La democracia es esto, en efecto. Y hay que aceptar los resultados. Nos gusten o no. A mí esta vez los resultados me parecen deplorables; han ganado las propuestas más conservadoras, en lo económico, pero también en lo político. Se ha vuelto a imponer la criollada —la ley del más vivo— tan dañina para el país. Explicaciones seguramente habrán muchas. Ensayo la mía.
Los sectores populares a nivel nacional, especialmente en las zonas más pobres del Perú, sufrieron una frustración con la oferta de la gran transformación del nacionalismo. Su desconfianza hacia esas propuestas es hoy mayor.
Keiko Fujimori —y el fujimorismo— no perdió el tiempo y se dedicó a trabajar políticamente, desde el 2011, cinco años intensos de presencia permanente a lo largo del territorio nacional (para ello ha tenido ingentes recursos de origen, por lo menos, dudoso). Los resultados saltan a la vista en esos mapas coloridos que muestran que su presencia es abrumadora en el norte y en el centro del país, incluyendo Lima. En todas estas regiones primó —como suele suceder— un voto más conservador, más en la línea de mantener el modelo económico. Claro que no se puede ser mezquino con la performance política de Keiko Fujimori que, desde su recordada presentación en Harvard, mostró una estratégica corrida hacia el centro, hacia ese sector que le permitiría ganar las elecciones y que hasta ahora le había resultado esquivo, aunque cada vez con mayor timidez. Su “moderación” fue una puesta en escena muy bien pensada y desarrollada de cambios importantes que la mostraron como la hija que no tiene por qué cargar con la mochila de los “errores” de su padre. Logró algo muy importante: cambiar sin tener que producir cambios de verdad. Pura estética. No ser; simplemente parecer. Con esa abrumadora mayoría en el Congreso, si ella llega a la Presidencia —la que es hoy la mayor probabilidad—, tiene el terreno allanado, el camino libre para hacer lo que quiera, incluyendo la liberación de su padre y una amnistía para todos aquellos que según ella lo merezcan. La justificación será la necesidad de reconciliación nacional.
El pase a la segunda vuelta de Pedro Pablo Kuczynski es un asunto absolutamente accidental, pues obedece en parte al éxito de la estrategia de generar terror en la población respecto a la amenaza de la izquierda. Asimismo, fue posible en parte también debido a que Gregorio Santos le arrebató importantes puntos a la propuesta del Frente Amplio. Aquí el voto limeño fue muy importante en su línea de conservadurismo. Accidente puro.
Entre las dos propuestas, es decir la de Fuerza Popular (39.6%) y la de Peruanos por el Kambio (21.5%) tenemos poco más de las dos terceras partes del electorado nacional (61.1%). Estas dos terceras partes han ratificado, además de su miedo a cualquier propuesta de cambio, su apuesta por mantener el statu quo. Quizá también haya una cuota de la voluntad de reinvindicar al fujimorismo y, especialmente, a Alberto Fujimori (cualquiera que gane la segunda vuelta es seguro que tomará las medidas necesarias para la excarcelación del ex presidente condenado a prisión por delitos contra los derechos humanos y de corrupción). Veremos como salimos de este periodo gubernamental; por lo pronto, el mundo nos observa como una versión folklórica de democracia, en la que se reinvindica a uno de los regímenes más corruptos de la historia reciente.
Sin embargo, seguimos viviendo en un país que es por lo menos dos. El sur del Perú (con la sola excepción de Arequipa), pudiendo incluir además a Huancavelica, ha votado por el Frente Amplio de manera contundentemente mayoritaria. Ese es un mensaje claro también que muestra la exigencia de un cambio estructural, un cambio del modelo económico (claro está que no implica una patente para el manejo económico irresponsable). Y esas demandas han sido adecuadamente canalizadas por Verónika Mendoza y el Frente Amplio. Hay que destacar la capacidad de liderazgo de Mendoza, quien contra todos los pronósticos y afirmándose en una estrategia ajena al marketing político, pudo conseguir un 18.7% de las preferencias electorales a nivel nacional. Esto es digno de aplauso, pues ha resucitado virtualmente a la izquierda en el Perú. Se ha mostrado como una persona de convicciones firmes y que no acomoda su discurso según el auditorio del que se trate; ha planteado con contundencia propuestas renovadoras como, por ejemplo, la necesidad de recuperar la soberanía de nuestros recursos naturales (tomemos en cuenta que hoy la propia Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo ha planteado la necesidad de salvaguardar el derecho de regulación por parte de los Estados de las actividades económicas que se den en su territorio, las que se han visto afectadas por el arbitraje en inversiones) y que las inversiones extranjeras cumplan con las regulaciones del Estado; para ello, ha señalado que se renegociarán los contratos de inversión. También la necesidad de desarrollar un Estado laico de verdad; el implementar políticas paritarias de género, incluyendo las políticas a favor de las minorías sexuales; el tema de los derechos reproductivos y de libertad de decisión para las mujeres respecto a sus cuerpos; la posibilidad de mirar desde otra perspectiva las políticas antinarcóticos; la profundización de los programas sociales y la redistribución; mejora de los sistemas de educación y salud públicas, etc. Se trata de una agenda refrescante de la política nacional, que requiere de un trabajo constante a partir de ahora y con miras al 2021. De lo contrario, esta breve primavera de la izquierda, se difuminará en los recuerdos. Se requiere de trabajo político constante, a nivel nacional, con presencia de los líderes nacionales y regionales, para nutrirse de las demandas de la población, para conocer o reconocer ese país que pareciera ser nuevamente ancho y ajeno, para hacerse conocer también. El reto para la izquierda es enorme y ojalá esté a la altura de ese reto. Creo que en el Frente Amplio debe abrirse espacio a una izquierda liberal también que permita tender puentes y, sobre todo, que permita que se gestiones de manera adecuada, desde la izquierda, al Estado, con toda su complejidad.
Ahora a asimilar estos tristes resultados electorales. La democracia es esto. Nos guste o no. El pueblo decidió.
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