subsisten formalmente y restringir la
participación en el aparato estatal a determinadas cúpulas. Basta que
cualquiera de esos elementos se desvanezca, para que el Estado deje de ser uno
de carácter Burocrático Autoritario; pero eso no significa que la transición
hacia la democracia política haya concluido. Es más, O’Donnel plantea la idea
que en este tipo de transiciones el punto de partida es uno situado en el
Estado Burocrático Autoritario, pero el punto de llegada es incierto, pudiendo
ser uno de esos puntos la democracia, pero no necesariamente, pues incluso
podría darse el caso que se llegue a un régimen de mayor nivel de autoritarismo
aun.
Es más,
respecto a qué se entiende por democracia política también se genera una
profunda discusión, toda vez que dicho concepto podría, para unos, restringirse
al contenido normativo de dicho concepto (que incluye la competencia por el
acceso al gobierno, el respeto de los derechos humanos de primera generación,
es decir, fundamentalmente los derechos civiles), mientras que, para otros, debería
también incluir la búsqueda y la vigencia de los derechos de segunda generación
(sociales y económicos). O’Donnel plantea que la transición tiene que ver con
el primer alcance del concepto.
2. Análisis
comparativo de la transición en el Perú y el caso de Uruguay
Perú
El análisis comparativo
se hará a partir de los textos de Guillermo O’Donnell (Notas para el estudio de
procesos de democratización política a partir del estado
burocrático-autoritario), de Fernando Henrique Cardoso (¿Transición política en
América Latina?) y de Julio Cotler (Intervenciones militares y transferencias
del poder a la civilidad en el Perú).
Cardoso plantea
en relación con el Perú que, a diferencia de los demás regímenes burocrático
autoritarios, el ejército planteó una visión nacionalista; los demás ajustaron
su visión como engranajes de la economía internacional dominada por las grandes
corporaciones y, por tanto, no le imprimieron el componente de nacionalismo que
sí se habría dado en el Perú.
En esa línea,
Julio Cotler afirma que la relativa autonomía de las Fuerzas Armadas peruanas
con respecto a la oligarquía se empezó a gestar a finales de la década de los
cincuenta, pasando por el golpe de 1962, tendencia que culminó con el golpe de
Estado de 1968 (sobre este último, Guillermo Nugent ha sostenido que Velasco
liquidó el gamonalismo y que, por ello, los sectores conservadores lo aborrecen
hasta hoy).
Cotler plantea
el inicio de estas transiciones en el gobierno de Odría, el mismo que había
desarrollado un gobierno autoritario en lo político, pero que generó una
apertura a la inversión extranjera. Este gobernante convocó a elecciones en
1956 y el Apra inició lo que se denominó al “convivencia”, como consecuencia de
haber soslayado sus principios nacionalistas y antimperialistas originales, lo
que le costó una serie de cuestionamientos y renuncia de militantes. La
situación que se vivía permitió que emergiera como líder político el arquitecto
Fernando Belaúnde Terry, quien planteaba ciertos postulados reformistas (respecto
fundamentalmente de la propiedad agraria y el tratamiento de las inversiones
extranjeras); por su parte, estas tendencias reformistas también afectaron a
las dos instituciones más representativas del país: la Iglesia y el Ejército,
que eran sostén fundamental del régimen oligárquico. Toda esta situación
desencadenó el golpe de 1962, etapa que concluyó con las elecciones de 1962, en
las que salió elegido Presidente Belaunde, quien fue bloqueado en su ejercicio
gubernamental por la alianza parlamentaria APRA-UNO. Esta situación generó que
no pudiera llevar a cabo diversas reformas ofrecidas lo que generó un malestar
en la sociedad y se inició un fuerte endeudamiento público. La situación se
agravó y se generó el temor de un nuevo golpe militar, lo que dio lugar a un
reacomodo político por el cual se conformó la alianza entre Acción Popular y el
Apra.
En 1968, las
Fuerzas Armadas, lideradas por el General Velasco, dieron un nuevo golpe de
Estado que, siguiendo la línea de los militares reformistas de 1962, quisieron
darle un contenido más social a su gobierno. Como se ha dicho antes, este golpe
liderado por Velasco tuvo un carácter fundamentalmente nacionalista y llevó
adelante una serie de reformas, con sustrato en las Fuerzas Armadas entendidas
como una gran corporación, lo que fue su fortaleza, pero a la larga también su
mayor debilidad, pues no tenía una forma de comunicación con la sociedad y,
especialmente, con los sectores populares. El Apra, encabezado por Haya de la
Torre, dio una suerte de tregua al gobierno, toda vez que este estaba
implementando en buena cuenta, las medidas de su agenda política original. Sin
embargo, en la medida que pasaba el tiempo y la crisis económica empezaba a
afectar a los peruanos, se proscribieron las organizaciones políticas, pero
esto no cortó la movilización de muchos sectores, afectados por la crisis
económica y la incapacidad de manejo económico de los militares.
En 1975,
Morales Bermúdez depuso a Velasco, iniciando la segunda fase del gobierno
militar. Este nuevo líder pensó encontrar alguna forma de generar comunicación
y confianza con los sectores sociales, pero no lo logró, pues la crisis
económica afectó mucho la situación social y, a pesar de las medidas
autoritarias, como la declaración de un estado de emergencia prolongado, los
sectores sociales siguieron movilizándose. Se implementaron una serie de
medidas económicas, coordinadas con el FMI, lo que le dio algún oxígeno al
régimen. Sin embargo, el descontento social seguía manifestándose.
Ya desgastado
el régimen militar, en 1977, se anuncia que se convocaría a una Asamblea
Constituyente, primero, y, luego, a elecciones generales para Presidente y
Parlamento. En este punto, vemos que se inicia la transición hacia la
democracia política, por causas extrínsecas derivadas de la actividad social de
protesta contra el régimen y la cierta inviabilidad del régimen, además del
consenso de la mayoría de los militares de que era necesario dejar el gobierno,
lo que le da también un contenido intrínseco a esas causas. En ese contexto de
transición y ya cuando se convoca a las elecciones para la Asamblea
Constituyente, el Apra con Haya de la Torre se constituye en el protagonista de
la oposición, al plantear una tregua al gobierno para que atienda el tema
económico que afectaba al país, mientras la Constituyente se dedicaba a la
elaboración de la Constitución. Esto le permitió generar una alianza con el
gobierno. Me genera dudas el calificar a esta oposición como “oportunista” o
como “democrática”, esto fundamentalmente por los antecedentes inmediatos de la
actitud política de este partido, primero, de abandonar sus originales banderas
políticas, y, segundo, por las alianzas impensables que asumió con sectores
como el régimen de Odría y la UNO.
Ahora bien, me
parece muy interesante para describir este periodo de transición política el
que Cotler plantee que la Asamblea Constituyente fue una suerte de medio de
catarsis para los sectores sociales movilizados, promoviendo el progresivo
cambio de régimen político. Es más, siguiendo lo que O’Donnell plantea, esta
transición se habría dado en los mejores términos que aseguren su camino hacia
la democracia política, pues no se habrían afectado los “intereses
fundamentales” de las Fuerzas Armadas y tampoco las de los grupos dominantes,
pues, a pesar de haberle dado un contenido más social a la Constitución, esta
siguió manteniendo el criterio de mercado.
Contrariamente
a lo que se esperaba, en las elecciones convocadas para 1980, muerto ya el
líder aprista, y con las pugnas en ese partido, quien ganó las elecciones fue
el mismo derrocado por el régimen que ahora salía, Belaunde.
En ambos
momentos importantes de esta transición, las izquierdas participaron totalmente
divididas, pues existían sectores más moderados y también otros extremistas.
Para el año 1980 participaron, pero su porcentaje de votos se redujo. Aunque
Cotler no habla de este particular, el Gobierno de Belaunde, que continuaba
desde mi punto de vista con la transición, se vio en medio de un contexto
complejo, pues irrumpió desde el mismo día de las elecciones la violencia
política ejercida por el Partido Comunista del Perú liderado por Abimael Guzmán
Reynoso. Por tanto, dicha transición se habría enfrentado a los duros y blando
del Estado Burocrático Autoritario, pero también a la oposición maximalista y,
además, a este grupo al margen del sistema democrático y que se alzó en armas.
Uruguay
Coincidentemente
a lo que sucedió en el Perú entre 1968 y 1980, la interrupción del régimen
democrático en este país dura un periodo de doce años (1973-1985). La tradición
democrática de Uruguay era un asunto bastante consolidado.
Ahora bien,
creo que, independientemente de ciertas semejanzas, hay más diferencia entre
los procesos comparados, toda vez que en el caso de Uruguay la irrupción de las
Fuerzas Armadas se dio de manera soterrada y no directa como en el caso del
Perú y a partir de algunos sectores del Partido Colorado. Se valió de
connotados líderes políticos civiles a los que encumbró como “fantoches”; el
únco presidente militar fue el General Álvarez. Sin embargo, se proscribió en
algún momento a los dos partidos que monopolizaban el panorama político
uruguayo (el Blanco y el Colorado).
Asimismo,
fueron los militares los que buscaron su legitimación en el poder a través de
la Constitución que se elaboró en el año 1980 y que se sometió a un referéndum
en el que no recibió el respaldo popular. La actividad política no desapareció
del todo, pese a las proscripciones. Es más, también se suscitó un fenómeno
guerrillero que las Fuerzas Armadas sofocaron con asesinatos y desapariciones
también.
La crisis
económica afectó también el régimen cívico-militar y fue una de las causas de
que se iniciara, desde los sectores blandos del gobierno, una búsqueda de la
transición.
La izquierda
fue proscrita de manera específica para no participar en los procesos
electorales, aunque después volvió a la arena política y aceptó participar de
las negociaciones.
Para las
negociaciones que desembocaron en las elecciones de 1985, se generó un espacio
de negociaciones de las que se excluyeron los extremistas de ambos lados
3. Reflexiones en torno a la situación del Perú con
posterioridad a 1980
La
caracterización que hace O’Donnell para las transiciones desde los Estados
Burocrático Autoritarios hacia la democracia política me parece muy interesante
y muy útil incluso para analizar la más reciente transición del régimen
fujimorista. Esto me ha generado algunas dudas respecto a la duración de la
transición, pues, ¿podríamos decir que la transición hacia la democracia
política ya concluyó en ese caso?, ¿o podemos decir más bien que la transición
política se sigue desarrollando? Me refiero a esto, por el hecho de que hoy, de
manera semejante a lo que sucedía en el año 1980, el actual gobierno parece
estar entre dos “fuegos”; por un lado, los representantes del movimiento
fujimorista, quienes siguen reivindicando el gobierno de Alberto Fujimori y,
por el otro lado, el MOVADEF, movimiento que reivindica al senderismo,
militarmente derrotado, pero que aun subsiste. Es decir, en el contexto actual,
aparentemente, podríamos tener un devenir distinto al de la democracia política
que al menos formalmente vivimos hoy, pudiendo racalar en un neofujimorismo, lo
que generaría el desarrollo de un régimen no precisamente democrático. Si bien
es cierto el contexto político, social, económico es diferente, lo que sucede es
que esa amenaza está ahí, como permanentemente presente y ha llegado a
constituirse en el presente en la segunda fuerza política del Parlamento.
Esto, desde mi punto
de vista, muestra que el proceso de transición iniciado con la renuncia de
Alberto Fujimori y la elección por el Parlamento de Valentín Paniagua no habría
concluido, pese a que, desde entonces, se han producido tres procesos
electorales. La democracia parece en este contexto pender de un hilo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario