Este breve artículo fue elaborado en el desarrollo del curso denominado "Procesos Políticos en el Perú y América Latina siglo XX", dictado por el profesor Piero Corvetto, actualmente en proceso.
Concepto como proceso
La oligarquía es
una categoría política que da cuenta de una forma de ejercer dominación, cuya
base es angosta, y se caracteriza por una naturaleza fundamentalmente
excluyente de los grupos mayoritarios; cuando se “incluye” a esos sectores
mayoritarios, esta inclusión implica un rol totalmente pasivo de estos y, por
tanto, de absoluta inocuidad en el ejercicio del poder. Se trata, entonces, del
ejercicio de una forma de dominación por parte de grupos sociales pequeños o
clases sociales, pero que cuentan con poder económico, social y político. Es
importante destacar que no se puede confundir oligarquía con una clase social;
es decir, la oligarquía no es una clase social. Es el ejercicio del poder
político por parte de grupos reducidos y con la característica de que excluye a
las grandes mayorías.
Cuando se habla
de “oligarquía” nos encontramos, según Ansaldi, frente a un concepto polisémico,
pero unívoco. Esto es muy importante y acertado.
Los criterios de
pertenencia que inspiran el ser oligárquico son de diversa índole, pudiendo
partir del linaje, lazos familiares, clase social, etnia. Lo que sí es un rasgo
común es que se trata de grupos reducidos que excluyen a las grandes mayorías:
base social angosta.
El hecho de que
se trate de una forma de dominación a partir de grupos reducidos tiene un
efecto bastante llamativo y hasta paradójico, pues implica que se acumulan
importantes cuotas de poder en esos grupos reducidos, pero las posibilidades de
ejercicio efectivo de ese poder se ven seriamente limitadas en el alcance
espacial del mismo; por ello que la oligarquía implica un ejercicio de la
dominación sobre la base de criterios de centralización, por un lado, pero
también de descentralización, por el otro lado. Esta relación entre
“centralización” y “descentralización” es un proceso dinámico y diferenciado.
Un elemento importante para analizar la oligarquía es el de la propiedad de la
tierra; el eje de la oligarquía era la “hacienda”. La propiedad de la tierra
estaba acumulada en pocas manos y esta era la base material que sustentaba el
ejercicio del poder político, social y económico a partir de grupos reducidos.
En el caso de la
oligarquía, en tanto forma de ejercicio del poder, podemos hablar de un Estado
oligárquico, el mismo que no tiene contradicción con otras formas de ejercicio
del poder, como puede ser el “Estado burgués” o “Estado capitalista” (el
ejercicio de la dominación oligárquica puede darse por grupos o clases como
pueden ser la burguesía, los terratenientes, etc). En todo caso, su versión
contraria sería la del Estado democrático. Por tanto, si nos planteamos la
necesaria identificación de conceptos antagónicos deberíamos hablar de
“oligarquía”, por un lado, y “democracia”, por el otro.
La oligarquía
asume que el Estado le pertenece, es una extensión de lo suyo; por ello, una
característica también presente es que se establecen criterios propios a esa
forma de dominación para acceder a los puestos
en la burocracia (vínculos familiares, sociales). En este caso, tenemos que a
medida que se iba generando una demanda de cuadros más capacitados o con una
formación específica para cubrir plazas en el Estado, se requería de ciertos
perfiles o profesionales. Esta podría ser una pequeña rendija a través de la
cual se fueron incorporando algunos elementos ajenos a los grupos oligárquicos en
los aparatos a través de los cuales se ejercía esa dominación.
La oligarquía
asume que el Estado es su espacio privado también y, por tanto, tiene una
visión patrimonialista de él. Por tanto, no hay una gran diferencia entre los
espacios público y privado. Es más, los espacios en los que se desarrolla la
vida social y política son la familia, los clubes sociales y los partidos
políticos; en buena cuenta, la génesis de estos espacios la encontramos en los
vínculos familiares, a partir de los cuales se extiende otros vínculos de
carácter social y político, hasta llegar al Estado en su concepción
patrimonialista.
Análisis comparativo de los casos peruano y argentino
Al efectuar un
análisis comparativo entre lo que sucedió en el Perú y lo que sucedió en la
Argentina, tenemos que hay importantes diferencias, aunque también se puede
destacar relevantes semejanzas.
En el caso
peruano, la oligarquía podría ser analizada en tres etapas:
- De 1885 a 1919 (o 1930) se da una primera etapa en la que la oligarquía ejerce el poder político de manera directa (a través, fundamentalmente, del Partido Civilista) y el poder económico.
- De 1919 (o 1930) a 1968, tiempo durante el cual la oligarquía mantiene el poder económico, pero ejerce el poder político a través de caudillos civiles y/o militares. Al menos en los años del denominado “Oncenio de Leguía”, se dio un fuerte impulso a la industrialización del país, se generó importante infraestructura, se abrió el país a las inversiones extranjera (especialmente las mineras).
- De 1968 a 1990, tiempo durante el cual se empieza a dar el fenómeno de la extinción de la oligarquía.
Desde mi punto
de vista esta clasificación debería ajustarse, pues la “extinción” de la
oligarquía no se ha dado, al menos no en plenitud. Un momento clave para esto
fue el año 1968, que se señala liquidó ese periodo de nuestra historia al
haberse dado la Ley de Reforma Agraria, lo que le quitó sustentó a un grupo
fundamental de la oligarquía que eran los terratenientes; en las ciencias
sociales (Guillermo Nugent, por ejemplo) se ha sostenido que este proceso
liquidó virtualmente a la oligarquía. Dicha afirmación resulta muy interesante
y, de hecho, cambió la configuración del mapa político, social y económico en
el Perú. Fue un golpe muy importante, pero hoy (a más de 40 años del inicio de
ese proceso) ciertos grupos de poder económico actuales, sostienen que con los
procesos de privatización de tierras se estaría dando un proceso de sino
contrario; es más, a este proceso se lo ha bautizado como “la Contrarreforma”,
en clara alusión al proceso instaurado en 1968. Estos grupos han logrado
adquirir a precios bastante “atractivos” importantes extensiones de tierra y
hoy acumulan grandes espacios; si bien es cierto la forma de relacionamiento
con los demás sectores sociales es hoy diferente, esto no niega un proceso que
se muestra hoy más evidente: nueva acumulación de la propiedad de la tierra.
Por tanto, no me parece estrictamente correcto señalar que la oligarquía se
haya extinguido del todo o esté en proceso de extinción, pues parece que
estuviéramos en un escenario semejante al de principios del siglo XX, cuando se
vivió una fuerte expansión económica, sustentada fundamentalmente en la
exportación de materias primas (minerales) y el proceso de apertura a las
inversiones extranjeras, principalmente en el ámbito de las industrias
extractivas. En todo caso, esto habría que analizarlo con mayor detalle a la
luz de hoy.
En el caso
argentino, la oligarquía tuvo su apogeo durante el periodo de 1880 a 1919.
Durante ese periodo el ejercicio del poder por parte de los grupos que
conformaba la oligarquía se dio a través del Partido Autonomista, en el que se
encontraban facciones diversas, destacando las alas “tradicionales” y
“progresistas”. Un fenómeno central en el caso argentino fue el de las olas de
migración europea, fenómeno que tuvo importante impacto en la sociedad argentina
y dotó de una importante dinámica económica y social en las zonas del litoral
donde se establecieron, principalmente, los migrantes. El migrante tiene una
importancia central en el desarrollo del proceso argentino, pues es el sector
que le imprimió la mayor dinámica al mismo.
Otro actor
importante en este caso es el del Partido denominado como la Unión Cívica, que
es el que surge como representante de las clases media; este partido, que
también tenía facciones, se dividió y
surge la Unión Cívica Radical.
Luego, también
sobre la base de una población fundamentalmente constituida por migrantes
europeos, surge el Partido Socialista, el mismo que accede al poder político
hacia 1919, marcando un hito en la historia argentina. El movimiento obrero
tuvo también esta característica de tener un origen en esa población migrante;
tan así, que los primeros movimientos sociales y jornadas de protesta
estuvieron iniciadas por obreros alemanes.
En el caso
argentino, la oligarquía se asienta en los sectores internos del país y ve en
la migración europea una situación de amenaza. Ahora bien, en el caso de
Argentina, no se presenta un proceso social tan marcado por componentes como
pueden ser los elementos raciales o étnicos, a diferencia de lo que sucede en
el Perú.
En el caso
peruano, se dio también esta migración europea, especialmente italiana, pero
también se promovió desde el Estado una migración desde el Asia. Ahora bien, en
el caso de nuestro país, tenemos que sí existió y existe un elemento marcado
esencialmente por factores de carácter racial, étnico y cultural. Si bien se ha señalado que la oligarquía excluyó también a esos migrantes
europeos, creo que esta “exclusión” fue de carácter menos agresiva, pues estos
grupos de inmigrantes pudieron insertarse con mayor facilidad que los sectores
mayoritarios conformados por poblaciones mestizas e indígenas a los grupos
reducidos que ejercían esta dominación. Así, por ejemplo, los migrantes
europeos impulsaron fuertemente ciertas actividades industriales, incluso en el
sur andino peruano, donde generaron un fuerte impacto en las economías locales
desde finales del siglo XIX (en el Cusco, por ejemplo, son famosas las
industrias textiles fundadas por migrantes italianos); el proceso por el cual
se insertaron en los grupos de poder fue, entonces, bastante menos costoso. Es
más, como aparece en la última edición de la revista Caretas, los migrantes
italianos pudieron incluso formar grupos orientados en la ideología fascista
liderada por Benito Mussolini, cuyo concepto ideológico tendría o podría tener
similitudes con el poder oligárquico, en la medida que su ejercicio está en
pocas manos, aunque con el concurso pasivo de las “mayorías”.
Impacto de la oligarquía en América Latina: un
análisis del presente
El fenómeno del
Estado oligárquico en América Latina ha marcado un periodo importante de la
historia regional y ha tenido mucha importancia en el desarrollo de nuestros
procesos históricos; ¿qué tan acertado es señalar que ese periodo ya se agotó
en la región o, por lo menos, en el Perú? Incluso hoy en países como Colombia,
Venezuela, Ecuador, se sigue sosteniendo que la oligarquía o las oligarquías
están vigentes. Hay que traer a colación que las cifras nos indican que este
subcontinente es la región con mayores niveles de desigualdad del mundo.
Entonces, esa es una muestra de que aun nos encontramos frente a realidades en
las que grupos reducidos tienen elevadísimas cuotas de poder económico,
político y social, frente a las grandes mayorías que son simples espectadores y
hasta víctimas de ese poder.
La violencia
política en el Perú se desarrolló bajo la premisa de que el Perú post reforma
agraria era el mismo al que antecedió a
ese proceso. Sin embargo, los procesos históricos vividos desde incluso antes
de 1968, como los procesos migratorios hacia Lima y las ciudades, cambiaron el
rostro del Perú de manera evidente. Éramos un país primordialmente rural; hoy,
somos un país fundamentalmente urbano. A pesar de ello, los niveles de
exclusión son muy marcados y nuevamente se puede apreciar que el poder
económico, político y social se encuentra en pocas manos y son excluidas las
grandes mayorías. Es más, si bien es cierto que en el caso peruano han ganado
las elecciones opciones que prometían el cambio, se han producido complejos
procesos por los que, finalmente, gobiernos “elegidos por la izquierda” han
“gobernado por la derecha”. Se vive un proceso de acumulación de tierras para
la agroexportación y, como a principios del siglo XX, nos encontramos en un
momento marcado por la consolidación de la inversión extranjera, especialmente
en sectores de actividades económicas extractivas y por tanto destinadas a la
exportación de materias primas.
En nuestros
países vecinos se vienen dando procesos también interesantes y que, de algún
modo, muestran aun el impacto del poder oligárquico. El caso de Colombia me
parece muy interesante, cuando asistimos al inicio de las conversaciones entre
el Gobierno (acusado de representar a las oligarquías de ese país) y la
guerrilla más antigua del continente (acusada de ser un cartel de la droga);
dicho conflicto parece haber llegado a un punto muerto en el que se hace más
evidente la necesidad de un proceso de paz negociado, pues la democratización
del país habría tenido importantes avances en cuanto a derechos individuales,
con lo que se reducen aspectos de exclusión o, por el contrario, se avanza en
políticas inclusivas, pero por otro lado se mantienen privilegios para unos
pocos que se muestran de manera muy marcada en las zonas rurales de ese país.
En el caso de
Bolivia tenemos que llegó al poder político el primer presidente indígena, lo
cual marca un hito sin lugar a dudas importante, por el empoderamiento de las
poblaciones excluidas. Sin embargo, no dejan de mostrarse serias
contradicciones en el interior del movimiento que respaldó a ese presidente. Es
cierto que se trata de un fenómeno muy marcado, que seguramente ha tenido
importantes logros en la democratización de la sociedad y de las relaciones
entre los diferentes grupos sociales, especialmente en la relación entre los
diferentes grupos étnicos que constituyen la sociedad boliviana, pero es claro
también que se encuentran latentes importantes sectores con cuotas de poder
económico y social, que empujan en un sentido más bien excluyente y que busca
“recuperar” los privilegios “perdidos”.
Me parece claro
que el impacto de las oligarquías en nuestro continente, aun hoy en pleno siglo
XXI, marca una huella que se muestra de manera clara en nuestras sociedades.
Por tanto, no estaría tan seguro, como Ansaldi parafraseando a García Marquez,
de si estos grupos tienen o no una segunda oportunidad sobre la tierra.
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