martes, 15 de octubre de 2013

La discreción de una novela

Las trescientos ochenta y tres páginas de la última novela de Mario Vargas Llosa, El héroe discreto, son —a decir verdad— una perfecta coartada que atrapa al lector —especialmente a los vargasllosianos como yo— sobre la base de un cóctel de ingredientes melodramáticos, un casi ausente erotismo, la reiteración de algunos personajes que, por la nostalgia de otras obras, nos envuelven en sus pequeñas historias. No puedo decir, sin embargo, que me haya parecido una de sus grandes novelas. Ni remotamente.
Desde mi punto de vista, se trata de una nueva demostración de que los tiempos de las grandes novelas, de esos arrebatos de asalto al cielo protagonizados por el escritor, quedaron atrás, quizá en definitiva. La trama se vale del recurso recurrente a las historias paralelas que Vargas Llosa maneja con absoluta destreza; él sabe que este recurso le es infalible y lo usa, a veces de manera abusiva y puramente formal, sin que la sustancia de las historias se nutra necesariamente de esa confusión de espacio y tiempo. Lo que debiera mostrarse como un juego provocador por parte del escritor hacia el lector termina siendo el protocolo de una técnica previamente establecida, casi en un laboratorio.
Los personajes han madurado en extremo, no resultan ya atractivos, pues todos parecen haber pasado por el mismo proceso y se muestran como adorables señoronas. Se añora la arquitectura de personajes como Zavalita, el Sargento Lituma de La Casa Verde, Pantaleón o Mayta. Zavalita no volvió a aparecer más; Lituma sí, pero llegó a un nivel de acartonamiento deplorable en Lituma en los Andes. Aparecieron otros personajes que fueron la base de la nueva arquitectura: Don Rigoberto y Doña Lucrecia, La niña mala. Quizá un breve paréntesis en el abandono de su vocación deicida lo encontramos con La fiesta del Chivo y El sueño del celta. No obstante, Don Rigoberto, Doña Lucrecia y Fonchito parecen haberse apoderado del universo vargasllosiano, con la frivolidad que ello implica, pese a los arrebatos culturales de aquel.
En El héroe discreto nos encontramos con una repetitiva trama de la historia de Don Rigoberto y su familia, con los excesos de melodrama que, claro, nos atrapan, pero no por su fuerza, ni por convicción del argumento, sino por la miel que destilan: nos presenta con ellos la única parte erótica, pero el grueso de la obra está constituida más bien por el "drama" que se gesta tras el apoyo de Rigoberto, artista frustrado y cómodo pensionista, a su ex jefe y amigo, Ismael, en su decisión de desposar a la sirvienta; la versión culturosa de la telenovela "Natacha". Doña Lucrecia le dice en algún momento, agudizando los efectos, que si ella se muriera le parecería una buena idea que Rigoberto desposara a Justiniana, mientras Rigoberto alucina un beso y unas caricias lésbicas entre su mujer y la empleada. Mientras más crítico de la postura política del gobierno venezolano, más cercano a los culebrones propio de esas tierras; irónica paradoja.
En paralelo bastante previsible, va la historia de Felícito Yanaqué, su austera vida, y el amor intenso hacia la "cortesana" Mabel. Basta recordar un párrafo de la conversación entre ambos personajes para graficar esa relación , mejor dicho, esa trama:
"—¿Por qué lloras, viejito? ¿No te gustó, pues?
—Nunca en mi vida he sido tan feliz —le confesó Felícito, arrodillándose y besándole las manos—. Hasta ahora yo no sabía lo que era gozar, te lo juro. Tú me has enseñado la felicidad, Mabelita".
Es este el héroe discreto que da título a la novela, algo así como los Añaños para su razonamiento político. Este héroe ha sido extorsionado y, pese a los temores, se niega a ceder ante los delincuentes, cumpliendo con la promesa que le hizo a su padre de que nunca se dejaría pisar con nadie. Aunque este personaje protagónico resulta bien construido, se muestra artificial en algunos pasajes, como el de las conversaciones con sus hijos, especialmente con Miguel, el entenado que le "enchufaron" y que, en complicidad con su amante, traman un secuestro bastante evidente. En el caso de Mabel, incluso hay una inconsistencia en la biografía de este personaje, pues se indica contradictoriamente que habría sido violada repetidamente por su padrastro (p. 210), aunque se diga también que esto habría quedado únicamente en tentativa (p. 213).
Volviendo a la familia de Don Rigoberto, la situación que más interés despierta es si Edilberto Torres, el "amigo" de Fonchito resulta ser real o no; la duda queda aunque, aparentemente, todo fue un arranque de imaginación de ese niño casi genio que es el hijo. Los diálogos entre este y su padre, así como los que entabla con Edilberto Torres, son realmente poco verosímiles.
Me seduce una situación paradójica (¿oxímoron?) que encuentro profundamente atractivo: Don Rigoberto no ha cesado en su vida de construir "islas o fortines de cultura en medio de la tormenta, invulnerables a la barbarie del entorno [...]". Esta idea me recordó de inmediato las metáforas que usó permanentemente Ernesto Sábato; sin embargo, vuelve al rato el Vargas Llosa de La utopía arcaica y lanza su sentencia feroz: "En este país no se puede construir un espacio de civilización ni siquiera minúsculo", pues, a criterio del decepcionado Rigoberto, la barbarie "termina por arrasarlo todo". Luego, casi de inmediato, vuelve a las metáforas existenciales, aunque la idea del progreso sea su sustento central: "la idea de que la civilización no era, no había sido nunca un movimiento, un estado de cosas general, un ambiente que abrazara el conjunto de la sociedad, sino diminutas ciudadelas levantadas a lo largo del tiempo y el espacio que resistían el asalto permanente de una fuerza instintiva, violenta, obtusa, fea, destructora y bestial que dominaba el mundo [...]".

Casi como Felicito Yanaqué, que de manera conjunta con Rigoberto, constituiría su alter ego, manifestó Vargas Llosa,  según señala La República, que en el Perú se vive un "genuino periodo de progreso", que ha permitido el crecimiento de empresarios de origen humilde, así como de la clase media, agregando que este crecimiento trae algunos precios que deben pagarse, como el aumento de mafias, la inseguridad y la delincuencia.

Para redondear el melodrama, está otro personaje inevitable: la bruja Adelaida: "En la vida siempre es así. Las cosas buenas tienen siempre su ladito malo y las malas su ladito bueno".
En síntesis, esta última y muy esperada novela de nuestro gran Mario Vargas Llosa —hoy un hombre sin lugar a dudas feliz— es una obra entretenida, de fácil lectura, una bonita historia (o conjunto de bonitas historias) y con un final feliz, pero bastante discreta.

viernes, 3 de mayo de 2013

Breve reseña sobre el documental The corporation, de Marck Echbar

En este documental se plantea, inicialmente, como objetivo, evaluar por qué una institución que antes era insignificante y que, legalmente, tiene poco poder, hoy tiene una presencia omnímoda en nuestra sociedad. Asimismo, de manera colateral evaluar por qué se da una falta de control público sobre dicha organización.
 

¿Qué es una corporación?

Hay diferentes miradas sobre la corporación, unas positivas y otras negativas. En el documental se presentan varias de esas concepciones.

Así, por ejemplo, se señala que una corporación es un grupo de individuos que trabajan juntos por lograr una variedad de objetivos, de los que el más importantes es generar utilidades para los dueños. Asimismo, se señala que la corporación moderna nació en la era industrial y centra sus objetivos en maximizar la productividad de la hora/hombre en todos los rubros.

Históricamente, la corporación nació como una organización perfectamente auditable por el Estado y para fines específicos, siempre en atención al interés público. Sin embargo, durante la Guerra Civil y la revolución industrial, el poder de las corporaciones empezó a crecer por la demanda explosiva de ferrocarriles. Desde una perspectiva legal, las corporaciones entendieron que requerían de más poder y aprovecharon en EEUU de la enmienda N° 14 de la Constitución (pensada para lograr la equidad en el trato a las personas negras) para introducir la concepción de las corporaciones como “personas”. Esto fue aceptado.

Desde otra perspectiva, se ha planteado que las corporaciones son organizaciones monstruosas que salieron del control de sus creadores y que los están destruyendo.
 
La corporación como persona jurídica

Se asumió legalmente que la corporación ya no es un conjunto de personas con responsabilidad, sino que es una persona en sí misma, con muchos deberes y derechos de una persona. Pero se trata de personas inmortales, que no tienen una conciencia moral, y que están diseñadas para generar ganancia en el corto plazo y beneficiar solamente a sus accionistas y no a la comunidad ni a la fuerza laboral. Es más, las corporaciones buscan externalizar los costos que el “público incauto” le permita; es una “máquina de externalizar”.

Esto se puede apreciar, por ejemplo, en las bajísimas remuneraciones que pagan en países pobres; han generado la “ciencia” de la explotación, pues han logrado maximizar la utilidad del tiempo de trabajo.

Uno de los entrevistados señala que en nuestra búsqueda de riqueza y bienestar hemos creado algo que nos va a destruir. Otro, agente de bolsa de valores, menciona incluso al Perú como el país en el que se está contaminando un pueblo por explotar el cobre que ellos venden.

Patología del comercio

El diagnóstico de psicopatía calza en las corporaciones, en tanto personas jurídicas: indiferencia a los sentimientos, no mantiene relaciones duraderas, indiferencia por la seguridad de otros, mentir por lucro, incapacidad para sentir culpa, falta de conformidad con las normas sociales en lo que respecta al comportamiento legal. Por tanto, cabe planear la cuestión de si la corporación fue creada a imagen y semejanza de un psicópata, ¿quién tiene la responsabilidad moral de sus acciones? Una corporación es una estructura legal artificial

Obligaciones monstruosas

Puede asumirse que todo ser humano es una “persona moral”. Pero todas las personas en determinadas circunstancias podrían operar una cámara de gas o ser un santo.  Hay que distinguir el rol de las instituciones del de las personas. Es por ello que buenas personas (padres, esposos, patrones) terminan siendo directivos monstruosos de una corporación.

Una de las consecuencias más funestas de esta diferencia entre las personas y las instituciones es que en la devastación hay una oportunidad para hacer buenos negocios.

El asunto de los límites

Con  la desregulación, la privatización y el comercio libre estamos viendo otro cerco, otra apropiación privada de espacios comunes. La apropiación de esos espacios comunes (tierra, agua, aire) no es creación de riqueza, es la usurpación de la riqueza. ¿Quién crea la riqueza?, ¿esta se da solamente cuando es privada?, ¿cómo se llama el agua limpia, el aire puro y un ambiente seguro?, ¿no son riquezas?, ¿por qué se llama riqueza solo cuando una entidad lo cerca y lo convierte en propiedad privada? Durante los últimos siglos se han pasado más cosas al dominio público.

Noam Chomsky: la privatización es tomar una institución pública y dársela a una tiranía irresponsable.

Un ejecutivo de Nike manifiesta su punto de vista favorable a que la propiedad privada se generalice en el mundo sobra cada porción de espacio. Esa sería una solución a los problemas actuales.

Entrenamiento básico

Al igual que otras instituciones (como las iglesias, la escuela, los partidos políticos, etc.), la corporación nos da unas virtudes, un rol social, que es el del buen consumidor. Se exalta el rol del consumidor, su poder. Noam Chomsky afirma que las corporaciones deben lograr consumidores no pensantes que consumen lo que no necesitan (“filosofía de la nimiedad”). Y debe a través del mercadeo captarse a esos consumidores y qué mejor desde niños.

Las corporaciones nos están enseñando a pensar de cierta forma desde hace mucho tiempo. Y cuando se trata de la propia corporación, nos enseñan que esta es una institución inevitable, eficiente, indispensable y responsable del progreso y de la buena vida.

Gerencia perceptiva

“Es una metodología que nos ayuda, cuando trabajamos con los clientes, a pasar por un proceso sistemático y poderlos ayudar a identificar cuántos recursos tienen, cuáles son las barreras para su éxito”.

Desde la perspectiva de la “gerencia receptiva” se ha trabajado la idea de que las corporaciones usan el dinero de los contribuyentes para hacer buenas obras; eso mejora su imagen, desde luego, pero a la vez reduce sus impuestos.

Una celebración privada

Naomi Klein señala que la apropiación del espacio público por publicidad es más que publicidad, es producción. Las corporaciones del futuro, más que productos, producen marcas. Y es un proyecto sumamente invasivo, se quieren construir refugios privatizados marcados. Como si la civilización fuera una serie de intercambios exclusivamente comerciales.

Hoy, conforme a los criterios de la Corte Suprema de los EEUU se pueden patentar todo tipo de seres vivos, excepto los humanos. Si la humanidad no reacciona, en unos diez años unas pocas compañías serán dueñas de los genes de la evolución de nuestra especie.

En esa línea, se puede apreciar que las corporaciones tienen una larga historia de justificar los gobiernos tiránicos. El fascismo llegó al poder en Europa con la ayuda de las grandes corporaciones. Hubo un pacto entre las grandes corporaciones de EEUU y la Alemania Nazi.

El poder de las corporaciones, si se las compara con hace 50 o 60 años, ha crecido, porque por al haberse convertido en entidades globales, los gobiernos han perdido la posibilitad de controlarlas. “El gobierno y la industria se consultan y trabajan juntos”.

¿Por qué hoy en día las corporaciones hablan de responsabilidad social? Es mejor, en todo caso, que el discurso sea en ese sentido y no en el contrario; ahora bien, esto de la responsabilidad social es una propuesta propia de las corporaciones. ¿Por qué tiene que decidir que es “socialmente responsable” ellas? Ese no es su campo. Eso le corresponde al gobierno.

Naomi Klein señala que en las corporaciones hay grietas y fisuras. De esa manera, se afirma que lo que se necesita es estudiar las raíces de la forma legal que creó esta bestia y tenemos que pensar quién puede hacerlos responsables.

Como individuos debemos aceptar la responsabilidad de nuestras acciones colectivas.

Los pueblos de Licking y Order hicieron historia al aprobar Ordenanzas que eliminan los derechos de las corporaciones como “personas”.
Pego abajo el video: