viernes, 26 de octubre de 2012

La revolución mexicana y la revolución cubana: una mirada comparativa de su influencia en América Latina

Este es el segundo ensayo que se nos pidió en el curso del profesor Piero Corvetto, en la Maestría en Ciencia Política en la PUCP.

1.   Concepto

El concepto trabajado en clase de “revolución” resulta bastante interesante, toda vez que enmarca el mismo a la “tentativa” de desarrollar un cambio en lo político, económico, social y jurídico, recurriendo para ello al ejercicio de la violencia. Es decir, si se trata de una tentativa no implica, necesariamente, que este proceso de transformación sea exitoso o llegue a culminar; puede tratarse simplemente de un proceso de tal magnitud que, sin embargo, no llega a generar de manera efectiva el cambio que se buscó; por ello, se puede hablar también de “revolución fallida” o “revolución inconclusa”.

Por tanto, en este punto me parece importante que se tenga en claro que se desarrolla el concepto de “revolución” nos estamos refiriendo a un proceso que puede tener carácter político, económico, social, jurídico, tecnológico, religioso, etc., el mismo que afectará uno o más ámbitos de la vida social. Este proceso puede haber dado lugar a un cambio radical de las estructuras prexistentes, el mismo que genera que surjan nuevas autoridades, nuevas instituciones políticas, probablemente un nuevo sistema económico; quizá es esto lo que se vivió en los casos de la Revolución Francesa o de la Revolución Rusa. Sin perjuicio de que se producen esa transformación radical, lo cierto es que la dinámica o las dinámicas de una sociedad son sumamente complejas y “lo antiguo” resiste a desaparecer del todo y, por tanto, “lo nuevo” tiene que también asimilar esa herencia.

Ahora, resulta importante diferenciar el concepto de “revolución” de conceptos como “rebelión” o “golpe de Estado”. En el caso de una rebelión, nos encontramos más frente a un movimiento de carácter localizado y de un alcance limitado, generalmente, a reivindicaciones de carácter meramente personal o grupal, y no nacional. En el caso de un Golpe de Estado, tenemos que el único cambio que se da es el de las autoridades, pues estamos frente a una manera de acceder al poder político, sin que ello implique cambios mayores.

Podría darse el caso de que una rebelión devenga en revolución. Del mismo modo, un Golpe de Estado podría ser el inicio de una revolución.

A partir de todo lo anterior, creo que resulta importante formular la pregunta de si, en efecto, toda revolución implica el ejercicio de la violencia. Desde mi punto de vista, si bien las revoluciones han sido normalmente violentas, esto no es algo necesario. Como mejor ejemplo tendríamos al proceso que se denomina como “revolución industrial”, proceso que cambió de manera drástica el concepto en el que las diferentes actividades económicas se desarrollaban.

Por otro lado, en el Perú se produjo un golpe de estado el año 1968, liderado por el General Velasco Alvarado. Si bien dicho acceso al poder se dio a partir de un simple movimiento militar que, seguramente, generó ciertos niveles de violencia, el proceso de medidas y reformas desarrolladas por su gobierno no parece haber sido violentas. Guillermo Nugent ha señalado que con la Reforma Agraria se tiene un punto que marcó un antes y un después; él lo define como uno de los momentos más importantes de nuestra historia republicana, pues virtualmente se liquidó a la oligarquía peruana. De ser cierto esto, estaríamos frente a un proceso que también podría catalogarse como de “revolucionario”, pues las estructuras sociales y el carácter de la propiedad habrían sido transformados de manera esencial, pero dicho proceso no habría tenido un carácter violento.

Por tanto, desde mi punto de vista debería relativizarse el que la violencia sea un elemento innato del concepto de revolución.
 

2.   Análisis comparativo de la revolución mexicana y revolución cubana

El análisis comparativo se hará a partir de los textos de Javier Garciadiego y Sandra Kuntz (La revolución mexicana) y de Hugh Thomas (Cuba. La Lucha por la libertad). En este punto, quiero empezar con una impresión que me deja la lectura de Garciadiego y Kuntz, que es la de que la revolución mexicana fue un conjunto de rebeliones que, por su duración y el alcance que fueron adquiriendo, generaron ese proceso que duró desde 1910 hasta 1920, fecha en la que se habría iniciado el periodo de construcción postrevolucionaria. Ahora bien, la percepción más marcada que tengo es que esa revolución tuvo como actor ausente a las poblaciones indígenas; esta percepción, inicialmente, me la dio la ausencia de apellidos indígenas. Si bien es cierto se señala que se trató de una “revolución agrarista”, por la importancia de los sectores campesinos en las guerras y en los mismos hechos políticos, lo cierto es que las poblaciones indígenas parecen haber estado ausentes o, en todo caso, su presencia fue simplemente periférica. Quizá el caso menos claro en cuanto a esta ausencia es el del movimiento liderado por Emiliano Zapata. No niego que, como señalan estos autores, la revolución mexicana haya tenido el contenido social por los movimientos desarrollados con base popular (Zapata y Orozco). Pero aunque lo popular, e incluso lo campesino, pueden incluir lo indígena, no necesariamente es así.

En el caso de la revolución cubana, tenemos que el motor fundamental de la victoria guerrillera del Movimiento 26 de Julio fue el sector campesino que se adhirió a la misma, en los tiempos de la Sierra Maestra. Este fue un actor fundamental para la rápida victoria guerrillera que derrocó a Fulgencio Batista. Esto lo plantea Thomas.

Ahora bien, tenemos un primer elemento común en ambos procesos revolucionarios: el carácter campesino del mismo. Esto no niega la importancia de sectores medios e intelectuales en la dirección de ambos proceso, pero la fuerza motriz en ambos movimientos fue el campesinado.

En ambos procesos, se desarrolló una “reforma agraria”, aunque en el caso de México la reforma planteada no tuvo como objetivo alterar o modificar sustancialmente la estructura de propiedad; es más, todos los bandos o sectores que participaron de la revolución reconocían la relevancia de la propiedad privada para la economía mexicana. La reforma agraria mexicana afectaba fundamentalmente las grandes propiedades y no las pequeñas y medianas.

Por su parte, la revolución cubana planteó también una “reforma agraria” que era como las reformas planteadas en otros países latinoamericanos y contó con el apoyo de sectores liberales e incluso de la Iglesia Católica; sin embargo, con el devenir de los hechos, esta se fue radicalizando y terminó afectando la estructura misma de la propiedad, pues virtualmente se fue eliminando la propiedad privada.

Ahora bien, Thomas cita a Fidel Castro quien habría manifestado, frente a las movidas y decisiones políticas dentro de Cuba pero también en el ámbito internacional, que se trataba de una interesante partida de ajedrez. En efecto, el contexto en que se desarrollaron ambos procesos revolucionarios es bastante importante, pues es ese contexto el que condiciona el devenir histórico peculiar de cada uno. Y, además, destaca la relevancia del factor humano y , especialmente, del factor del líder o líderes del movimiento.

En el caso de la revolución mexicana tenemos que se trata de un conjunto de rebeliones, disputas, movidas políticas, guerras, desarrolladas durante un espacio temporal de diez años; este proceso se inició en el norte de México y de ahí se fue extendiendo hacia el centro del país, con una presencia bastante mínima en el sur (las huestes de Zapata). La causa que dio inicio a esta revolución fue la oposición a la relección de Porfirio Díaz; en torno a esa cusa se unieron distintos grupos que fueron llegando al Gobierno, pero al no atender las demandas de los grupos movilizados, fueron cayendo posteriormente. Inicialmente, la revuelta buscó atender simplemente demandas políticas: democracia, por ejemplo. Sin embargo, al acceder al gobierno, los sectores populares movilizados empezaron a plantear demandas de carácter social. En este caso, tenemos por ejemplo el caso de Emiliano Zapata y sus seguidores, quienes planteaban demandas sociales de carácter agrario y le dieron ese tinte. Ahora bien, los líderes que gobernaron México desde la caída de Porfirio Díaz  hasta 1920 no eran precisamente radicales, sino más bien intelectuales y líderes políticos moderados, de clase media urbana. Pero los sectores campesinos estuvieron permanentemente movilizados. También hubo presencia de obreros, pero sus causas eran más urbanas y, por tanto, distintas a las de los sectores campesinos (en este punto, insisto que lo campesino no quiere decir, en el caso de México, necesariamente indígena). México es un país que limita por el norte con E.E.U.U. y este era su mercado fundamental. Además, a pesar de la situación de guerra permanente (la misma que tuvo como escenario fundamental el ámbito rural), con el inicio de la Primera Guerra Mundial, las actividades económicas no se vieron afectadas de manera total; es decir, la revolución no afectó del todo la capacidad productiva del país. Pese al contexto que se vivía, las exportaciones crecieron en varios momentos de ese período. No se afectaron propiedades extranjeras (muchas de las cuales estaban centradas entorno a la actividad minera y petrolera, que tuvieron un fuerte crecimiento durante la guerra mundial). Por tanto, el contexto en el que se desarrolló la revolución mexicana no condicionó a los líderes revolucionarios a afectar el aparato productivo con la expropiación compulsiva de actividades económico productivas.

En el caso de la revolución cubana, tenemos que el sino de la misma es bastante más complejo. A diferencia de México que tiene un territorio muchísimo mayor al de Cuba, en este último país la mayor parte de propiedades económico productivas estaban en manos de inversionistas extranjeros, con gran presencia de estadounidenses. Si bien es cierto la lucha guerrillera duró simplemente algo más de tres años, el “juego de ajedrez” revolucionario se extendió más allá de la toma del poder el 1 de enero de 1959. Cuando Fidel Castro asume como Primer Ministro, el derrotero de la Revolución era incierto. En dicho proceso habían coincidido por su oposición al régimen de Batista diferentes grupos, pudiendo destacarse los liberales y los comunistas; es más, una nota que a mí me pareció bastante curiosa es que, según Thomas, incluso los comunistas habrían criticado la insurrección armada del Movimiento 26 de julio. Y es que el Partido Comunista Cubano alineado a la URSS, seguía los lineamientos de esta, que, en resumen, prefería una Cuba neutral antes que comunista. Los discursos de Fidel Castro y su postura política inicial, durante el año 1959, eran de una búsqueda de buenas relaciones con E.E.U.U. y hasta de rechazo y cuestionamiento a los sectores comunistas. Pero lo llamativo de todo este proceso es que E.E.U.U. reaccionó de manera caótica y poco inteligente frente a la revolución cubana, pues simplemente era una premisa para ellos que Cuba era un país “amigo” y con el que jamás tendrían problemas, empezando por el hecho de que el producto que constituía el monocultivo de la isla (el azúcar) era adquirido por dicho país en condiciones ventajosas, además de la relación histórica que tenían. Sin embargo, Fidel Castro y los revolucionarios tenían una fuerte convicción martiana en el sentido de buscar y luchar por la libertad, lo que implicaba que incluso el proceso revolucionario sería un producto autóctono, ni capitalista ni comunista. Las luchas por el poder dentro de Cuba se fueron desarrollando con gran intensidad y el contexto internacional también generaba una importante actividad; es así que durante la campaña electoral de 1960 en los EEUU, Cuba ocupó un lugar central y produjo una situación paradójica en la cual el candidato demócrata (Keneddy) formuló una serie de planteamientos conservadores y propios de los republicanos en torno a Cuba, mientras que el candidato republicano (Nixon) hizo planteamientos más liberales. Un funcionario norteamericano planteó al metáfora de que la revolución cubana era para EEUU una astilla clavada en la carne, pero una daga en el corazón. Sin embargo, la forma en que actuó EEUU desde el principio, dio muestra, primero, de no saber a qué se enfrentaban (la propia CIA no sabía si Castro era o no comunista) y, luego, de tomar decisiones poco adecuadas para resolver ese conflicto. Una lectura puede indicar que la “comunistización” de Castro y de la revolución fue un efecto de la política estadounidense hacia Cuba y el no asumir que era un país libre, incluso para optar por el comunismo. A medida que se hacían más conflictivas las relaciones EEUU-Cuba, este último país iba virando hacia la izquierda y afectando intereses de EEUU o de ciudadanos suyos (haciendas, empresas, industrias).

Otro aspecto en el que podemos diferenciar ambos procesos revolucionarios es que, una vez tomado el poder, había que sustituir a las autoridades antiguas; en el caso de la revolución mexicana, tenemos que se recurrió a diferentes grupos de clases medias, que no habían sido parte del porfiriato. Contaron con un importante grupo de intelectuales. Por tanto, la transformación de los ámbitos político, cultural, económico, educativo, si bien fueron cambios de un esquema hacia otro, no fueron del todo dramáticos. En el caso cubano, las pugnas que alejaron a los liberales de la revolución y las presiones de los EEUU, con las amenazas y apoyo efectivo a invasiones, generaron que hubiera una falta de cuadros para dirigir esos distintos procesos de transformación de los ámbitos de la sociedad, por lo que, incluso, ante la carencia de técnicos se acogió a técnicos latinoamericanos, especialmente chilenos. Es más, cuando la orientación comunista de la revolución ya empezaba a acentuarse, es bastante claro el sentido de la anécdota que cuenta Thomas cuando el Che Guevara convoca a uno de los últimos empresarios que no había sido afectados por las reformas y/o expropiaciones y lo invita a dirigir la actividad industrial de Cuba.
 

3.   Influencia de estos procesos en América Latina

En cuanto a la influencia de estos procesos, creo que ambos dejaron huellas y abrieron un rumbo para los distintos países de América Latina. Así, por ejemplo, en el caso de la Revolución Mexicana un primer nivel de influencia fue el de su posición de neutralidad; esto marcó un hito para el continente, pues la influencia de EEUU era y es muy evidente, lo que deja en cuestión nuestra soberanía. Otro punto de importante influencia es el de la construcción de la nación mexicana, con un carácter fuertemente nacionalista y de revaloración de la herencia prehispánica (en el México revolucionario surge el movimiento indigenista que tuvo tanta fuerza en nuestra región, especialmente en países como el Perú, Bolivia y Ecuador. Ahora bien, el indigenismo no equivale a indígena; quizá ello explica que hoy se hayan vuelto a levantar, reivindicando la figura de Emiliano Zapata, demandas de las poblaciones indígenas de México.

En el caso de la revolución cubana, creo que su influencia se siente, en la práctica, más hoy en día que en los años que describe Thomas. Una influencia inmediata fue el surgimiento de grupos que plantearon como alternativa revolucionaria la guerra de guerrillas; Thomas afirma que Castro habría dicho en algún momento que debería prender en la Cordillera de los Andes la misma llama que encendió la Sierra Maestra. Esta irradiación llevó al propio Che Guevara que murió asesinado en Bolivia. Su influencia inmediata también fue de generar una solidaridad hacia Cuba que, en los debates de la ONU, no ha cesado hasta hoy. Sin embargo, Cuba fue expulsada de la OEA, pero creo que la Latinoamérica de hoy está tratando de construir un camino más libre e independiente, llegando incluso a haber afirmado en la última reunión de la OEA que esta habría sido la última sin Cuba.

domingo, 14 de octubre de 2012

Información reciente sobre la denominada "Crisis de los misiles"

La BBC publica hoy un interesante reportaje que arroja nueva información sobre ese hecho histórico conocido como la Crisis de los Misiles. Lo transcribo a continuación.


La Crisis de los Misiles duró más de lo que se cree
"La crisis de los misiles cubana no terminó el 28 de octubre de 1962, Cuba se iba a convertir en una potencia nuclear, justo en las narices de Estados Unidos y a 140 kilómetros de Florida".

La que habla es Svetlana Savranskaya, directora de operaciones rusas del National Security Archive, una institución no gubernamental de Estados Unidos.
Savranskaya revela en entrevista exclusiva con la BBC que existió una segunda y secreta Crisis de los misiles, como se le conoce en EE.UU., o de Octubre o del Caribe, como se le dice en Cuba y Rusia, respectivamente.

El conflicto entre Washington, Moscú y La Habana se desató el 14 de octubre de 1962, cuando EE.UU. descubrió que la Unión Soviética tenía bases de misiles nucleares en Cuba.
A la crisis de los misiles se la suele considerar como el momento de máximo peligro del siglo XX, pero en su 50º aniversario la BBC accedió a nueva información que pinta un cuadro aún más peligroso de cómo se desarrolló la crisis.

El mundo respiró aliviado cuando el presidente soviético acordó retirar sus 42 misiles nucleares de sus bases en Cuba. A cambio, su par estadounidense prometió no invadir la isla.
Documentos que serán publicados el 17 de octubre revelan que, lejos de poner fin a la crisis con el acuerdo alcanzado por John Fiztgerald Kennedy y Nikita Krushev, a finales de octubre hubo una segunda crisis.

Los papeles forman parte del archivo personal de Anastas Mikoyan, número dos del Kremlin durante la crisis y enviado a Cuba.
Castro está "muy molesto"

Aunque Kennedy insistió en un estricto monitoreo de las posiciones de los misiles, en un fallo de inteligencia, comandantes estadounidenses no advirtieron la presencia de más de 100 armas nucleares tácticas.
Mientras tanto, Fidel Castro, excluido de las negociaciones entre las superpotencias, comenzó a dejar de cooperar con Moscú.

"Castro está muy molesto con la traición soviética, los cubanos se sentían traicionados porque para ellos el gobierno soviético hacía una concesión tras otra a los estadounidenses, sin consultar a su aliado cubano, un sentimiento compartido por los militares soviéticos en la isla", dice Savranskaya.
"Castro creía en primer lugar en la dignidad, y su obsesión con el orgullo y la dignidad de la Cuba revolucionaria condujo su conducta a lo largo de la crisis", agrega Philip Brenner, profesor de relaciones internacionales e historia, quien ha escrito varios libros sobre la relación entre Estados Unidos y Cuba.

Krushev, temeroso de perder el control y de que su aliado cada vez menos confiable pudiera obstaculizar el acuerdo, inmediatamente envió a La Habana a su camarada de más confianza, su viceprimer ministro Anastas Mikoyan.
El pedido llegó en un momento complicado: la esposa de Mikoyan estaba gravemente enferma, pero él "sintió que era su deber ir y se dio cuenta del peligro que representaba que Castro tuviera el orgullo herido", señala Brenner.

A su llegada a La Habana, Mikoyan se enteró de la muerte de su esposa y Castro, que todavía estaba furioso y había rechazado recibir al enviado, cedió tras enterarse del fallecimiento.
El enviado encontró a Castro nervioso y conspirativo, convencido que Moscú había perdido interés en defender la isla. Sin embargo, bajo claras instrucciones de Krushev, Mikoyan hizo su oferta: podía quedarse con las armas nucleares tácticas, con la condición de que no se lo dijeran a los estadounidenses.

Las dudas soviéticas
En privado, Mikoyan tenía dudas sobre dejarle las armas nucleares a Castro.

"Pensaba que con el orgullo cubano y frente al hecho de que los cubanos consideraban la posibilidad de una guerra nuclear de una manera muy diferente a los soviéticos, sería muy peligroso e incluso irresponsable dejar las armas en manos cubanas, pero sus manos estaban atadas: ese fue el acuerdo", señala Savranskaya.
Durante noviembre, Castro se volvió cada vez más beligerante hacia Washington y Moscú: se oponía a los vuelos de vigilancia estadounidense que vigilaban el retiro soviético y, desesperado por marcar su postura ante lo que considera una provocación, decidió que el ejército cubano tendría órdenes de disparar a las aeronaves.

Savranskaya asegura que Castro lo hizo sin consultar a los soviéticos, lo que "sorprendió" a los líderes porque constituía "claramente un paso hacia la escalada de la crisis".
Una serie de cartas entre Kennedy, Krushev y Castro arroja luz sobre sobre la tensa situación diplomática. "Las cartas Armagedón" revelan que mientras Mikoyan estaba en La Habana, el presidente estadounidense y el líder soviético llegaron a la conclusión de que el problema tras la crisis no era entre ellos, sino con Fidel Castro.

Aislado en La Habana, Mikoyan se enfrentaba a una decisión que podría tener consecuencias incalculables para el mundo. Y se dio cuenta que, una vez más, el tiempo se estaba agotando.
Luego de que Castro ordenara disparar contra una de las aeronaves estadounidenses, "Mikoyan –dice la directora del National Security Archive– tomó una decisión sin consultar al gobierno central soviético: que las armas nucleares tácticas iban a tener que ser removidas".

Era poco después de mediados de noviembre. Pero los acontecimientos se movían más rápido que lo que el enviado soviético había anticipado.
El 19 de noviembre los cubanos le dieron instrucciones a su representante Carlos Lechuga para que revelara el secreto. En la sede de Naciones Unidas en Nueva York, el embajador cubano estaba a punto de decirle al mundo sobre las armas secretas. Mikoyan inmediatamente se comunicó con Moscú.

Pero desde allí nunca recibió "instrucciones claras" sobre qué hacer con las armas nucleares, explica Savranskaya: "Mikoyan estaba esperando instrucciones, pero tenía que reunirse con Castro en la noche del 22 de noviembre de 1962 y sabía que esta conversación sería sobre las armas y sobre el destino del acuerdo militar entre la Unión Soviética y Cuba".
"En mi opinión –agrega– la transcripción palabra por palabra de esta conversación a la medianoche entre Castro y Mikoyan probablemente sea el documento más fascinante de toda la crisis de los misiles".

"¿Nos las podemos quedar?"
Ésta es la primera vez que se conocen detalles de esa reunión.

"Castro –dice Savranskaya– anticipa que los soviéticos están a punto de hacer otra concesión a Estados Unidos y le pregunta a Mikoyan: '¿Qué pasa con las armas nucleares tácticas? ¿Nos las podemos quedar?'. 'No, no se las pueden quedar', dice Mikoyan. Castro señala que en el intercambio de cartas entre Kennedy y Krushev no se mencionaban las armas nucleares tácticas, por lo que 'los estadounidenses no tienen idea de que están acá, así que ustedes no tienen que sacarlas, las podemos esconder en nuestras cuevas'. Mikoyan luego dice: 'Vamos a retirar estas armas no porque los estadounidenses lo hayan demandado, sino porque nosotros decidimos retirar estas armas'. Y luego, interesantemente, le dice a Castro una mentira: 'Tenemos una ley secreta no publicada que nos prohíbe transferir armas nucleares a un tercer país'. No había tal ley en la Unión Soviética, pero le dice a Castro: 'Tenemos esta ley'".
 
"Durante el resto de la reunión, –prosigue Savranskaya– Castro vuelve una y otra vez a la misma cuestión, el líder cubano básicamente le ruega a Mikoyan mantener lo que él ve como el último medio de defenderse de Estados Unidos, y falla. Incluso sugiere que la 'ley' debe ser derogada, pero Mikoyan no cede, y dice que todas las armas nucleares deben salir de Cuba. Con esa conversación, se resolvió la crisis, las armas nucleares fueron cargadas en barcos soviéticos y retiradas en diciembre de 1962".

Los cubanos quedaron "dolidos" por las acciones de los soviéticos y hasta finales de la década de los sesenta permanecieron "resentidos" por haber sido puestos en una posición en la que "básicamente no tenían otra opción más que ceder a los deseos de Krushev", considera Brenner.

Para Savranskaya, los soviéticos y los estadounidenses no trataban a Cuba como un "actor", para ellos era un "pequeño peón", pero luego "se dieron cuenta de lo cerca que Castro había estado de hacer la crisis mucho, mucho peor".
Tanto Krushev como Kennedy comprendieron lo cerca que se estuvo de una catástrofe. En diciembre de 1962, el líder soviético le escribió a JFK para sugerirle que trabajaran en aras de la eliminación de las armas nucleares en el mundo para el esperado segundo mandato del estadounidense.

Pero eso nunca se dio. Kennedy fue asesinado 11 meses después y Krushev fue obligado a retirarse en 1964.