1. Concepto
El concepto
trabajado en clase de “revolución” resulta bastante interesante, toda vez que
enmarca el mismo a la “tentativa” de desarrollar un cambio en lo político,
económico, social y jurídico, recurriendo para ello al ejercicio de la
violencia. Es decir, si se trata de una tentativa no implica, necesariamente,
que este proceso de transformación sea exitoso o llegue a culminar; puede
tratarse simplemente de un proceso de tal magnitud que, sin embargo, no llega a
generar de manera efectiva el cambio que se buscó; por ello, se puede hablar
también de “revolución fallida” o “revolución inconclusa”.
Por tanto, en este
punto me parece importante que se tenga en claro que se desarrolla el concepto
de “revolución” nos estamos refiriendo a un proceso que puede tener carácter
político, económico, social, jurídico, tecnológico, religioso, etc., el mismo
que afectará uno o más ámbitos de la vida social. Este proceso puede haber dado
lugar a un cambio radical de las estructuras prexistentes, el mismo que genera
que surjan nuevas autoridades, nuevas instituciones políticas, probablemente un
nuevo sistema económico; quizá es esto lo que se vivió en los casos de la
Revolución Francesa o de la Revolución Rusa. Sin perjuicio de que se producen
esa transformación radical, lo cierto es que la dinámica o las dinámicas de una
sociedad son sumamente complejas y “lo antiguo” resiste a desaparecer del todo
y, por tanto, “lo nuevo” tiene que también asimilar esa herencia.
Ahora, resulta
importante diferenciar el concepto de “revolución” de conceptos como “rebelión”
o “golpe de Estado”. En el caso de una rebelión, nos encontramos más frente a
un movimiento de carácter localizado y de un alcance limitado, generalmente, a
reivindicaciones de carácter meramente personal o grupal, y no nacional. En el
caso de un Golpe de Estado, tenemos que el único cambio que se da es el de las
autoridades, pues estamos frente a una manera de acceder al poder político, sin
que ello implique cambios mayores.
Podría darse el caso
de que una rebelión devenga en revolución. Del mismo modo, un Golpe de Estado
podría ser el inicio de una revolución.
A partir de todo lo
anterior, creo que resulta importante formular la pregunta de si, en efecto,
toda revolución implica el ejercicio de la violencia. Desde mi punto de vista,
si bien las revoluciones han sido normalmente violentas, esto no es algo
necesario. Como mejor ejemplo tendríamos al proceso que se denomina como
“revolución industrial”, proceso que cambió de manera drástica el concepto en
el que las diferentes actividades económicas se desarrollaban.
Por otro lado, en el
Perú se produjo un golpe de estado el año 1968, liderado por el General Velasco
Alvarado. Si bien dicho acceso al poder se dio a partir de un simple movimiento
militar que, seguramente, generó ciertos niveles de violencia, el proceso de
medidas y reformas desarrolladas por su gobierno no parece haber sido
violentas. Guillermo Nugent ha señalado que con la Reforma Agraria se tiene un
punto que marcó un antes y un después; él lo define como uno de los momentos
más importantes de nuestra historia republicana, pues virtualmente se liquidó a
la oligarquía peruana. De ser cierto esto, estaríamos frente a un proceso que
también podría catalogarse como de “revolucionario”, pues las estructuras
sociales y el carácter de la propiedad habrían sido transformados de manera
esencial, pero dicho proceso no habría tenido un carácter violento.
Por tanto, desde mi
punto de vista debería relativizarse el que la violencia sea un elemento innato
del concepto de revolución.
2. Análisis
comparativo de la revolución mexicana y revolución cubana
El análisis comparativo
se hará a partir de los textos de Javier Garciadiego y Sandra Kuntz (La
revolución mexicana) y de Hugh Thomas (Cuba. La Lucha por la libertad). En este
punto, quiero empezar con una impresión que me deja la lectura de Garciadiego y
Kuntz, que es la de que la revolución mexicana fue un conjunto de rebeliones
que, por su duración y el alcance que fueron adquiriendo, generaron ese proceso
que duró desde 1910 hasta 1920, fecha en la que se habría iniciado el periodo
de construcción postrevolucionaria. Ahora bien, la percepción más marcada que
tengo es que esa revolución tuvo como actor ausente a las poblaciones
indígenas; esta percepción, inicialmente, me la dio la ausencia de apellidos
indígenas. Si bien es cierto se señala que se trató de una “revolución
agrarista”, por la importancia de los sectores campesinos en las guerras y en
los mismos hechos políticos, lo cierto es que las poblaciones indígenas parecen
haber estado ausentes o, en todo caso, su presencia fue simplemente periférica.
Quizá el caso menos claro en cuanto a esta ausencia es el del movimiento
liderado por Emiliano Zapata. No niego que, como señalan estos autores, la
revolución mexicana haya tenido el contenido social por los movimientos
desarrollados con base popular (Zapata y Orozco). Pero aunque lo popular, e
incluso lo campesino, pueden incluir lo indígena, no necesariamente es así.
En el caso de la
revolución cubana, tenemos que el motor fundamental de la victoria guerrillera
del Movimiento 26 de Julio fue el sector campesino que se adhirió a la misma,
en los tiempos de la Sierra Maestra. Este fue un actor fundamental para la
rápida victoria guerrillera que derrocó a Fulgencio Batista. Esto lo plantea
Thomas.
Ahora bien, tenemos
un primer elemento común en ambos procesos revolucionarios: el carácter
campesino del mismo. Esto no niega la importancia de sectores medios e
intelectuales en la dirección de ambos proceso, pero la fuerza motriz en ambos
movimientos fue el campesinado.
En ambos procesos,
se desarrolló una “reforma agraria”, aunque en el caso de México la reforma
planteada no tuvo como objetivo alterar o modificar sustancialmente la
estructura de propiedad; es más, todos los bandos o sectores que participaron
de la revolución reconocían la relevancia de la propiedad privada para la
economía mexicana. La reforma agraria mexicana afectaba fundamentalmente las
grandes propiedades y no las pequeñas y medianas.
Por su parte, la
revolución cubana planteó también una “reforma agraria” que era como las
reformas planteadas en otros países latinoamericanos y contó con el apoyo de
sectores liberales e incluso de la Iglesia Católica; sin embargo, con el
devenir de los hechos, esta se fue radicalizando y terminó afectando la
estructura misma de la propiedad, pues virtualmente se fue eliminando la propiedad
privada.
Ahora bien, Thomas
cita a Fidel Castro quien habría manifestado, frente a las movidas y decisiones
políticas dentro de Cuba pero también en el ámbito internacional, que se
trataba de una interesante partida de ajedrez. En efecto, el contexto en que se
desarrollaron ambos procesos revolucionarios es bastante importante, pues es
ese contexto el que condiciona el devenir histórico peculiar de cada uno. Y,
además, destaca la relevancia del factor humano y , especialmente, del factor
del líder o líderes del movimiento.
En el caso de la
revolución mexicana tenemos que se trata de un conjunto de rebeliones,
disputas, movidas políticas, guerras, desarrolladas durante un espacio temporal
de diez años; este proceso se inició en el norte de México y de ahí se fue
extendiendo hacia el centro del país, con una presencia bastante mínima en el
sur (las huestes de Zapata). La causa que dio inicio a esta revolución fue la
oposición a la relección de Porfirio Díaz; en torno a esa cusa se unieron
distintos grupos que fueron llegando al Gobierno, pero al no atender las
demandas de los grupos movilizados, fueron cayendo posteriormente.
Inicialmente, la revuelta buscó atender simplemente demandas políticas:
democracia, por ejemplo. Sin embargo, al acceder al gobierno, los sectores
populares movilizados empezaron a plantear demandas de carácter social. En este
caso, tenemos por ejemplo el caso de Emiliano Zapata y sus seguidores, quienes
planteaban demandas sociales de carácter agrario y le dieron ese tinte. Ahora bien,
los líderes que gobernaron México desde la caída de Porfirio Díaz hasta 1920 no eran precisamente radicales,
sino más bien intelectuales y líderes políticos moderados, de clase media
urbana. Pero los sectores campesinos estuvieron permanentemente movilizados.
También hubo presencia de obreros, pero sus causas eran más urbanas y, por
tanto, distintas a las de los sectores campesinos (en este punto, insisto que
lo campesino no quiere decir, en el caso de México, necesariamente indígena).
México es un país que limita por el norte con E.E.U.U. y este era su mercado
fundamental. Además, a pesar de la situación de guerra permanente (la misma que
tuvo como escenario fundamental el ámbito rural), con el inicio de la Primera
Guerra Mundial, las actividades económicas no se vieron afectadas de manera
total; es decir, la revolución no afectó del todo la capacidad productiva del
país. Pese al contexto que se vivía, las exportaciones crecieron en varios
momentos de ese período. No se afectaron propiedades extranjeras (muchas de las
cuales estaban centradas entorno a la actividad minera y petrolera, que
tuvieron un fuerte crecimiento durante la guerra mundial). Por tanto, el
contexto en el que se desarrolló la revolución mexicana no condicionó a los
líderes revolucionarios a afectar el aparato productivo con la expropiación
compulsiva de actividades económico productivas.
En el caso de la
revolución cubana, tenemos que el sino de la misma es bastante más complejo. A
diferencia de México que tiene un territorio muchísimo mayor al de Cuba, en
este último país la mayor parte de propiedades económico productivas estaban en
manos de inversionistas extranjeros, con gran presencia de estadounidenses. Si
bien es cierto la lucha guerrillera duró simplemente algo más de tres años, el
“juego de ajedrez” revolucionario se extendió más allá de la toma del poder el
1 de enero de 1959. Cuando Fidel Castro asume como Primer Ministro, el
derrotero de la Revolución era incierto. En dicho proceso habían coincidido por
su oposición al régimen de Batista diferentes grupos, pudiendo destacarse los
liberales y los comunistas; es más, una nota que a mí me pareció bastante
curiosa es que, según Thomas, incluso los comunistas habrían criticado la
insurrección armada del Movimiento 26 de julio. Y es que el Partido Comunista
Cubano alineado a la URSS, seguía los lineamientos de esta, que, en resumen,
prefería una Cuba neutral antes que comunista. Los discursos de Fidel Castro y
su postura política inicial, durante el año 1959, eran de una búsqueda de buenas
relaciones con E.E.U.U. y hasta de rechazo y cuestionamiento a los sectores
comunistas. Pero lo llamativo de todo este proceso es que E.E.U.U. reaccionó de
manera caótica y poco inteligente frente a la revolución cubana, pues
simplemente era una premisa para ellos que Cuba era un país “amigo” y con el
que jamás tendrían problemas, empezando por el hecho de que el producto que
constituía el monocultivo de la isla (el azúcar) era adquirido por dicho país
en condiciones ventajosas, además de la relación histórica que tenían. Sin
embargo, Fidel Castro y los revolucionarios tenían una fuerte convicción
martiana en el sentido de buscar y luchar por la libertad, lo que implicaba que
incluso el proceso revolucionario sería un producto autóctono, ni capitalista
ni comunista. Las luchas por el poder dentro de Cuba se fueron desarrollando
con gran intensidad y el contexto internacional también generaba una importante
actividad; es así que durante la campaña electoral de 1960 en los EEUU, Cuba
ocupó un lugar central y produjo una situación paradójica en la cual el
candidato demócrata (Keneddy) formuló una serie de planteamientos conservadores
y propios de los republicanos en torno a Cuba, mientras que el candidato
republicano (Nixon) hizo planteamientos más liberales. Un funcionario
norteamericano planteó al metáfora de que la revolución cubana era para EEUU
una astilla clavada en la carne, pero una daga en el corazón. Sin embargo, la
forma en que actuó EEUU desde el principio, dio muestra, primero, de no saber a
qué se enfrentaban (la propia CIA no sabía si Castro era o no comunista) y,
luego, de tomar decisiones poco adecuadas para resolver ese conflicto. Una
lectura puede indicar que la “comunistización” de Castro y de la revolución fue
un efecto de la política estadounidense hacia Cuba y el no asumir que era un
país libre, incluso para optar por el comunismo. A medida que se hacían más
conflictivas las relaciones EEUU-Cuba, este último país iba virando hacia la
izquierda y afectando intereses de EEUU o de ciudadanos suyos (haciendas,
empresas, industrias).
Otro aspecto en el
que podemos diferenciar ambos procesos revolucionarios es que, una vez tomado
el poder, había que sustituir a las autoridades antiguas; en el caso de la
revolución mexicana, tenemos que se recurrió a diferentes grupos de clases medias,
que no habían sido parte del porfiriato. Contaron con un importante grupo de
intelectuales. Por tanto, la transformación de los ámbitos político, cultural,
económico, educativo, si bien fueron cambios de un esquema hacia otro, no
fueron del todo dramáticos. En el caso cubano, las pugnas que alejaron a los
liberales de la revolución y las presiones de los EEUU, con las amenazas y
apoyo efectivo a invasiones, generaron que hubiera una falta de cuadros para
dirigir esos distintos procesos de transformación de los ámbitos de la
sociedad, por lo que, incluso, ante la carencia de técnicos se acogió a
técnicos latinoamericanos, especialmente chilenos. Es más, cuando la
orientación comunista de la revolución ya empezaba a acentuarse, es bastante
claro el sentido de la anécdota que cuenta Thomas cuando el Che Guevara convoca
a uno de los últimos empresarios que no había sido afectados por las reformas
y/o expropiaciones y lo invita a dirigir la actividad industrial de Cuba.
3. Influencia de
estos procesos en América Latina
En cuanto a la
influencia de estos procesos, creo que ambos dejaron huellas y abrieron un
rumbo para los distintos países de América Latina. Así, por ejemplo, en el caso
de la Revolución Mexicana un primer nivel de influencia fue el de su posición
de neutralidad; esto marcó un hito para el continente, pues la influencia de
EEUU era y es muy evidente, lo que deja en cuestión nuestra soberanía. Otro
punto de importante influencia es el de la construcción de la nación mexicana,
con un carácter fuertemente nacionalista y de revaloración de la herencia
prehispánica (en el México revolucionario surge el movimiento indigenista que
tuvo tanta fuerza en nuestra región, especialmente en países como el Perú,
Bolivia y Ecuador. Ahora bien, el indigenismo no equivale a indígena; quizá
ello explica que hoy se hayan vuelto a levantar, reivindicando la figura de
Emiliano Zapata, demandas de las poblaciones indígenas de México.
En el caso de la revolución
cubana, creo que su influencia se siente, en la práctica, más hoy en día que en
los años que describe Thomas. Una influencia inmediata fue el surgimiento de
grupos que plantearon como alternativa revolucionaria la guerra de guerrillas;
Thomas afirma que Castro habría dicho en algún momento que debería prender en
la Cordillera de los Andes la misma llama que encendió la Sierra Maestra. Esta
irradiación llevó al propio Che Guevara que murió asesinado en Bolivia. Su
influencia inmediata también fue de generar una solidaridad hacia Cuba que, en
los debates de la ONU, no ha cesado hasta hoy. Sin embargo, Cuba fue expulsada
de la OEA, pero creo que la Latinoamérica de hoy está tratando de construir un
camino más libre e independiente, llegando incluso a haber afirmado en la
última reunión de la OEA que esta habría sido la última sin Cuba.
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