"debemos reconocernos en
este mestizaje, nuestra
gran riqueza: necesitamos
a la Atenas griega y al
Cusco andino".
Transcribo una entrevista realizada por Gonzalo Pajares a Manuelcha Prado, célebre guitarrista ayacuchano, que se publicó hoy en el diario Perú 21.
“En la guitarra duermen todos los sonidos de la tierra”
Junto con Raúl García Zárate, Manuelcha Prado debe de ser el guitarrista ayacuchano más reconocido. Hijo de Puquio y del Perú, esta noche ofrece un recital –en el que también estarán Jaime Guardia y Los Campesinos– en homenaje a la madre. Lugar: Colegio Santa Úrsula. Entradas: Teleticket.
Autor: Gonzalo Pajares Cruzado
"A los 12 años tomé una guitarra por primera vez… no la dejé más. Escuché su magia en los dedos del maestro Arturo Prado, quien no era de mi familia, pero nos tratábamos de tío y sobrino. Era un excelente guitarrista que tocaba más con el corazón que con los dedos. Al escuchar cómo podía 'hablar’ una guitarra, me enamoré del instrumento". 'Manuelcha’ Prado, el gran guitarrista ayacuchano, nos habla de su maestro.
¿También toca con el corazón?
Intento hacerlo. Yo busco un equilibrio entre razón y corazón, pero me gana más la emoción, el sentimiento.
El señor Prado fue su maestro, pero él nunca le enseñó a tocar, ¿no?
Así es. Él tocaba solo en las afueras del pueblo, pero nunca me enseñó una nota. Eso sí, monologaba sobre la música y sobre la vida. Mi placer estaba en escucharlo. He allí mi escuela.
¿Cuándo empezó su 'latir’ musical?
La sonoridad de la música de Puquio, de la fiesta del agua, de la fiesta de las tijeras; el sonido de las campanas, de los insectos, ya bullía en mi interior. Solo necesitaba un instrumento para expresarme, y escogí la guitarra pues me servía para evocar todo mi mundo.
La guitarra, siendo occidental, ¿cómo es capaz de manifestar todo el sentimiento andino?
En la guitarra duermen todos los sonidos de la tierra; es un instrumento noble que reproduce lo que el artista le dicta. Por eso es capaz de ser ayacuchana y ancashina, criolla y andaluza, clásica y andina. El hombre de nuestra tierra le ha dado su toque, su esencia, algunos rasgueos, otra afinación.
¿Hay una escuela de lutieres ayacuchanos?
Falcón, el gran constructor de guitarras, es ayacuchano. Mi guitarra la hizo él. También tengo otras guitarras que se avienen a mi espíritu: una cusqueña, hecha por Jonás Gutiérrez, y una Orozco, hecha en España. Esta guitarra llora ayacuchano.
Siempre aparece el llanto cuando se habla del hombre andino…
Pero también ríe ayacuchano, se carcajea ayacuchano, se vacila ayacuchano. Sucede que, en quechua, el verbo 'waqay’ es llorar. Pero, cuando uno habla de tocar un instrumento, también se dice 'waqay’. Cuando canta el gallo es 'waqay’. Por eso, 'llorar’ se convierte en algo genérico, es decir, varía: puede haber un 'waqay’ triste y otro alegre.
Saqra, el disco que hizo con una banda de rock, me parece magnífico…
Gracias. Fue una necesidad, una locura hermosa. Para hacer Síndrome colonial (una de las canciones del disco) necesitaba una batería. Le dije a Chano (Díaz Límaco), mi charanguista cosmopolita –pues vive a caballo entre la cultura andina y occidental–, que consiguiera un baterista. Me presentó a Mino Mele, y este trajo al bajista Pancho Müller, y así nació Kavilando, una gran banda, no diría fundacional, pero que rescata las sonoridades andinas desde lo urbano. Sucede que nosotros no solo somos hijos del campo florido, sino también del cemento y de la mole.
Me gusta Síndrome colonial…
Refleja un estado psicológico, físico y espiritual de no sentirnos nosotros mismos. Es un estado de negación. Con toda nuestra herencia, los peruanos debemos reconstruirnos y reinventarnos. Yo invoco, a través del arte, un encuentro intercultural. Nosotros somos hijos de las culturas andina y occidental que, al encontrarse, originaron una gran tragedia histórica –no podemos negar sus muertos–, pero que hoy, pasado el tiempo, debemos reconocernos en este mestizaje, nuestra gran riqueza: necesitamos a la Atenas griega y al Cusco andino.
¿Es un hombre de izquierda?
Soy un hombre progresista, pero los calificativos 'izquierda’ y 'derecha’ me parecen muy escolares. No todo es o blanco o negro o rojo.
¿La sensibilidad tiene color político?
No, va más allá. Yo no escojo a mis amigos por sus ideas políticas sino por su amor al arte y a la cultura, por su amor a nuestra historia y a la peruanidad.
¿Qué ha pasado en nuestro país para que Manuelcha Prado sea estudiado y, también, enseñe en la Escuela de Música de la PUCP?Es el resultado de la lucha permanente del mundo andino por ganarse un espacio en nuestro propio país. Pero todavía queda mucho por hacer.
Autor: Gonzalo Pajares Cruzado
"A los 12 años tomé una guitarra por primera vez… no la dejé más. Escuché su magia en los dedos del maestro Arturo Prado, quien no era de mi familia, pero nos tratábamos de tío y sobrino. Era un excelente guitarrista que tocaba más con el corazón que con los dedos. Al escuchar cómo podía 'hablar’ una guitarra, me enamoré del instrumento". 'Manuelcha’ Prado, el gran guitarrista ayacuchano, nos habla de su maestro.
¿También toca con el corazón?
Intento hacerlo. Yo busco un equilibrio entre razón y corazón, pero me gana más la emoción, el sentimiento.
El señor Prado fue su maestro, pero él nunca le enseñó a tocar, ¿no?
Así es. Él tocaba solo en las afueras del pueblo, pero nunca me enseñó una nota. Eso sí, monologaba sobre la música y sobre la vida. Mi placer estaba en escucharlo. He allí mi escuela.
¿Cuándo empezó su 'latir’ musical?
La sonoridad de la música de Puquio, de la fiesta del agua, de la fiesta de las tijeras; el sonido de las campanas, de los insectos, ya bullía en mi interior. Solo necesitaba un instrumento para expresarme, y escogí la guitarra pues me servía para evocar todo mi mundo.
La guitarra, siendo occidental, ¿cómo es capaz de manifestar todo el sentimiento andino?
En la guitarra duermen todos los sonidos de la tierra; es un instrumento noble que reproduce lo que el artista le dicta. Por eso es capaz de ser ayacuchana y ancashina, criolla y andaluza, clásica y andina. El hombre de nuestra tierra le ha dado su toque, su esencia, algunos rasgueos, otra afinación.
¿Hay una escuela de lutieres ayacuchanos?
Falcón, el gran constructor de guitarras, es ayacuchano. Mi guitarra la hizo él. También tengo otras guitarras que se avienen a mi espíritu: una cusqueña, hecha por Jonás Gutiérrez, y una Orozco, hecha en España. Esta guitarra llora ayacuchano.
Siempre aparece el llanto cuando se habla del hombre andino…
Pero también ríe ayacuchano, se carcajea ayacuchano, se vacila ayacuchano. Sucede que, en quechua, el verbo 'waqay’ es llorar. Pero, cuando uno habla de tocar un instrumento, también se dice 'waqay’. Cuando canta el gallo es 'waqay’. Por eso, 'llorar’ se convierte en algo genérico, es decir, varía: puede haber un 'waqay’ triste y otro alegre.
Saqra, el disco que hizo con una banda de rock, me parece magnífico…
Gracias. Fue una necesidad, una locura hermosa. Para hacer Síndrome colonial (una de las canciones del disco) necesitaba una batería. Le dije a Chano (Díaz Límaco), mi charanguista cosmopolita –pues vive a caballo entre la cultura andina y occidental–, que consiguiera un baterista. Me presentó a Mino Mele, y este trajo al bajista Pancho Müller, y así nació Kavilando, una gran banda, no diría fundacional, pero que rescata las sonoridades andinas desde lo urbano. Sucede que nosotros no solo somos hijos del campo florido, sino también del cemento y de la mole.
Me gusta Síndrome colonial…
Refleja un estado psicológico, físico y espiritual de no sentirnos nosotros mismos. Es un estado de negación. Con toda nuestra herencia, los peruanos debemos reconstruirnos y reinventarnos. Yo invoco, a través del arte, un encuentro intercultural. Nosotros somos hijos de las culturas andina y occidental que, al encontrarse, originaron una gran tragedia histórica –no podemos negar sus muertos–, pero que hoy, pasado el tiempo, debemos reconocernos en este mestizaje, nuestra gran riqueza: necesitamos a la Atenas griega y al Cusco andino.
¿Es un hombre de izquierda?
Soy un hombre progresista, pero los calificativos 'izquierda’ y 'derecha’ me parecen muy escolares. No todo es o blanco o negro o rojo.
¿La sensibilidad tiene color político?
No, va más allá. Yo no escojo a mis amigos por sus ideas políticas sino por su amor al arte y a la cultura, por su amor a nuestra historia y a la peruanidad.
¿Qué ha pasado en nuestro país para que Manuelcha Prado sea estudiado y, también, enseñe en la Escuela de Música de la PUCP?Es el resultado de la lucha permanente del mundo andino por ganarse un espacio en nuestro propio país. Pero todavía queda mucho por hacer.
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